José
Joaquín Brunner acaba de publicar en su blog
y en La Tercera este interesante artículo que invito a Uds. a leer:
"El sentido común y la evidencia empírica
acumulada concluyen que el desempeño de los directores es un elemento decisivo
para el éxito de sus colegios. Difícilmente una escuela puede ser efectiva si
su cabeza falla, es incapaz de articular y transmitir una visión, de fijarse
metas, inspirar a los profesores y alumnos o si no reconoce sus carencias y
asume responsabilidad por los resultados de la organización. Cuando el centro
rector no funciona, las cosas se desarreglan y el funcionamiento colectivo decae.
Pues bien, una reciente encuesta de la Universidad Central, aplicada a 144
directores de colegios municipales, privados subvencionados y particulares
pagados, permite formarse una idea de cómo el estamento directivo de nuestros
colegios se percibe a sí mismo y evalúa su rol, competencias y desempeño.
De
entrada llama la atención la demografía de este estamento: 69% de los
directores encuestados tiene 50 o más años de edad; un 22% más de 60. Algo más
de un tercio lleva cinco o más años a cargo de su establecimiento; un 14%,
veinte o más años. Estamos, por tanto, frente a un estamento envejecido y con
baja rotación. Los directores entre 31 y 40 años son apenas un 5% de la muestra
y aquellos de renovación más reciente, con menos de un año en la función, un
10%.
El grado de participación que declaran tener en dos aspectos fundamentales
muestra notorias diferencias según tipo de establecimientos. En el caso de
escuelas y liceos municipales, sólo un 7% considera que su participación en la
elaboración del presupuesto institucional es alta o muy alta, y un 16% en lo
relativo a la selección de su equipo docente. Estas cifras se incrementan a un
47% y un 86%, respectivamente, entre los directores de colegios subvencionados
y a 76% y 93% entre los directores de colegios pagados. Sin duda, los
establecimientos municipales están en desventaja debido a su menor autonomía y
a las limitaciones del Estatuto Docente.
En cambio, la percepción que los
directores poseen sobre sus propias competencias es notable. Tres de cada cuatro
se autocalifican con notas 6 ó 7 en cuanto a sus cualidades para comunicar con
claridad ideas, manejar conflictos, trabajar en equipo, realizar las labores de
planificación institucional y pedagógica, tomar decisiones y apoyar la
implementación curricular.
Asimismo, manifiestan un alto grado de conformidad
con los logros obtenidos por sus alumnos. En promedio, 74% se declara conforme
o muy conforme: 93% en el caso de colegios particulares pagados, 80% en los
privados subvencionados y 51% en los municipales.
A la luz de los resultados
del Simce, y de pruebas internacionales como Pisa, estos niveles de conformismo
carecen de cualquier justificación. Lo mismo vale para la incidencia que los
directores estiman tener en los resultados de aprendizaje de sus alumnos. Sólo
un 4% considera que su propio rol es el factor más influyente y, más
sorprendente aun, sólo un 4% adicional cree que el elemento decisivo es la
calidad de la escuela o liceo.
En suma, la escena que aparece es poco
alentadora. Directivos más bien envejecidos, con escaso rejuvenecimiento de la
función, que cultivan una estupenda autoimagen, se hallan conformes con el
(insatisfactorio) rendimiento de sus colegios y no se atribuyen (casi)
responsabilidad alguna sobre los logros de sus alumnos.
Para avanzar en el
mejoramiento de la educación se requiere romper con esta inercia
autocomplaciente instalada en el vértice de los colegios y acometer seriamente
la formación de futuros directores".
Indudablemente es un llamado de
atención sobre un punto del que se habla poco, pero es muy importante
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