sábado, 3 de febrero de 2024

Cielo entelado, de Marion Canales Jofré

           

Acabo de terminar la lectura de Cielo entelado, un poemario de Marion Canales, poeta de la provincia de Talagante, en la Región Metropolitana de Santiago, que a través de la editora local El Otro Cuarto nos presenta esta obra que, con sus 96 páginas, se instala ante nuestros ojos como un conjunto de poemas que nacen de hechos cotidianos que en cada verso presenta imágenes y situaciones que se hacen reconocibles en la experiencia de vida de quienes habitan por esta zona.

La provincia de Talagante, en su mayoría, es un territorio rural donde aún subsisten vastas áreas de campos con cultivos agrícolas y crianza de animales de granja. Los lugares en los que se sitúan los poemas, los paisajes mencionados y descritos, incluso las costumbres y hasta la locomoción rural de la zona -apodo incluido- aparecen nítidos en la esencia vital de estos poemas.

La obra, dividida en tres partes: “Cielo entelado”, “Puentecántolas” y “Hojas de higuera”, parece más bien tres libros reunidos en un solo poemario, ya que cada uno intensifica ambientes distintos. Cielo entelado, nos habla de la experiencia y niñez en la casa de la abuela paterna, Puentecántolas, corresponde a los sueños de la hablante lírico, pero son sueños donde lo onírico sólo se queda en el nombre, puesto que los versos siguen siendo tan reconocibles, y diáfanos como si estuviera despierta. Finalmente, en “Hojas de Higuera”, a partir de la imagen de este árbol (con tanta carga emotiva y poética, desde Jesús, hasta la inmortal Juana), el paisaje cotidiano va abriendo paso a una reflexión más íntima, dejando entrever la mirada más profunda respecto de la realidad, su entorno y proyección, como aprendiendo a ver a través de las hojas de esa higuera. Sin embargo, pese al hecho de ser tres libros reunidos en uno, la amalgama es perfecta, se ensamblan completamente y el poético trío configura un todo coherente en su vuelo poético, en el entorno que describe y en las imágenes que configura.

En su conjunto, como ya dije, la obra es profundamente autobiográfica, parte en los recuerdos de niñez y juventud en la casa de la abuela, sus versos proyectan la felicidad de aquellos años, van mostrando costumbres campesinas y revelan el entorno rural en que se anidan los recuerdos. Animales de casa y granja como gallos, gatos y vacas. Las aves tan comunes en los territorios campesinos, son poetizados o parte de ese gran poema que es libro. No obstante, hay algo que va más allá de lo puramente bucólico: el desapego y la presencia de la muerte también surcan la obra con notable persistencia. De hecho, la expresión “cielo entelado” es una metáfora de una expresión casi en desuso: “ojos entelados” que se aplicaba cuando una persona dejaba traslucir en sus ojos la cercanía de la muerte.

La mayor parte del poemario se alza como el testimonio de un mundo que retrocede, aunque la provincia de Talagante sigue siendo muy rural, cada día van desapareciendo hectáreas y hectáreas de campo compradas por las inmobiliarias que en meses levantan villas completas, donde los amplios patios de las antiguas casonas, se cambian por minúsculos espacios de  3 x 3 metros. Cielo entelado no sólo es el recuerdo vivo y aún reconocible de la esencia de las gentes y lugares de esta provincia, sino que también el testimonio vivo de lo que pronto dejará de ser.

Obra notable, que debe leerse con reposo, para ir palpando, saboreando, gozando y disfrutando de estos bellos versos, donde no solo está presente el paisaje actual y pasado de esta zona rural, sino que también hay tiempo para la reflexión y hasta para el humor (notable el poema dedicado a la “Rompehuesos”, típica línea de microbús local que recorre toda la provincia).

En definitiva, Cielo entelado es un poemario vivo, bello y altamente recomendable.

Para concluir, dejo algunos dejo algunos versos de este bello poemario para que los disfruten:

De cielo entelado:

Crianza del desapego

 

Mi abuela no me enseñó a cocinar pero sí a hacer fuego

y hervir la ropa en un tarro lavandero que me llegaba a la cintura.

No me enseñó a picar verduras pero sí a plantarlas con una oración

en la boca abierta de la tierra. Mi abuela María

Mamita Vieja para todos los nietos: mi mami.

Cobraba pensión de viudez menor que la pensión de gracia

ahora solidaria ahora pensión garantizada universal

—mi pensión—.

Aseguraba primero el alimento y la ponedora para sus aves de corral

luego el saco de harina la grasa de empella y levadura

azúcar sal mate y té de hojas

y su infaltable paquete de cigarros Hilton.

Eran trueque gallinas huevos verduras y frutas de nuestro huerto

por la doble lista de artículos

imposibles de cubrir con su salario de muerte.

Mi primer trabajo remunerado

fue limpiar un jardín infantil a los catorce años

por las tardes después del liceo.

