Nuestro amigo Ralph Barby, notable escritor español de relatos
de ciencia ficción y horror, participó hace algún tiempo en un foro organizado
por la Asociación ¡Ábrete Libro! con una ponencia sobre qué debe hacer un
escritor de fantasía y terror para cautivar a sus lectores. El texto,
interesante por ser la opinión de un exitoso escritor del género, nos permite
iluminarnos respecto del proceso creativo de este tipo de obras. Por eso lo
reproduzco in extenso:
Ponencia de Ralph Barby en el Foro
Lo que se debe exigir a un autor, a un creativo de la Fantasía y el Terror
es... Hacer creíble lo increíble.
El receptor, el espectador, lo mismo de
literatura, de cómic, de TV o cine, frente a una historia increíble, irracional
desde todas las ópticas, imposible de ser veraz, debe consumirla como si fuera
real. El lector no ha de mentirse a sí mismo, debe quedar atrapado de tal forma
que se olvide de su entorno real. Sus sentidos se han de excitar y sus
sentimientos han de saltar incontrolados. Si no se sumerge en la historia de
tal manera que ni siquiera piense que lo que está consumiendo es irreal, el
autor no habrá conseguido el objetivo final de su obra.
Pero, comencemos desde
la noche de los tiempos.
Como ya se ha dicho, "no es que tengamos un cerebro",
es que somos un cerebro. Todo lo demás, lo que llamamos ser humano, lo que
constituye el ser físico conocido como "homo sapiens-sapiens", está a
disposición de ese órgano llamado cerebro para que pueda vivir y desarrollar
sus funciones y potencialidades, y lo más importante, lograr su evolución
progresiva. Partamos de la base evolucionista y no la creacionista, porque el
cerebro, como lo tenemos hoy, no surge de forma espontánea, prácticamente de la
nada. La unión de las células neuronales fue construyendo seres vivos dentro
del reino animal. No voy a extenderme en precisiones desde la aparición de los
protozoos y los siguientes seres, daré un salto en el tiempo, hasta el Reptil,
y lo escribo con mayúscula porque esta especie animal es la base del núcleo del
cerebro. Podríamos ir más lejos en el tiempo, pero es que los reptiles, "per
se", ya tienen facultades de defensa y ataque para subsistir. De estos seres,
tenemos determinados procesos de comportamiento que el actual "homo
sapiens-sapiens" podrá controlar o no. El núcleo "R" (reptil), es depredador y
carece de sentimientos, pero del reptil se evolucionó en algunos casos al
mamífero. Envolvimos ese núcleo "R" con la masa neuronal siempre evolutiva de
lo que hemos dado en llamar "límbico": El cerebro sigue siendo un ente
depredador para lograr su subsistencia y al tiempo es defensivo para protegerse
y progresar evolutivamente. El "límbico" ya tiene sentimientos. Es evidente que
en las distintas especies de mamíferos los sentimientos alcanzan diferentes
grados y tampoco son iguales ni poseen la misma intensidad, pero en ellos ya
está el goce, el placer, el miedo, los celos. En el "límbico" ya tenemos la
posibilidad, el riesgo de generar muchos problemas de convivencia y
sociabilidad que no sabemos hasta donde pueden llegar, problemas que lógicamente
no son los mismos para cada especie animal ni siquiera para cada individuo en
particular.
Sin tratar de hacer un estudio al respecto, pero sí para trazar
unas líneas generales, he de referirme a la MEMORIA, un tema complejísimo ya
que podríamos referirnos a distintos estadios de memoria. Imposible hallar una
analogía total, pero como ejemplo nos sirve una computadora, que puede tener
Memoria externa, Memoria de disco duro, (dentro de la memoria del disco duro de
una computadora pueden haber varios discos duros), Memoria RAM y quién sabe qué
memorias de virus informáticos y troyanos que podríamos denominar "Memorias
complejas no controladas". Bien, todo esto lo encontramos dentro de una
computadora normal, personal, pero el cerebro de un mamífero es mucho más
complejo. Si observamos a dos perros, incluso de la misma raza, veremos que si
bien tienen temores y respuestas muy similares, también tienen reacciones
diferenciadas según el adiestramiento recibido, y no se olvide que el
adiestramiento no es ni más ni menos que la fijación de una memoria. Ante un
petardo, un ladrido, la presencia de un automóvil, unos animales se asustan o
se enfurecen más que otros, se dice que es el carácter, pero también está la
memoria. ¿Qué miedos ha heredado? ¿Se puede creer que el cerebro de un cachorro
mamífero está totalmente en blanco al nacer?
