Bien sé que esto
se dice siempre, pero, con una mano en el corazón, ¿cuántas veces hemos visto
colegas o nos hemos sorprendido nosotros mismos, improvisando alguna clase?
¿Cuántas veces hemos constatado la diferencia entre aquellas planificadas
eficientemente y las que no? No debemos olvidar, ni por un momento, que la
información, en cualquier área del conocimiento que sea, está evolucionando.
Cambian contenidos, se amplían o estrechan conceptos, aparecen nuevos
referentes y el docente tiene el deber moral de estar al día desde su propio
punto de vista, pero con la amplitud para acoger otros pensamientos y
proyectarlos en provecho del alumno.
He leído en estas mismas páginas más de
algún comentario descalificador respecto de personas e instituciones que han
intervenido en nuestra reforma educativa. Todos estamos conscientes de que es
incompleta y hay que afinarla y todos nos quejamos de muchas cosas, pero se
debe asumir la responsabilidad propia que es la del que está en el aula con sus
45 alumnos y su realidad social. Ante eso, más investigación, más preparación,
más amplitud de metodologías y estrategias evaluativas y el destierro de la
descalificación.
Volvamos al tema. El dominio en esta área implica, por cierto,
visualizar las conexiones que dicho contenido tiene con la realidad del alumno,
con las otras áreas del saber, con la significación personal y social de ello.
Este compromiso debe ser ineludible y los docentes especialistas deben asumir
que es tarea prioritaria ampliar las bases de relación entre lo que enseñan
ellos y lo que enseñan otros docentes. Hay que mostrarle a los alumnos que los
aprendizajes no se encuentran en compartimentos estancos, pero a menudo se olvida.
Por otra parte, también cae dentro de este ámbito de la Preparación de la
Enseñanza el ser capaz de reconocer y visualizar las diferencias entre los
distintos cursos y alumnos que recibirán su clase.
No pretendo predicar sobre
una evaluación diferenciada, pero es necesario reconocer ritmos y estilos de
aprendizaje distintos y darles cabida a todos. Ello implica una metodología
variada, creativa, activa que permita abrir abanicos de posibilidades y no
cerrase en los gustos personales de los docentes.
Finalmente, ya desde el
principio se debe ir buscando formas de evaluación y reevaluación que permitan
medir verdaderamente lo que los alumnos aprendieron desde sus propios estilos y
ritmos.
Vuelvo al inicio. Parece obvio. Es obvio. Pero no se hace con la frecuencia,
conciencia, ni amplitud que debiera. Estoy cierto que varios colegas podrán
sentirse molestos u ofendidos, entrego desde ya mis sinceras disculpas, pues no
tengo ese ánimo. Pero me duele ver cómo en nuestra profesión, nuestros
profesionales no suelen tener conciencia de la importancia de planificar ni de
buscar estrategias metodológicas distintas. Por supuesto que hay muchas
explicaciones para ello, suscribo todo lo que se ha dicho sobre las fallas del
sistema, pero cada vez que se dan veinte argumentos para demostrar que "la
culpa no es nuestra" o "no es sólo nuestra", el profesor elude
sus responsabilidades personales y busca excusas que justifiquen sus prácticas
inadecuadas. Revisemos las experiencias exitosas, que abundan, incluso en el
sector municipal, y nos daremos cuenta de que un resultado satisfactorio pasa
siempre por la responsabilidad profesional del docente de aula que, al hacerse
cargo de su responsabilidad, suele implicar un avance sustantivo en las
relaciones interpersonales y profesionales al interior de la unidad educativa.
prof. Benedicto González Vargas
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Anónimo, dice:
ResponderEliminar17 abril 2006
Absolutamente con tus comentarios, muy siencero todo lo expuesto con anterioridad. Te felicito por la reflexión otorgada a gente como yo que recién me inicio en un largo camino de la pedagogía del siglo actual . Me da mucho gusto encontrar gente que puede llegar a reflexionar sobre lo que queremos para el futuro y como estamos actualemente.