Cuando
los expertos en psicología infantil y educacional se refieren a la construcción
de la identidad personal, suelen hacer un aparte o anunciar que se verá después
una dimensión más social de la construcción de la personalidad, denominada
"Identidad Relacional", que no es otra cosa que la imagen que las personas
establecen de sí mismas en relación con las otras que lo rodean, con su entorno
social. Indudablemente que una convivencia adecuada con los demás permite
adquirir confianza en nosotros mismos, en la medida en que somos reconocidos
por el entorno social y aceptados en los múltiples grupos a los que
pertenecemos, podemos desarrollar un sentido de pertenencia que potencia
nuestra identidad personal y social. Eso se va a manifestar a través de
múltiples expresiones de sentimientos y emociones que se canalizarán a través
de juegos, palabras, gestos, expresiones artísticas, etc.
En los niños la forma
como ellos ven a sus pares, la idea que se van formando respecto de sus
profesores (por las actitudes y desempeño de éstos) y la percepción que tienen
relativa a cómo son a su vez percibidos por el resto de los niños y los
docentes, determinan gran parte del provecho que puede tener una experiencia
escolar. Vale decir, el apoyo, el estímulo, la comprensión y el respeto mutuo,
entre otros elementos, posibilitarán una autoestima sana y, con ella, una
utilización más plena de las capacidades académicas. Por eso es urgente y
necesario crear las condiciones para que nuestros niños y jóvenes puedan
expresar adecuadamente, pero sin temores, sus ideas, pensamientos, anhelos,
emociones y sentimientos, respecto de las variadas experiencias que se suceden a
su alrededor. Tan importante es esto que, debidamente logrado, puede generar,
incluso, crecientes dosis de actitudes empáticas, prosociales, solidarias,
comprensivas y valóricas. Por ejemplo, la empatía
, como dimensión de la afectividad y la inteligencia humana
vinculada al suceder de los otros.
Ahora bien, no es necesario señalar la
importancia que la empatía tiene en la relación con las habilidades sociales,
aunque no está demás mostrar cómo esta habilidad puede ser un motor que
desencadene ideas emprendedoras. En efecto, si entendemos los problemas como anomalías que deben ser mejoradas y
nuestra habilidad empática nos permite comprender los problemas por los que
pasan los otros, ello unido al desarrollo de otros talentos emprendedores como
el liderazgo y la creatividad, etc., pueden provocar un emprendimiento social
que ayude a resolver esos problemas. Vale decir, la formación de nuestros niños
en habilidades sociales útiles, vinculada al desarrollo de todos sus talentos
(en todas las áreas que los detectemos), es el germen que permitirá desarrollar
a un emprendedor social, a una semilla de cambio, a un líder proactivo y
procomunitario. La capacidad empática es esencial en un concepto de educación
moderno que pretende apuntar a cambios culturales que transformen a nuestras
sociedades, mejorando para todos a partir de un crecimiento personal donde la
no discriminación, el respeto a los derechos humanos, el desarrollo de la
afectividad, la autoestima, la resciliencia, el autoconocimiento, la democracia
y la adhesión a los valores universales que dignifican la condición humana,
sean la moneda de cambio omipresente en nuestras relaciones sociales y no la
competencia desmedida que nos ha llevado a crear sociedades fuertemente
segmentadas donde el valor está dado por el éxito financiero (sin importar cómo
se consigue) y no por el provecho de las mejores virtudes humanas.
Bonitas
palabras, señor profesor, me dijo alguien, pero cómo hacerlo. Tuve que
responder que no sé. Porque no es algo que pueda hacerse solo, es una tarea
pendiente para cuando volvamos a reencontrarnos en un mismo objetivo, los
estudiantes, sus profesores, su familia y la escuela, cuando eso ocurra, pienso
que hacer de las normas y reglamentos, condiciones necesarias, significativas y
consensuadas, será un pilar importante para la constitución de identidad
personal y relacional y, consecuencia de ello, para la construcción de
identidad. Sospecho que unas normas así implementadas hablarán fuerte en sus
conciencias de las consecuencias de su incumplimiento y les hará entender cómo la
vida en una constante de causas y efectos que desencadenamos para nuestro
entorno, para nuestras familias y para nosotros mismos.
¿Cuándo mostramos
intencionadamente que nos interesa este tipo de desarrollo en nuestros
estudiantes? Casi siempre. Los docentes lo demostramos (o no) casi siempre.
Cuando lo invitamos a participar, cuando lo llamamos por su nombre, cuando
favorecemos que se integre colaborativamente con otros, cuando le permitimos
elaborar normas, cuando le hacemos ver las consecuencias prácticas (no solo las
punitivas) de su incumplimiento. En definitiva, cuando hacemos de todo esto un
aprendizaje significativo. En realidad, no tengo mucha certeza académica
respecto de que si lo que digo tiene o no que ver con el Emprendimiento, pero
tengo una sospecha: no ando tan perdido...
prof. Benedicto González Vargas.
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