El pago del mes pagó su queso maduro.

Lo comía a trocitos y lo escondía en un paño

aroma a jabón gringo y agua de manantial.

Los hijos e hijas que trajo al mundo nunca la abandonaron.

Era reina el día de la madre

el de su nacimiento y el de la Virgen junto a todas las Marías.

La llenaban de alegría obsequios caricias atuendos.

Todos en torno a ella reunidos.

Abría sus regalos y uno a uno iban saliendo artículos de lujo

su cajita de carey rosa con los polvos Laurenne

medias gruesas color carne para esconder las várices de la crianza

su perfume Tabú

un par de aros de oro para iluminar la pobreza.

Mi regalo son poemas a solas con luz de vela.

Me dice que me acueste que ya es tarde

que se me van a entelar los ojos.

Me sigue oyendo escribir estas líneas.

Me habla en sueños.

Nos vamos a dormir abrazadas

porque aún tengo miedo a las sombras

que se pasean por las blancas paredes de adobe.

Mi abuela me crio para acompañar su vejez.

Yo abandoné el hogar a los dieciocho años.

 

Hermano

 

¿Amanece también ahora

en su luminosa presencia hermano mío?

¿Amanece?

¿Cómo podría amanecer si solo hay luz?

me dirás moviendo la cabeza

con tu enorme sonrisa.

Tal vez si pudieras también

me abrazarías con tu gran corazón

pegado a mi oreja

haciéndome oír lo que no dicen tus palabras.

Estás en un cielo maravillado y en paz.

Me dicen que el tiempo en ti no transcurre

que eres libre de ir y venir

y descubres esto como un niño.

Las personas que se aman se reencuentran

¿cierto?

           Entonces bien. Todo está bien.

Solo quítame esta tristeza de no verte

Solo quítame esta tristeza de no verte 

             por algún tiempo 

                                      por nosotros 

por nuestro consuelo.

No nos dejes en el vacío de tu ausencia.

Enséñanos a vivir contigo sin ti

cada día de nuestras vidas.

Yo hablaré del hermano que eras

hasta volvernos a encontrar.


El viaje

Voy viajando a bordo de una micro de color viejo.

Por dentro el camino más corto es la esperanza.

Demoledor el autobús nos comienza a dar

bate bate chocolate unos con otros que ya cae

al suelo quien durmiendo a la orilla

no se puso el cinturón ni se agarró del fierro.

Por la ventana corren las vacas del paisaje.

Les siguen postes de alumbrado público

cercos otoñales gallinas y caballos

todos corriendo en dirección contraria

más rápido que la misma Rompehuesos.

Esta micro se pone cariñosa

al detenerse ronronea. Así cualquiera viaja.

Vengan más Rompehuesos color naranja.

 

De Puentecántolas:

 

Sueño 12

Irse a dormir sin haber tomado sopa no es dormir.

 

En cada verso una sopa

en cada brócoli un sol

zapallo papa cebolla

cosecha en letra mayor.

Y si todo está muy seco

remojamos el pescuezo

con zumo de cerezos

o agua perra de limón.

 

De Hojas de higuera:

 

1

 

Leo en hojas de higuera:

flor y fruto no son lo que aparentan

capullos de higo

dulzor de su aspereza.

 

2

 

El río suave en sus orillas

besa la tierra que lo contiene

penetrándole humedales.

 

3

 

Humedal es más que condición

microclima más que sistema.

Hay espíritus naciendo del lodo

como hijos nacidos del amor.

 

4

 

Arrasas con tu maquinaria humedales

sembrando espanto y dolor.

Es tu trabajo dices.

La vida hace lo mismo contigo.


prof. Benedicto González Vargas

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4 comentarios:

  1. Marion Marion....paseo de piedras al Sur del mundo, soy la niña de tu campo, tambien con mi abuela, dos mas dos, nuestras abuelas...emprendo mi vuelo, tomo tu mano....me siento libre en tu poesia...eres un Alma Grande como tu Cielo...

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    Respuestas
    1. Gracias por detenerte a leer y comentar, gracias por este bello y poético comentario. Me hubiera gustado que dejaras tu nombre...o eres Marion? Como sea, hermoso texto. Gracias!

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    2. Yo soy Marión.
      ¡Cómo escribirme a mí misma, en un comentario público!.
      Sin duda Benedicto, quien escribió ese hermoso comentario también tiene una exquisita sensibilidad. Y parece que, como yo, desconoce el manejo de esta plataforma. No sé como poner mis datos.

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    3. Gracias, apreciada Marion, por estar en este espacio que desde hace 20 años viene hablando de libros, poesía y educación. Nuestros lectores agradecerán tu presencia acá en esta sencilla reseña a tu bello poemario. Y respecto de la plataforma, lo hiciste perfecto, siempre se puede escribir el nombre en algún rinconcito del mensaje que queremos dejar. ¡Muchas gracias!

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