jueves, 6 de julio de 2023

La historia de mi nombre, por Rigoberta Menchú

 

He encontrado este interesante texto en un libro escolar, en que la Premio Nobel de la Paz guatemalteca Rigoberta Menchú, habla sobre su nombre. He decidido compartirlo con ustedes porque me pareció también muy entretenido e ilustrativo de cómo se ponían los nombres en el siglo pasado. Los invito a leerlo y comentarlo.

"Me llamo Rigoberta. Ahora les diré un secreto: yo no me llamo Rigoberta. Sé que algunos se podrán reír, porque he comenzado diciendo: Me llamo Rigoberta. En realidad, me llamo Rigoberta y no me llamo Rigoberta. Para aclarar este misterio, comenzaremos por el principio.

Cuando yo nací, mis padres me pusieron el nombre de mi abuela. Yo fui la sexta hija, y mis padres me llamaron "Laj M'in", como mi abuela. Mi nombre va cambiando conmigo: Laj M'in cuando era pequeñita: Li M'in cuando todavía no alcanzo la madurez completa, o cuando todavía no llego a alguna sabiduría. Y cuando sea niña más respetada y tenga alguna sabiduría de la vida me llamarán Chuch M'in.

M'in es un nombre bonito. No está bien que yo lo diga, pero me gusta. M'in es una forma de decir "Domingo", es un día tranquilo y despejado, el día de la semana en que hay fiesta. Llamarse así significa lo mejor de la vida: el sol, no tener la obligación de trabajar, el cielo azul, los juegos todo el día, un gran almuerzo en el centro, no tener preocupaciones. El domingo es un día solar, alegre, juguetón. Por eso mi carácter verdadero debería ser así. Yo me gozo mucho la vida. Me río mucho, hago muchas bromas, digo chistes, soy optimista, y creo que el bien puede vencer al mal. Es que me llamo Li M'in.

Mi padre tardó algunos días en ir a la municipalidad a registrar mi nombre. Cuando llegó, el secretario municipal le dijo:

-¿Qué nombre le piensa poner a su hija?

-M'in

El secretario no estaba acostumbrado a oír un nombre como ese. Arrugó el entrecejo, movió los bigotes, se ajustó las gafas y le contestó.

-Ese nombre no existe, Señor Vicente (porque mi papá se llamaba Vicente).

Se pasaron toda la mañana discutiendo. "Sí existe", decía mi papá. "No existe", decía el secretario. Hasta que al final, con tal de cumplir con la ley, mi papá cedió. "Muy bien, M'in no existe. Entonces, ¿qué nombre le pondrems?

El secretario se levantó de su silla y fue a examinar el calendario, que no era de ese año, pero tenía bonitas ilustraciones y, lo que era más importante, tenía los nombres de los santos de cada día.

-Se llamará Rigoberta, porque nació el día de San Rigoberto. Sentenció el secretario. Y a partir de ese momento, me llamé Rigoberta.

Mi papá regresó a la casa con la verdad de que yo había cambiado de nombre. 

-¿Y ahora cómo se llama?. le preguntaron.

-Ahora se llama Rigoberta. Todos se quedaron desconcertados.

Entonces trataron de pronunciar mi nuevo nombre. Pero es un nombre un poco largo. "Ri-go-ber-ta" es tan largo como el camino que lleva a la ciudad. Por eso me comenzaron a llamar "Beta" por aquí, "Beta" por allá. Otros me decían "Tita". Cuando se cansaron regresaron a mi nombre de antes: "Laj M'in". Y en casa todos me llamaban "M'in".




 

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