Tía Waverly contempla la plaza del barrio desde la terraza del departamento, y se lamenta por la fugacidad de los pájaros. No bien llegan, se van. No bien picotean algo por aquí o por allá, muy luego emprenden el vuelo de retirada. Sus alas se alejan decepcionadas hacia quién sabe dónde. La tía suspira y suspira, con pena. "Es que no tiene agua, pues mijito". Y claro que es verdad.
Vivimos una sequía de proporciones, quién lo niega, pero hay plazas con sus prados más que verdes. ¿Por qué se vuelan los pájaros, entonces? "No han puestp bebederos", espeta la tía. Y agrega: "Los pajaritos necesitan tomar agua, como cualquier ser viviente. Y si no la encuentran en la plaza, necesariamente han de buscarla en otro lugar. Deberías ir a hablar a la Municipalidad".
Los trámites no son lo mío, pero creo que esta vez tendré que apoyar la política pública de la tía. Imagino las plazas de la ciudad llenas de pájaros bebiendo agua y, de paso, jugando con los niños. Y habría menos palomas (que hoy son plaga) y más especies endémicas. ¡Plazas llenas de loicas de pecho rojo!
Como esta columna se lee bastante, tal vez alguien del nuevo gobierno pueda también recoger la iniciativa de tía Waverly: ¡Bebederos para los pájaros ya! Y vayan unos versos de Jorge Teiller, para estar a la altura )poeta que el presidente electo debería citar más seguido): "Y no somos -como se puede pedir- / ni santos / ni pájaros / ni niños / pero vale la pena estar vivos".
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