sábado, 14 de marzo de 2020

Nekumonta y la curación de las Aguas Sanadoras

Tradicional imagen de Nekumonta buscando las Aguas Sanadoras
(tomada de la página http://www.legendsofnativeamerica.com/)
Hace muchísimos años, tantos que nadie recuerda, ya existía la nación iroquesa a orillas del lago Ontario y territorios adyacentes. Se dedicaban a la caza, a la guerra y sobre todo a prosperar como nación con un sistema democrático propio, constituyendo una federación de cinco naciones que, ya en tiempos de la colonia, incorporó a una sexta. En dicha democracia, las mujeres tenían gran poder social, pues parte de su convivencia diaria era semi-matriarcal. Pese a restricciones legales nacionales e internacionales, su democracia sigue intacta y la nación iroquesa, hasta el día de hoy, emite pasaportes y elige autoridades.

De entre sus grandes héroes, se recuerda al Jefe Nekumonta, quien fue un valiente y hábil cazador, pero que siempre cazaba solo lo necesario para comer, pues amaba a los animales y a la naturaleza, por lo que era admirado por su clan y todas las tribus. Cuando su tribú se trasladó cerca del lago Ontario durante un crudo invierno, una gran fiebre asoló a su pueblo  y cobró varias vidas; la esposa de Nekumonta, Shanewis, también enfermó. Temiendo por ella, que era la luz de sus ojos, su vida, su tesoro, su princesa, su prioridad y también por los miembros de su clan, decidió que él, como jefe, debía hacer algo, a cada momento pensaba en fórmulas para solucionar el problema y rogaba al Gran Espíritu Manitou que le mostrara el camino.

Una noche tuvo un sueño que no supo comprender, pero que se refería a unas aguas sanadoras. Sin entender bien su significado, se propuso encontrar al más reputado curandero de la nación para que lo ayudara a interpretarlo. 

La historia no guardó el nombre del chamán, pero sí su respuesta: "Tu sueño es sabio -dijo el curandero- Cuando era niño escuché a mi madre contar la leyenda de un manantial al norte cuyas aguas son sanadoras y pueden curar la fiebre que está asolando a nuestro pueblo, pero hoy nadie recuerda dónde queda, porque el Gran Espíritu las volvió a ocultar por la falta de respeto a la naturaleza". 

-Yo lo encontraré -dijo Nekumonta- y salió en su búsqueda.

Al otro día montó su caballo y viajó al norte de su aldea llevando solo una pequeña ración de comida en un bolso de piel de ciervo. Pasó por bosques durante tres días enfrentando fuertes vientos, nieve acumulada y un frío atroz. Recolectaba hojas para hacerse una cama suave, pero estaba casi sin comer y empezó a enfermar.

Cuenta la leyenda que una noche, sabiendo los animales el respeto de Nekumonta por la naturaleza, se acercaron a él mientras dormía y cada uno en su especial idioma pidió al Gran Espíritu que les permitiera  revelarle el lugar que tanto ansiaba encontrar. había osos, ranas, ardillas, conejos y toda clase de aves. Se fueron y lo dejaron allí dormido.

Nekumonta, entonces, soñó con su esposa, ya pálida, pero aún bella y escuchó el rumor de las aguas sanadoras del Gran Espíritu Manitou que le decían: "Jefe Noble y Valiente, para salvar a tu pueblo liberanos, somos las Aguas Sanadora del Gran Espíritu, búscanos".

Al siguiente amanecer, el primer día de primavera, los animales pudieron mostrar a Nekumonta el lugar, le hicieron gestos para que cavara y el guerrero así lo hizo. Pronto sintió sonidos subterráneos y cavó con fuerza en la profunda capa de nieve y aun en la roca, hasta que un manantial salió de la tierra y tomando una vasija que llevaba en su morral, la llenó de agua y la llevó a su aldea. 

Al llegar a la aldea, su esposa ya estaba por pasar al país de las sombras. Nekumonta no quiso escuchar cómo ella, con un hilillo de voz se despedía, prontamente le dio de beber agua a su esposa y los demás enfermos. Pronto todos empezaron a curarse. Un ave enviada por el Gran Espíritu apareció en la aldea, llevaba en su pico una rama verde para indicar al pueblo que iniciaba la primavera.

Desde aquel día, por decisión de los ancianos de las tribus iroquesas, Nekumonta ofició como Jefe de las Aguas Sanadoras. Su proeza aumentó la admiración y el respeto que ya de antes le tenía su pueblo y conservó su nombre hasta nuestros días.

¿Y las Aguas Sanadoras? Los jefes iroqueses bien saben donde están. La civilización moderna volvió a olvidar donde quedan, pues sigue dañando a la naturaleza, solo se sabe que es cerca del lago Ontario...

prof. Benedicto González Vargas

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2 comentarios:

  1. Muy buena la leyenda apesar de los tiempos hacen ver que desde años muy antiguos daban gracias a Dios aunque ellos lo conocían con otro nombre.felicitaciones sonia

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    1. Gracias, Sonia, por detenerte a leer y comentar este bello texto iroqués. Las tribus del Norte de América y las de todo nuestro continente, en general, poseen una gran sabiduría, un amor por la naturaleza y un respeto por la Divinidad que es digno de destacar y, sobre todo, no olvidar. Saludos afectuosos! Benedicto Andrés.

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