miércoles, 30 de noviembre de 2016

Cambalache, de Enrique Santos Discepolo

Hay obras  artísticas que superan con mucho los límites e intenciones estéticas que sus autores buscaron, constituyéndose en verdaderos íconos culturales. Si a esto se úne una masiva aceptación, una identificación generalizada con las ideas, conceptos y situaciones que muestra y, además, una suerte de hechos históricos conmovedores, incluso que aún no se han presentado al momento de la creación artística, estamos en presencia de una obra inmortal e inolvidable. Eso creo que ha ocurrido con este tango hermoso y doloroso que es Cambalache.


El siglo XX, desde sus albores, se caracterizó por grandes avances científicos y tecnológicos que auguraban mejores condiciones de vida para la humanidad. Sin embargo, a muy poco andar, nos dimos cuenta que  tuvo demasiados momentos der dolor y violencia.  Una de las más notables voces de denuncia que, con unos versos inteligentes y profundos, sirvió para generar conciencia de las injusticias y, tal vez, hasta generar esperanzas de un mundo cuyas fundamentos fueran paz y hermandad, fue el autor argentino Enrique Santos Discepolo, con su inmortal tango. 

Escrito antes que iniciara la II Guerra Mundial, pero después de haber conocido su autor  los horrores de la I, en la etapa previa de las peores consecuencias de los totalitarismos europeos, esta pieza literaria en ritmo de tango es una impresionante mirada no solo al siglo XX, sino a nuestro propio siglo XXI que no ha cambiado demasiado las csas en lo que a justicia social se refiere.

Tango y poema inmortal, escucharlo siempre es un llamado de atención a nuestra conciencia personal y social. Recordemos su letra:

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé.
en el quinientos seis 
y en el dos mil también.
Que siempre ha habid chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue de maldad insolente
ya no hay quién lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador.
Todo es igual, nada es mejor...
Lo mismo un burro 
que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón;
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición, 
da lo mismo que si es cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto!
¡Que atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón!
Mezclaos con Stavisky
va Don Bosco y la Mignón,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín,
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la viday herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
junto a un calefont.
Siglo XX, cambalache
problemático y febril...
¡El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale no más, dale que va!
que allá en el horno
nos vamos a encontrar.
No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao.
Es lo mismo el que labora
noche y d{ia, como un buey
que el que vive de los otros,
que el que mata, 
que el que es cura 
o esta fuera de la ley.



Enrique Santos Discepolo escribió este tango en 1935 y n parece que las cosas hayan cambiado demasiado.

prof. Benedicto González Vargas

 

 


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