El miedo, los miedos, están
relacionados con los sellos de la memoria de cada individuo:
- Memoria
primigenia que puede haberse transmitido desde la noche de los tiempos, incluso
desde hace millones de años.
- Memoria de homínidos, podría llegar a ser de
cientos de miles de años.
- Memoria de los Pitecantropus erectus
- Memoria del
Homo sapiens-sapiens prehistórico.
- Memoria del ser Humano ya con cultura
iconográfica y escrita.
- Memoria de tribu y de clan.
- Memoria familiar.
- Memoria cultural y ambiental propia del individuo educado esco-lásticamente,
sea teocráticamente o no.
Y unas memorias se añaden y suman a otras, se
amalgaman.
En las estanterías de una gran biblioteca se alinean cientos de
miles de volúmenes. Muchos de ellos, aunque contengan textos importantes, es
posible que nunca sean consultados. En nuestra compleja acumulación de memoria,
habrá temas que jamás saltarán al primer plano de nuestra consciencia, y otras
memorias, aparecerán como fogonazos. No trato de decir que esos fogonazos de
memoria sean transmisiones exactas del sello memorístico inicial o por poner
una sencilla analogía y volviendo a los libros de las estanterías, si extraemos
una sola página de uno de esos libros, en nuestra mente y de forma
involuntaria, lo que puede ocurrir es que esa página salga mezclada con partes
de otras páginas, por ello podemos soñar o asustarnos mentalmente con una
especie de monstruo, dragón o ser diabólico que jamás hemos visto y que tampoco
ha existido. Como ejemplo tenemos los mitos del terror más socorridos, Drácula
o el Hombre lobo. ¿A qué ha temido más el mamífero, es decir, nuestra mente "límbica"? Pues a ser devorado, a pasar a convertirse en parte de la cadena
alimentaria del reino animal. Hay que fijarse en los grandes colmillos del
hombre lobo o los colmillos incisivos del diabólico Drácula: Uno devora de
forma bestial, grosera, y el otro, más evolucionado, más refinado, te clava los
colmillos para succionarte la sangre. Y si a ese monstruo vestido elegantemente
le añadimos que a sus víctimas las condena a vivir eternamente como cadáveres
vivientes y diabólicos, ya hemos conseguido la amalgama de la memoria del
miedo: Memoria concreta de "límbico" (miedo a ser devorados), unida a la
memoria religiosa del neocórtex. Podemos aludir también al monstruo del Doctor
Frankenstein de Mary Shelley, el cual representa a la muerte y a la
imposibilidad de regresar del más allá porque entonces la vida sería
monstruosa, representada en el propio mito. La autora pretendió con su obra que
cogiéramos pánico a ese regreso después de la muerte. De lo que no se dio
cuenta era de que había escrito la inaugural y más importante historia sobre el
transplante de órganos, pues lo que el Doctor Frankenstein realiza es un
multi-transplante. La autora dejó claro que tenemos un cerebro, y ya hemos
precisado que "somos un cerebro". En su mito, el error fue que el ladrón se
equivocaba de cerebro, y ahí sí que la historia precisa que el cerebro es lo más
importante. Mary Shelley nos dice que regresar de la muerte es monstruoso y que
debemos verlo como una situación terrorífica.
El cerebro es el todo, pero su
complejidad es tan grande que pueden producirse situaciones en que una parte
del cerebro engaña a la parte consciente dominante. El equilibrio es el dominio
del consciente sobre el subconsciente, pero este equilibrio que hemos llamado "Razón", con mayúsculas, puede romperse lo mismo de forma esporádica y rápida
que en estado permanente, casi podría decirse que irreversible. En estos
últimos casos entraríamos en las psicopatías, pero en el mundo de la ficción
literaria, el aterrorizado no suele ser el psicópata sino la víctima del
supuesto enfermo mental (que no tiene por qué ser siempre maligno, es decir,
causante de males).
