No hay lugar a dudas, en la provincia de Cordillera,
especialmente en el Cajón del Maipo,
hay lugares mágicos: encantamientos y hechizos bajan cantando por las aguas del
río Maipo o en las misteriosas alas del Raco.
Todos lo sabemos. Es cosa de
hurgar en los recuerdos de nuestras abuelas, para encontrar historias de hechos
maravillosos ocurridos en estas tierras. San José de Maipo, Pirque, La Obra, El
Melocotón, San Gabriel, etc., cada lugar con su historia y con su magia.
¿Qué
tendrá adentro el cráter del Volcán San José? "tal
vez una gran bola de fuego que se desinfla de vez en cuando, o una enorme
fogata encendida por los pobres enanitos que viven debajo de la tierra, helados
de frío porque nunca ven el sol".
De estos y otros misterios
nos habla Alicia
Morel (1921), la notable escritora chilena que ha dedicado su vida a la
literatura infantil y ha sembrado de fantasía cientos de páginas de
maravillosos cuentos.
El relato que hoy nos ocupa, Juanilla, Juanillo y la
Abuela (1940), es la historia de una familia humilde que vive en El Canelo,
compuesta por una anciana y sus dos nietos: Juanillo, de doce años y Juanilla,
de diez. Ella es una niña de nariz respingada, ojos preguntones y pelo
trenzado.
La abuela hace pan y quesillo y Juanilla lo vende en el pueblo. Su
hermano fabrica canastitos de mimbre que baja a comerciar en Puente Alto: "el pueblo más adelantado y rico del Valle
del Maipo". No obstante, pese a los esfuerzos y el ejemplo de
la abuela, a su amor y cuidados, los niños, aunque buenos, son flojos. Juanilla
sabe que "los duendes acechan a los niños porfiados
detrás de las puertas" y sabe también que son ellos quienes
hacen el aseo que la abuela le encargó a ella. Por eso tiene que pagarles con
sus pocos dulces, dándoselos a la viejecita que vive en la tetera, esperando
lleno de miedo que no la acusen.
Juanillo discute con los duendes de la montaña
sobre cómo convertirse en el señor más poderoso del valle. Sueña con controlar
y administrar los tesoros que por siglos han custodiado los duendes: el cielo,
las estrellas, las nubes, los temblores, etc.
Todo en esta novela es
desbordante de fantasía y belleza. Por todos lados encontramos escobas que
hablan, príncipes vengativos que tienen sus palacios en las parvas de paja,
piedras que conocen secretos y misterios. Está, además, la presencia siniestra
de la Vieja Pobreza y su hermana la Flojera, que siembran el espanto en los
habitantes del Cajón ya que, es sabido por todos, es muy difícil expulsarlas
una vez que se han enquistado en algún hogar.
Este es el fantástico paisaje
cordillerano que nos pinta Alicia Morel en esta obra, la que escribió cuando
solo tenía dieciocho años, por allá por el año 40. Juanilla, Juanillo y la
Abuela , fueron los primeros en la larga lista de personajes infantiles que nos
ha regalado. Luego vendrían La Hormiguita Cantora, el Duende Melodía, la Pícara
Polita, Vinka y Perico, que trepó por todo Chile (en colaboración con su
inolvidable amiga Marcela Paz).
La hermosa novela infantil que hemos recordado
ha sido la delicia de los niños que han podido leerla, gracias a que padres y
familiares se las han regalado. También de los adultos que, como yo, tropecé
con ella una tarde gracias a una coqueta e inolvidable duendecilla puentealtina
que me la prestó. Me gustó tanto, que la busqué y la compré. Hoy, quitando un
poco del venerable polvo de los libros de mi biblioteca, se asomaron estos
niños y duendes cordilleranos y no puedo menos que compartirlo con ustedes.
prof. Benedicto González Vargas
Artículo publicado originalmente en el periódico El Coirón Cordillerano, el 4 de diciembre de 1993 y recientemente en la Revista Dedal de Oro, en su edición impresa de
octubre de 2007.
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