Leo en la página de Elige Educar un artículo de Camila Londoño, en que nos cuenta la interesante experiencia de mi colega, profesora de lenguaje, Rosa García, quien ha comprobado, como tantos docentes de lengua, que hablar de “sintaxis” en clase nunca es motivador para los estudiantes, ya que muchos de ellos creen que aprender este elemento fundamental del lenguaje no es útil en la práctica. Sin embargo, la profesora Rosa está convencida que aprender sintaxis es muy importante, pues es una herramienta práctica que permite, no solo hablar correctamente nuestro idioma, sino que, además, facilita aprender otras lenguas. El primer paso, nada de fácil, es conseguir que los alumnos entiendan esto y una vez logrado ese objetivo, es fundamental enseñarles a aplicarla y entenderla de una manera simple, efectiva y sobre todo, entretenida. Y aquí viene lo interesante, la colega observó el sencillo juego del burro (también conocido como chancho o pendejo, en otros países) y usando su estructura lo convirtió en un juego de sintaxis.
Para hacerlo, según Londoño, "creó oraciones ya analizadas sintácticamente. Cada parte de la oración iba en una carta y los estudiantes tenían que ver la forma de construir una oración bajo dichas normas. El juego, además de ser entretenido, los llevó a analizar e incluso discutir en grupo las posibilidades y los errores. Luego, ellos hicieron sus propias cartas haciendo oraciones, las plastificaron y jugaron con sus propias barajas, las cuales rotaban de un grupo a otro".
Lo interesante de esta sencilla e innovadora experiencia pedagógica es que, a diferencia del juego original, esta variante sintáctica que inventó la profesora necesita un detallado análisis del uso del lenguaje. Y aunque reconoce que fue complejo en un principio, nos comparte que "los niños hacían su mejor esfuerzo por jugar de una manera acertada". En esta experiencia pedagógica se puede encontrar no solo la creatividad de la colega, sino que en la realización del juego por parte de los estudiantes hubo reflexión, análisis, trabajo colaborativo, esfuerzo, interés y eso es lo más valioso de esta iniciativa pedagógica.
Una vez más comprobamos que el juego puede (y debe) convertirse en una herramienta educativa que, bien usada, no solo resulta útil a los propósitos de aprendizaje, sino que, además, entretenida.
prof. Benedicto González Vargas
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