Ha llegado diciembre,
el mundo todo gira en paz;
la vida renace,
por un pesebre.
Dos mil años hace,
en una noche vivaz,
un niño cabellos de oro,.
su padre, un carpintero,
junto a los animales.
Por lecho, paja, y el coro
de ángeles celestiales
con sus trompetas primero.
Y con su padre, María,
bella y frágil, Reina hermosa
del cielo todo.
En su sonrisa, alegría,
en su mirada, un recodo
del Dios –su hijo- esposa.
José no es joven, pero casto,
María lo es, siempre lo será
(ambos lo son).
Su hijo –Espíritu Santo-
Engendrado por éste
y su don
por obra del Padre Jehová.
La Estrella posada en el establo,
los reyes la siguen brillar,
en sus monturas,
vienen riendo, cantando,
Gaspar, Melchor, Baltasar.
La siguen por todo el camino,
guiados y brillando en ella
y vienen por el desierto
con un aliento divino.
Sigue el celeste concierto,
todo luminoso de estrellas.
Ya ven acercarse el fulgor,
detiénese sobre el pesebre,
animales aquí y allá más,
recostado, Nuestro Señor,
sus ojos irradian gran paz.
Ha llegado diciembre…
Benedicto González Vargas
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