(Semblanza de Diego Dublé Urrutia)
El 8 de julio de 1877
nació en la hermosa y sureña ciudad de Angol quien fuera Premio Nacional de
Literatura en 1958: don Diego Dublé Urrutia. Su labor poética que, aunque
escasa en números, es desbordante en calidad, ha sido aplaudida por la crítica
de todos los tiempos. Alone, "el gran y omnipotente juez de nuestras letras",
encontraba que algunos poemas de Dublé eran perfectos, sentenciosos y alados. Y
en época más reciente, el profesor Miguel Ángel Díaz ha dicho de él que
"Diego Dublé Urrutia canta lo que conoce, lo que es suceptible de producir
emociones al sólo contacto con la palabra. La vida hogareña, el campo, los
hechos múltiples y populares, tienen en Dublé Urrutia su intérprete mejor
elegido. De ahí, entonces, que todas sus obras reflejen ese aroma distante de
las cosas que siempre se recuerdan..." En efecto, sus mejores poemas
siempre van tras la huella de viejos recuerdos indelebles, como los hermosos
alejandrinos de "En el fondo del lago":
"Soñé que era un niño
que estaba en la cocina
escuchando los cuentos de la vieja Paulina.
Nada ha
cambiado; el candil en el muro,
El brasero en el suelo y en un rincón obscuro
El gato dormitando. La noche estaba fría
y el tiempo tan revuelto que la casa
crujía...
se escuchaba, a lo lejos, ese rumor de pena
que sollozan las olas al
morir en la arena,
y a intervalos más largos esos largos aullidos
con que piden
auxilio los vapores perdidos...
Nosotros, los chiquillos, oíamos el cuento
sentados junto al fuego y como entrara el viento
por unos vidrios rotos, su
frente medio cana,
la vieja se cubría con su charlón de lana..."
Podría
dividirse su obra en dos grandes momentos. El primero, conformado por sus dos
primeros libros, obras de juventud que escribió antes de asumir funciones
diplomáticas en casi una veintena de países y la segunda parte, cincuenta años
después, cuando su pluma alcanza el vuelo que lo llevó a las alturas del Premio
Nacional. Entre sus obras más notables figuran Veinte años (1898); Del mar a la
montaña (1903); Profesión de fe (ensayo, 1928); Fontana Cándida (1953) y sus
libros póstumos Tragedia Rústica; Lemuria; Selva oscura y Poemas en prosa,
entre otros. Otro hermoso poema costumbrista, traducido a vario idiomas es el
notable "La procesión de San Pedro y bendición del mar":
¡Junio! Mes
de las aguas, mes de las brisas
mes que hacen los pavos su testamento
y en que
las rubias ostras -monjas clarisas-
rompen la celda de su convento.
(...)
Hoy
es tu última día, lo dice el tono
de las campanas ebrias y el grito humano
con
que sale a la pesca con su patrono
todo lo que hay de lobos en Talcahuano.
(...)
Hierve la mar de barcas. Las velas curvas
juegan al sol llevadas a la
bolina
y mientras llega el santo pifian las turbas
a un bergantín que cruza la
Quiriquina".
Tienen también sus versos tiempo de recordar los viejos días
en su pueblo, con calles coloniales y añosos acacios, carretas de indios
tiradas por bueyes en las tardes de Arauco "cargadas de recuerdos y
tristezas".
Si sus dos libros primeros son buenos, será en Fontana Cándida
donde se revelará toda la potencia y belleza de la palabra de Dublé, recordamos
del perfecto soneto "Fontana Cándida", los dos tercetos finales:
"...Para mí, nada pido
dadme una rama de árbol, una roca,
y la tendré por
nido.
Mi nombre pronunciado
con ánimo gentil por vuestra boca
me hará creerme
amado."
Diego Dublé Urrutia otro gran poeta olvidado, murió en Santiago de
Chile en noviembre de 1967, pero perduran su obra exquisita y cotidiana a la
vez.
Profesor Benedicto González Vargas,
publicado originalmente en el
periódico El Coirón Cordillerano, de Puente Alto, en 1993
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