En su libro La Creatividad
el profesor Ricardo López recuerda el caso de la fatal expedición de
Robert Scott al Polo Sur. Durante el viaje de regreso, luego de alcanzar
el polo, el teniente Evans enfermó gravemente y Scott decidió llevarlo,
pese a que el clima ya no favorecía el regreso. El lento viaje de la expedición arrastrando a Evans hasta que éste murió provocó que la expedición se encontrara con tormentas de nieve
que hicieron imposible la marcha. También enfermó el capitán Oastes,
que igualmente fue trasladado apenas por sus compañeros y quien murió
pronto. Los expedicionarios quedaron sin alimentos y murieron a sólo 15 kilómetros del refugio que les hubiera salvado la vida.
Scott, hombre
brillante, que en su vida había dado muestras de sobrado talento y
creatividad, seguramente tuvo más opciones. De hecho, abandonar a los
enfermos y salvar al resto era la medida que hubiera provocado menos
bajas, pero así como ya se ha dicho que la creatividad no surge de la
nada, también se debe señalar que tampoco existe en la nada, hay un
contexto valórico que debe sostenerla.
El recuerdo de la muerte de Scott y su expedición, trajo a mi memoria
el ejemplo del sargento chileno Luis Monares, atrapado en una tormenta
de nieve junto a jóvenes reclutas, hizo lo imposible por salvar sus
vidas y gracias a él muchos llegaron sanos al refugio. Sin embargo, 44
jóvenes soldados chilenos, de 18 años, y el heroico sargento nunca
pudieron llegar y fallecieron en la tormenta de nieve. La decisión del
sargento fue quedarse con su tropa. El resto de los suboficiales y oficiales,
salvaron con vida, pues salieron antes hacia el refugio. Ciertamente,
el sargento Monares tenía los privilegios para salvar su vida ordenando a
algún cabo subalterno guiar la tropa en medio de la tormenta próxima.
Él eligió mantenerse en un contexto valórico a riesgo de su vida.
En ambos casos reseñados, la pérdida de tiempo fue fatal, pero el valor
de la vida humana está por sobre las consideraciones de eficiencia.
La lealtad, la amistad, el sentido del grupo y el cumplimiento del
deber a veces entran en conflicto con la eficiencia y la eficacia y
sólo una respuesta desde los valores humanos explica estos actos que
para algunos son sólo heroísmo ciego.
Por otra parte, hay excesos de creatividad que, sin mirar la destrucción
que provocan a la vida (no sólo humana), igual impulsan productos o
métodos que hacen daño. Estoy pensando en las bombas
que se lanzaron en Hiroshima y Nagasaki (qué científicos tan creativos
las diseñaron), en las bombas de racimo de Industrias Cardoen en la década de los 80, en los
lanzallamas de la Primera Guerra Mundial,
en los científicos creadores de armas químicas, pero también en
aquellos que instalan sus tecnologías a sabiendas que dañan el medio
ambiente.
Me viene a la memoria el caso de un personaje creativo e incomprendido a
la vez, alguien que hizo algo en sentido positivo, con noble intención y
que si analizamos el caso, sí fue un acto verdaderamente humano. La
memoria colectiva, sin embargo, no trata bien al Dr. Guillotin, inventor
de la guillotina.
¿Por qué un acto humano? Este médico vio el sufrimiento de los
condenados a muerte en Francia cuando los verdugos no asestaban bien el
golpe o tenían el hacha sin filo. Imposibilitado de evitar las muertes,
Guillotín buscó la forma de evitar el dolor con un golpe certero que no
fallara nunca. Más que el peor de los verdugos, fue un hombre que en su
contexto histórico, con sus conocimientos médicos, actuó con creativa
misericordia.
Durante los últimos años hemos asistido a desarrollos creativos sin
adjetivos, donde la competencia y el éxito personal
mezquino importan más que la dimensión valórica. ¿Está la escuela
fomentando debidamente esa dimensión ética? ¿Está preparando a nuestros
estudiantes del siglo XXI para vivir este mundo cambiante con una
creatividad emprendedora sólidamente fundada en valores morales?
Todo acto creativo tiene una dimensión práctica y una valórica, en
resolver esa delicada ecuación se encuentra, probablemente, la clave de
un emprendimiento creativo verdaderamente positivo.
prof. Benedicto González Vargas
Anónimo, dice:
ResponderEliminar9 diciembre 2010
Felicidades por compartir tus conocimientos de forma tan clara y objetiva.
prof. Benedicto González Vargas, dice:
Eliminar10 diciembre 2010
Gracias por tu amable mensaje!
Benedicto