Tenzyn
Gyatso, el XIV Dalai Lama, próximo a visitar nuestro país, ha dicho que su
interés por las ciencias se inició hace muchos años, cuando era un niño en el
Tíbet (país otrora independiente invadido y destruido inmisericordemente por
China, sin que ningún país interviniera, hasta hoy, en defensa de aquella
nación). En la actualidad, se declara un entusiasta seguidor de las
neurociencias y no pierde ocasión para estar al tanto de los avances que el
entendimiento científico va alcanzando respecto de la forma cómo funcionan los
organismos biológicos, especialmente el cerebro y el cuerpo humanos. En una
publicación reciente señala que no sólo ha buscado "aprehender ideas
científicas específicas, sino que he intentado explorar las amplias
implicaciones de los nuevos avances en el conocimiento humano y el poder
originado por la tecnología mediante las ciencias. Las áreas específicas que he
explorado con mayor dedicación a lo largo de los años, son la física
subatómica, la cosmología, la biología y la psicología"
Es interesante
comprender cómo una autoridad religiosa de la talla moral del Dalai Lama y con
la influencia creciente que adquiere en el mundo, sobre todo después de obtener
el Premio Nobel, no se refugia en los dogmas y creencias propias de su
religión, sino que busca, investiga, compara y obtiene de ello consecuencias prácticas,
porque, según sus propias palabras, el budismo que es una religión altamente
contemplativa, es también eminentemente práctica, llena de ejercicios y
actividades específicas. Desde ese punto de vista comparte con la ciencia una
metodología empírica que, aunque nacida de intenciones diversas, se unifican en
la importancia de reconocer las complejas interrelaciones que provocan en las
cosas las relaciones de causa-efecto y el rol de la investigación.
En efecto,
para el budismo tibetano verdadero (no el de superchería y última moda), las
fuentes del conocimiento son, en orden de importancia: la experiencia, la razón
y sólo en tercer lugar, el testimonio ajeno. Debido a ello y con gran
consecuencia, S.S. ha dicho: "...a menudo he enfatizado a los budistas
como yo que las conclusiones empíricamente verificadas de la cosmología y
astronomía modernas, deben impulsarnos a modificar, o incluso en algunos casos
a rechazar, muchos aspectos de la cosmología tradicional tal como aparece en
los textos budistas".
Si consideramos que el principal interés del budismo
es la búsqueda por evitar el sufrimiento humano, la orientación primordial de
toda investigación budista es la comprensión de los procesos que se
desencadenan en la mente humana y que afectan a la vida de las personas
provocándoles dolor y sufrimiento. El supuesto que subyace, por lo tanto en la
investigación budista de la mente humana es que "obteniendo mayores
conocimientos acerca de la psiquis, podríamos encontrar formas de transformar
nuestros pensamientos, emociones y sus propensiones subyacentes de forma que
pudiera ser encontrada una forma más sana y satisfactoria de
comportamiento".
Por todo lo anterior, no es de extrañar que un
intercambio de conocimientos y técnicas entre el budismo y las neurociencias,
cada uno respetando al otro, puede ser de gran impacto y beneficio para la
humanidad y su salud física y mental. Seguramente por ello la Sociedad de
Neurociencias de los Estados Unidos, entidad de gran reputación científica, lo
invitó a su conferencia anual el pasado 12 de noviembre, causando gran revuelo
entre sus miembros menos tolerantes. Su exitosa presentación, la solidez de sus
argumentos la humildad de su postura (en que se reconoce deudor de notables
científicos como Carl von Wenzsacker, David Bohm, Robert Livingstone y nuestro
inolvidable Francisco Varela), lo hacen ser un personaje más que calificado
para hablar del diálogo entre ciencia y religión de manera creíble, exitosa y
práctica. En su próxima visita
a Chile esperamos que pueda tratar estos temas y que la prensa le dé
cabida, más allá de los rituales vistosos, las modas new age, los reclamos de
la Embajada de China y otras tonterías de similar jaez.
Espero, además, hacerme
tiempo para compartir algo más sobre este interesante asunto.
prof. Benedicto González Vargas
publicado originalmente en mi blog de Atinachile
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