sábado, 23 de enero de 2016

Educación emocional, un programa de trabajo

Sin+t%C3%ADtulo+a.jpgNo es un misterio para nadie que los programas de estudio oficiales suelen centrarse en los contenidos académicos, los objetivos curriculares, las formas de evaluación y otros varios elementos relativos a los contenidos y su gestión en el aula. También es sabido que cada día es más importante para las instituciones educativas desarrollar acciones e intervenir en las situaciones de convivencia escolar. No hacerlo a tiempo equivale, muchas veces a sanciones por parte de los organismos de control, especialmente el Mineduc; a decisiones judiciales que terminan perjudicando económicamente a los establecimientos educacionales al comprobarse cierta negligencia en el control de una convivencia escolar adecuada o dejación en la intervención de casos de agresividad y, por cierto, también equivale a quedar en el ojo el huracán para la opinión pública que siempre terminará siendo muy crítica al respecto, sin embargo, me pregunto, ¿Alguien ha entregado a las instituciones educativas algún programa de educación emocional que ayude a éstas a enfrentar estos conflictos, potencialmente peligrosos y, que de producirse, acarrearán de seguro las sanciones ya esbozadas más arriba.


La respuesta no es sencilla, porque aunque el Ministerio de Educación y otras instituciones como el Servicio Nacional de Menores (SENAME), por ejemplo, suelen decir que dictan pautas al respecto, éstas poco llegan a los niveles de las unidades educativas y carecen completamente de estructura, recursos, control y evaluación.
Durante 2015, sin embargo, comprobé con satisfacción que una institución privada, muchas veces vilipendiada por sus fines comerciales y el alto valor económico de sus textos (1), como es Editorial Santillana, sí se hizo cargo de esta falencia y entregó a los colegios, junto con la serie de textos de su colección Casa del Saber una pequeña biblioteca docente muy significativa, entre los cuales se encuentra el Programa de Educación Emocional, que en medio de mis obligaciones profesionales he ido revisando con detención y que espero utilizar con mayor propiedad en el año escolar 2016.
Para presentar mejor este aporte, me voy a referir a las ideas que dicho texto plantea en la introducción del mismo y que luego desarrolla a través de las 62 páginas que contiene, donde hay actividades, planificaciones, textos de reflexión, sugerencias metodológicas, criterios de evaluación y hasta un glosario emocional más una bibliografía relevante tanto impresa como digital.
El texto en cuestión parte abordando lo importante que es educar las emociones, afrontar las situaciones difíciles de la vida y enfrentar, con habilidades sociales adquiridas y reforzadas, los conflictos que ocurren en nuestras relaciones con los demás. Los autores –el equipo editorial de Santillana–, parten de la acertada base de que los conflictos recurrentes en los niveles escolares tienen su origen, muchas veces, fuera de las aulas, pero las consecuencias de ellos suelen ser, a menudo, vistas como responsabilidades de los docentes.
En efecto, la ausencia de control emocional, una comunicación interpares poco efectiva, ausencia de actitudes empáticas y baja tolerancia a las frustraciones cotidianas suelen tener sus raíces en familias disfuncionales, pobreza extrema, maltrato y abuso físico, entornos sociales deprimidos, etc., (1).
Ante tal acumulación de causas posibles, el desarrollo de la inteligencia emocional se ha revelado como un campo muy prometedor para prevenir la conflictividad actual en los centros educativos (Mayer y Cobb, 2000) y por ello la escuela debe plantearse la necesidad de enseñar a sus alumnos a ser más inteligentes emocionalmente y dotarlos de estrategias y habilidades básicas para ello. La buena noticia es que a diferencia de la inteligencia cognitiva, la inteligencia emocional es más fácil de modificar en la vida.
Esta verdadera alfabetización emocional debe buscar transmitir a todos los estudiantes (conflictivos y no conflictivos) estrategias para gestionar la emocionalidad ante situaciones cotidianas. Dichas estrategias deben permitir a los estudiantes percibir, expresar, comprender y regular sus emociones.
Por supuesto, esto no se puede lograr si no hay un efectivo compromiso de las instituciones educativas por hacerlo verdaderamente, se requiere de docentes directivos convencidos que es el camino adecuado y que doten a los profesores jefes de las herramientas necesarias para alcanzar el propósito. Del mismo modo, se necesita un perfil docente especial, profesores comprometidos con la formación de sus estudiantes también en el nivel emocional y no solo en el académico. El profesor debe ser un ejemplo de equilibrio emocional que, sin dejar de ser empático, resulte busque siempre resolver los problemas de manera serena, equilibrada y justa.
Es, en mi opinión, un excelente texto y un gran aporte de Santillana que, ojalá, sea bien aprovechado por mis colegas profesores.

(1) Habría que agregar otros que se manifiestan en las capas sociales más acomodadas y que tienen que ver con el hecho de que los padres, por exceso de trabajo y responsabilidades tienen escasa comunicación con sus hijos, los que muchas veces quedan bajo el cuidado de personas que no cumplen el rol
educativo que debe cumplir la familia, porque es mucho más fácil dejar hacer que controlar, mucho más cómodo no hacerse problemas y permitir que los niños y jóvenes pasen toda la tarde conectados a las redes sociales y desconectados de sus responsabilidades.
prof. Benedicto González Vargas

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