Hoy se reconoce universalmente que la creatividad es una capacidad que
puede estimularse y desarrollarse en algún grado en todas las personas.
Este hecho hace que para la educación revista un desafío de primera
magnitud poder desarrollar las capacidades creativias de los
estudiantes, pero para ello hay que cambiar algunas prácticas
tradicionales, anquilosadas, demasiado arraigadas en los ambientes
escolares.
No es exagerado decir que hoy, como nunca antes, la educación es una
actividad fundamental para el futuro de las personas y las sociedades.
En este mundo cambiante en el que les corresponderá vivir a las actuales
y futuras generaciones de estudiantes, es la educación orientada a
desarrollar y estimular la creatividad la que responde mejor a las
exigencias actuales.
En efecto, una escuela que sigue enseñando métodos
sólo para reproducir lo anterior, no está en el camino
correcto si quiere preparar adecuadamente a sus alumnos. En cambio una
escuela que prepara a sus estudiantes para reflexionar sobre los cambios,
apropiarse de ellos, relacionar la información que poseen con sus
percepciones e intereses y actuar en consecuencia modificando las
respuestas habituales, es una escuela que verdaderamente prepara para la vida moderna.
Se requiere, por lo tanto, un tipo
de educación verdaderamente creativa que permita aprendizajes tales que
incorporen la creación, la producción de nuevo conocimiento, de nuevos
métodos, la identificación de nuevas aplicaciones.
Una creatividad que permita un aprendizaje con proyecciones prácticas.
Podemos ser, incluso, un poco más pesimistas respecto del futuro de la
escuela tradicional: debería tender a desaparecer debido a las múltiples
posibilidades educativas laterales que proporcionan hoy las tecnologías digitales, las redes sociales y las facilidades comunicativas globales. Dice Ricardo López que no sería extraño asistir en el futuro cercano a "un progresivo perfeccionamiento de mecanismos diferentes a los tradicionales para resolver la demanda por educación".
Por esta razón es importante que los planificadores educacionales, las
autoridades ministeriales que van regulando los currículos académicos y
los propios docentes entiendan que los estudiantes deben enfrentarse a
problemas en los que resuelvan satisfactoriamente algunas tensiones
propias del mundo moderno, donde componentes aparentemente contrarios
deben ser armonizados en un trabajo
único e integral. Ya he hablado antes de parejas tales como
prudencia/riesgo; competencia/colaboratividad; fantasía/lógica;
convergencia/divergencia; cognición/emoción; planificación/flexibilidad,
etc. Todas estas dicotomías deben ser puestas a prueba guiando a
nuestros estudiantes a resolver problemas haciéndose cargo de ellas sin
anular los extremos opuestos. ¿Difícil? ¡No, creativo!
En un mundo etable
no se requiere tanta creatividad, sólo se necesita reproducir los esquemas de
conocimiento probados a través de las generaciones. Pero sabemos que ya
no vivimos en un mundo así. Hoy ya no basta con el capital y la tecnología
para tener éxito, requerimos además información y conocimiento,
requerimos habilidades para convertir ese conocimiento en algo
productivo y necesario.
La invitación es, entonces, a dar el gran salto. Y como siempre
sostengo, ese salto debe venir desde las propias aulas, no detenernos a
esperar que las autoridades lo implementen.
prof. B. Andrés González Vargas
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