Los momentos de terror, pavor, pánico, estupor, miedo,
etcétera, según grado y momento, pueden dividirse en dos grupos principales que
podrían subdividirse o ser una mezcla de ambas partes. Esos grupos son:
El
racional.
El irracional
El racional, justificable y controlable. Delante de un
animal predador como un gran felino, un gran reptil constrictor, un escualo que
busca su alimento o frente a otro ser humano armado que trata de matarnos,
dañarnos o torturarnos y ante el que nos hallamos en inferioridad física,
sentiremos miedo, un miedo racional.
El filósofo Rousseau nos pudo decir que "la bondad del hombre es infinita", aunque en su caso, las palabras no
correspondieran a su vida personal, paradojas de muchos personajes célebres en
las distintas artes, pero podríamos contraponer otra frase al filósofo: "La
maldad del hombre puede ser infinita". Todos poseemos esa dualidad del bien y
del mal que Stevenson reflejó en su obra El extraño caso del doctor Jeckyll y
mister Hyde. Deduzco que el gran escritor creó el laboratorio secreto del
doctor Jeckyll para que los lectores absorbieran con más facilidad y sin
sentido de culpabilidad su parábola, porque no es necesario ningún laboratorio
secreto para transformar al supuesto hombre bueno y honesto en un monstruo como
Mister Hyde, basta con ponerle un uniforme sea de la clase y el color que sea,
no importa la ideología y tampoco importa que pueda tratarse de una guerrera,
un sayo, una sotana o una bata blanca, basta con impregnar de poder ese
uniforme y darle protección e invulnerabilidad frente a una supuesta justicia.
Si llega el momento de las acusaciones, siempre podrán alegar "obediencia
debida a los mandos, a los superiores o a las ideologías". Pero no es cierto,
la causa será su maldad desencadenada, esa maldad que todos debemos mantener
bien sujeta dentro de nuestras mentes, evitando que despierte. Como dirían en
la mitologías mediterráneas, "no abráis las jaulas de los terribles monstruos,
porque si escapan nos devorarán y será muy difícil volver a encerrarlos sin que
hayan causado una gran devastación". Dejando aparte los sentimientos y
emociones básicas del límbico, la FELICIDAD y la INFELICIDAD, el estado de
gracia o de desgracia, son sentimientos culturales; en consecuencia, la génesis,
el desarrollo y los efectos de muchos de los miedos también son culturales. En
realidad, el miedo racional dentro del mundo de la ficción, sea literatura,
cómic o cine, por su temática y técnica, es más propio de la novela negra o de
aventuras. Hay autores que, en la creencia de que causarán más terror a sus
lectores, sí se recrean en la descripción minuciosa de las torturas, el "gore".
Si el narrador, con sus descripciones, en vez de hacer pasar miedo o un buen
rato de desasosiego al lector o espectador lo que consigue es que disfrute, si
como vulgarmente se dice "le pone", es que ha despertado la maldad que lleva
dentro, es el equivalente a un espectador de "snuff movie". Estos espectadores
no es que pasen miedo, es que se complacen con el sufrimiento y la tortura del
prójimo y si encima hay escenas sádico-sexuales, mejor que mejor para ellos. En
las ejecuciones públicas del pasado, muchos de los que acudían a presenciarlas
en realidad iban a pasarlo bien, a excitarse, no sólo la gente de la plebe, sino
también los personajes importantes que incluso las ordenaban. Y si la persona a
ejecutar ahorcada o quemada viva era una mujer joven y hermosa, tenía más
público. Más tarde, las conciencias siempre quedaban tranquilizadas porque se
solía decir "se ha hecho justicia", aunque eso sólo fuera un sofisma. Creo que
no es ese el buen camino para el escritor de fantasía y terror, a menos que se
trate de un historiador que describa hechos sucedidos para exponerlos y que no
vuelvan a suceder; otra cosa es la literatura, la ficción, incluso en parábolas
o hipérboles.
Miedo irracional: Este es el verdadero nódulo de las historias de
terror puro.
