En septiembre, Mes de la Patria, nació uno de los más
importantes escritores chilenos, narrador de fuste, Baldomero Lillo (1867 –
1923) es considerado el padre del realismo social en la literatura de nuestro
país, pues supo describir y plasmar en sus cuento, los dramas sociales de los
obreros de principios del siglo XX, aunque fundamentalmente se refirió a los
mineros del carbón, también tuvo espacio en su obra para dar cuenta del sacrificio de la vida de otros
tipos de minería, de campesinos, trabajadores marítimos y trabajadores de
ciudad. Indudablemente, se le recuerda por su obra máxima, la colección de
cuentos agrupados en Sub Terra (1901), donde nos
transmite de manera magistral la vida cotidiana de los trabajadores carboníferos
y su familia. En Lota, su ciudad natal y epicentro de la actividad del carbón
en Chile, hasta la década del 90, aún se le recuerda en cada lugar, en cada
esquina y en todos los sitios donde vivió, trabajó o que sirvieron de escenario
a sus obras. Como el mentado Chiflón del diablo, pique minero
peligrosísimo, donde fallecieron centenares de mineros, hoy convertido en ícono
y atractivo turístico de la ciudad.
Fue allí, en Lota, la pequeña comuna minera donde Baldomero
Lillo vivió su infancia, el entorno que lo hizo testigo de primera fuente de
las impresionantes y trágicas escenas que el Lillo llevó a sus cuentos. Él
mismo no tuvo una vida fácil, muy niño debió dejar sus estudios para ayudar a
su pobre familia, desempeñándose como empleado en un pequeño comercio de
abastos, propiedad de la propia compañía minera. Felizmente para las letras
nacionales, su trabajo en la pulpería le
permitió contacto diario y directo con personas que le contaban su miserable
situación y él tuvo el tiempo y el talento suficientes para llevarlos al papel.
Lector impenitente, Dostoiewsky, Zolá, Balzac, Dickens, Eca de Queiroz y
Maupassant, fueron sus predilectos. Cualquier lector atento se dará cuenta
cuánto ellos influyeron en su magnífica obra.
Más tarde, en su adultez, pudo trasladarse a Santiago y
hacerse espacio en los círculos literarios tradicionales, su triunfo con el
cuento Juan Fariña, le abrió la puerta a revistas literarias,
publicaciones y a trabajar en El Mercurio, el periódico más prestigioso del
país. Ya en 1907, aparece Sub sole, donde los relatos se
refieren a ambientes campesinos y marítimos. Sobre esta producción Vicente
Mengod, importante académico y crítico de la época, dice: "Baldomero Lillo, escritor realista, anotó minuciosamente la vida
del trabajador de las minas. Sus narraciones, siempre con un gran contenido social,
tienen la intensidad de un grito de protesta, cuya resonancia, a pesar de los
progresos técnicos, no se ha extinguido. Varios de sus cuentos son
documentales. En ellos, el decir escueto y la intención social se armonizan con
maestría. Se le considera como el padre del realismo social chileno".
Poco difundidos han sido, sin embargo, otros títulos de este
notable autor, todos póstumos, entre ellos, cabe mencionar: Relatos
populares (1947), El hallazgo (1956), La
hazaña (1959) y Pesquisa trágica (1964). La muerte
lo sorprendió investigando sobre la matanza de los mineros de Iquique en la
Escuela Santa María, que proyectaba publicar como novela.
A casi cien años de su partida, Baldomero Lillo sigue
vigente entre los autores más vendidos y admirados de nuestras letras. Su
nombre y textos son recurrentes en las antologías escolares, en los planes
lectores de distintos colegios del país, y deben ser pocos los pueblos y
ciudades que no tengan una calle y avenida con su nombre.
Sin lugar a dudas un gigante de nuestras letras. En nuestra
sección Lecturas inolvidables, hemos
publicado los relatos Grisú y El Chiflón del diablo, como permanente homenaje a su talento.
prof. Benedicto González Vargas
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