Desde el inicio de los tiempos históricos, con literatura escrita, el libro ha sido una herramienta de transmisión cultural insustituíble; de hecho, para la escuela, el libro ha sido pilar fundamental en la formación de los estudiantes.
Sin embargo, actualmente, el libro está sufriendo cambios
que van más allá de razones puramente teconológicas,ya que los cambios
tienen que ver con un cambio social en que la lectura está siendo dejada
de lado por los estudiantes -leen solo
por la obligación impuesta desde la escuela-, por la predominancia de
una cultura audiovisual donde la película y el documental sustituyen al
libro y donde, obviamente, las nuevas tecnologías han multiplicado
enormemente el acceso a la información mucho más allá de lo que hubiéramos imaginado hace algunos años.
Desde hace algunos años, cuando las tic ingresan por la
puerta ancha en la educación, se han estado buscando nuevos modelos
metodológicos y hasta evaluativos basados en el impacto de los nuevas
tecnologías, con una aceptación más o menos general de su importancia y
necesidad, sin embargo, me parece, que en el caso del libro esa
necesidad se ve aún difusa y no comprendo muy bien por qué.
Las cifras de venta del libro digital aumentan día a día, la penetración
de ellos en el mundo desarrollado es amplia, pero en nuestras escuelas y
liceos el libro digital es invisible o, peor aún, mal visto.
Aparentemente, la pérdida de poder que significa para docentes y
bibliotecarios el acceso universal de los estudiantes al libro digital
se aviene muy bien con el temor de las editoriales a perder su monopolio
sobre los textos y las publicaciones.
¿Cuántas escuelas están levantando bibliotecas digitales
para sus estudiantes? ¿Cuántos bibliotecarios se están preparando para
atender en estos nuevos formatos? ¿Cuántos estudiantes reciben de parte
de sus docentes enlaces a libros digitales? Ni hablar de la posibilidad
de que existan libros de texto interactivos en cada una de las
asignaturas.
En esta área, como en otras, la educación, ciertamente, se ha ido quedando atrás.
prof. Benedicto González Vargas
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