domingo, 9 de agosto de 2009

Se nos fue Alfonso Calderón:la literatura chilena perdió a un grande.



La semana pasada nuestras letras perdieron a uno de los grandes de nuestro país, aunque, lamentablemente, pareciera ser que no era demasiado conocido por el grueso público. Los amantes de la literatura y el mundo académico, sin embargo, se conduelen por la muerte del poeta y cronista Alfonso Calderón Squadritto, quien falleció a la edad 78 años debido a un ataque cardiaco. Su hija, la también escritora y docente Teresa Calderón ha dicho, con justa razón, que no sólo Chile ha perdido a un escritor y académico notable, sino que se ha apagado también una de las voces más talentosas de Latinoamérica.  Su pasión por la literatura y la docencia lo llevaron a la dirección de una de las más importantes revistas  en la literatura chilena, como Mapocho, a ser director de la Facultad de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, al cargo de subdirector de la Biblioteca Nacional, a tener un asiento (el N° 11) en la Academia Chilena de la Lengua y a alcanzar el Premio Nacional de Literatura en 1998.  

Quienes lo conocieron saben que la costumbre de llevar un diario la mantuvo durante toda su vida y varios de ellos fueron publicados, como La valija de Rimbaud que abarcó el período comprendido entre su infancia y adolescencia (1939-1952). En Cayó una estrella resumió sus experiencias entre 1952 y 1963. La serie continuó con El vuelo de la mariposa Saturnina (1964- 1981), El olivo viejo que lloraba (1981-1989). El misionero involuntario,siendo el último En el bosque de Macbeth (1993-1996). Otras obras importantes de su portentosa pluma fueron: Primer Consejo a los arcángeles del viento (1949), El país jubiloso (1958), La tempestad (1961), Los cielos interiores (1962), Antología de fábulas (1964), Grandes cuentos humorísticos (1966), El cuento chileno actual(1969), Toca esa rumba don Aspiazú (1970), Antología de la poesía chilena contemporánea (1970), Cuando Chile cumplió cien años (1973), Isla de los Bienaventurados (1977), Poemas para Clavecín (1979), 1900 (1980), Música de Cámara (1981), Memorial del Viejo Santiago (1984),  Una invisible comparsa (1988), Según pasan los años(1990), Máscaras sobre máscaras (1993), Una bujía a pleno sol (1997) y el reciente Ventura y desventura de Eduardo Molina (2008), entre muchísimos otros. 

Hombre de una memoria impresionante, de una amabilidad y gentileza proverbiales, de un talento prodigioso y de una bonhomía difícil de encontrar, Alfonso Calderón nos deja un legado literario impresionante y a su hija, Teresa, como la continuadora de la tradición literaria familiar.  

prof. Benedicto González Vargas  

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