Las memorias que pueden influir en nuestros miedos irracionales no
tienen porqué ser extensas en el tiempo y tampoco precisas en los hechos
causales, tampoco selectivas para el consciente del individuo último que las
sufre o disfruta, según situación y opinión. Ni siquiera seres salidos del
mismo vientre materno tienen porqué tener las mismas memorias acumuladas a
través de las especies animales, de los antecesos, de los ancestros y de las
razas de los homos sapiens-sapiens. Hay personas que creen haberse reencarnado,
haber sido personajes de otros tiempos, vivido en otras épocas; más bien podría
decirse que quizás han heredado memorias de seres que han vivido con
anterioridad, porque esos posibles recuerdos no verifican que hayan vivido
otras vidas. Siempre somos seres nuevos, pero con memorias acumuladas de forma
aleatoria e impredecible. Todos guardamos memorias ancestrales, pero unas
pueden ser más precisas que otras. Todas las religiones sin excepción
(incluiremos también los brotes sectarios religiosos que nacen, alcanzan escaso
desarrollo y desaparecen), han fabulado creando seres increíbles, mitos,
espectros, fantasmas, mezclas de hombres y animales, bestias de iconografías
satánicas, etcétera. Y según las impresiones memorísticas heredadas y recibidas
en nuestra educación ambiental, unas personas resultarán más afectadas que
otras ante una situación irracional. Hay personas que ante estos destellos
memorísticos, que algunos denominan instintos básicos, reaccionarán con más
frialdad o excitación según coincidan con los sellos del miedo impresos en sus
neuronas memorísticas.
El autor/a de historias de Terror, de Fantasía irracional,
debe rebuscar en lo más hondo de su subconsciente, debe ser sincero si quiere
transmitir lo que él siente al escribir la historia. Luego, el receptor de la
narración, según su herencia de los sellos del miedo a que hemos aludido,
recibirá el impacto del terror o no. El autor, con una sola historia, no tiene
por qué coincidir con todos sus lectores, ni siquiera con la mayoría, y no
coincidir con esa mayoría no significa el fracaso de la narración. No es lo
mismo contarle una historia de Terror a un chino de Shangai que a un sueco o a
un masai. Todos tenemos los sellos memorísticos más lejanos y elementales en la
herencia de los ancestros, es decir, terror a ser devorados, temor a las
garras, a los grandes colmillos, simbolizados en un cuchillo, en un arma
blanca, pero las diferencias culturales y religiosas añadirán en cada individuo
diferentes sellos memorísticos. Si el autor/a es prolífico y posee un buen
acceso al subconsciente para encontrar más memorias ancestrales y amalgama
mitos y monstruos, irá coincidiendo más y más con lectores capaces de olvidar
la realidad de su consciente para sumergirse en la irrealidad del terror que le
ofrece el creativo, que suele aunar a la profesionalidad de una técnica y un
oficio de la narración un subconsciente muy especial.
Ahora, amigo lector/a, te
sugiero que enciendas una lamparita de sobremesa, si tiene vieja pantalla de
pergamino, mejor. Cierra las ventanas, encaja tu cuerpo en una cómoda butaca,
abre el libro seleccionado, deja que las yemas de tus dedos resbalen por el
papel pasando hojas y que tus ojos absorban las palabras como succionándolas.
Espera a que esas palabras golpeen con impulsos bioeléctricos sobre tus
neuronas despertando las memorias que tu consciente ignora que posees y
luego.... Si aparece el miedo, si sientes un hilo de sudor frío por tu
espinazo, no olvides que los fantasmas, los espectros, los fenómenos
inexplicables que pueden aterrorizarte, sólo son reflejos, creaciones de tu
poderoso cerebro. ¿Comienzas ya a sentir que tus cabellos tienen raíces, que tu
respiración asume otra cadencia, que tus ojos se apartan de las páginas del
libro para mirar en derredor, casi a hurtadillas, tratando de descubrir algo,
no sabes qué, entre las sombras que te rodean? A partir de ahora, lo increíble,
lo irracional, lo imposible... será una verdad irrefutable para tu mente.
Como puede apreciarse es una lúcida reflexión que además nos comparte el secreto
de este tipo de obras: recurrir a nuestra propia memoria y al miedo en ellas
almacenado. Me voy a tomar un rato para analizar más profundamente las
opiniones de Barby en un artículo más analítico respecto de su opinión.
prof.
Benedicto González Vargas
Otros Artículos relacionados con
Ralph Barby: Los
Hijos de Selene, de Ralph Barby
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.