Por estos días estamos viviendo un creciente interés por estudiar la sabiduría ancestral mapuche. El propio Ministerio de Salud
ha autorizado en hospitales y consultorios de emergencia la
instalación de rukas y machis como complemento de la medicina alópata
para que allí se efectúen tratamientos con la medicina étnica que
sobrevivió a muchos intentos por acabarla, tildándola de supersticiones,
por nombrar un epíteto de los más suaves que debió afrontar.
La cosmogonía mapuche, a ambos lados de
la Cordillera de los Andes, en la Araucanía y Patagonía
argentino/chilena, tiene como parte importante de su sistema de
creencias, la existencia de animales sagrados o mágicos cuyos atributos
pueden ser convocados o alejados de acuerdo a las necesidades y las
circunstancias que deban afrontarse.
La presencia de los animales en las
mitologías cosmogónicas originarias es muy antigua y persistente en la humanidad,
vinculando a los dioses creadores con elementos naturales, particularmente con animales y, entre éstos, especialmente con las aves de gran tamaño. Uno
de ellos cuenta que el Ser Supremo tomó la forma de un águila o gran
ave solar, y descendió hasta el Árbol del Mundo (los árboles son otro
elemento recurrente en las mitologías de creación). Una vez allí, puso
sus huevos
chamánicos y los empolló durante los muchos días que suman tres
vueltas completas de la Tierra en torno del Sol, con lo que estamos
hablando de tres años (nótese la presencia del número 3, generalmente
asociado a la Divinidad). Cumplido el tiempo de incubación de los
huevos, éstos se abrieron, y los grandes chamanes de los nidos más altos
y los medianos, de los nidos intermedios y los más pequeños de los
nidos ubicados en las ramas más bajas, abrieron sus ojos e inmediatamente supieron qué debían hacer, porque la intuición despierta es parte de la sabiduría del chamán.
Desde entonces estos chamanes, que son
verdaderos magos catalizadores de las energías divinas en beneficio de
sus pueblos, son los guías de los hombres y su tarea primordial y sagrada es mantener vivo el sagrado contacto entre los humanos y el Divino Padre Creador.
Y es en memoria de esta Gran Ave Madre
que estos chamanes se adornan con elementos ornitomórficos, que los
hacen entroncar con sus verdaderos orígenes y les proveen, a nivel
espiritual, de la divina facultad de volar al Más Allá. Por eso usan
adornos como garras y plumas de águila, cóndor u otras especies.
Cabe señalar, eso sí, que entre los tehuelches de la Patagonia
argentina el águila tiene connotaciones positivas, pero el cóndor las
tiene negativas. El mítico guerrero
Elal de los tehuelches cazó con una flecha a un maligno cóndor que
asolaba a las familia y en castigo ejemplar por llevarse a los niños de
la aldea, le sacó todas las plumas de la cabeza. Hasta el día de hoy el
cóndor luce su calva en recuerdo de aquel castigo.
Si recordamos algunas historias de los
indios norteamericanos y las águilas calvas, la mitología pascuense y
sus historias sobre los huevos de la mítica ave manutara, la tradición
esotérica europea de las águilas bicéfalas, etc., cabe preguntarnos ¿por qué las
aves ocupan un lugar tan fundamental en los mitos más sagrados de la
humanidad?
No tenemos una respuesta demasiado
precisa, pero tal vez sea porque las aves han representado siempre para
el hombre la posibilidad de volar, algo imposible para las creaturas
pegadas a la tierra, como los seres humanos. El vuelo representa el
contacto con lo lejano, lo difícil, lo inaccesible, lo celestial, pues
en la mayoría de las tradiciones espirituales los dioses viven en el
cielo y desde el cielo nos visitan. Incluso en la cotidianeidad de la
caza y de la guerra, los atributos de las aves, el vuelo,
específicamente, tienen mucho que decir: si la flecha tiene plumas en la
parte posterior, volará lejos hasta la presa. Si la cabeza o el cuerpo
lucen plumas, el indio estará dotado de vista aguda o ligereza o
invisibilidad, en todo semejantes a las cualidades del ave del que han
sido tomadas, no nos olvidemos que ya en la Antigua Grecia el ave tenía,
incluso, carácter adivinatorio, pues se revisaban minuciosamente sus
entrañas para comprender la voluntad de los dioses. Así las cosas, no
debemos sorprendernos del rico y variado repertorio mágico asociado a
las aves en distintas culturas aborígenes americanas.
Entre los mapuches de la Araucanía
chilena y la Patagonia argentino/chilena, es sagrado el ñamco (o ñancú)
un aguilucho de pecho blanco, al que se reverencia especialmente porque
su ubicación durante el vuelo indica al viajero buenos o malos augurios:
si va de espaldas mostrando el lomo o avanza por la izquierda, la
suerte será mala, peor aún es si se posa en el vuelo, porque con eso
dice que morirá el ganado que se arrea. En cambio, si muestra su albo
pecho, todo irá muy bien.
También es mágico el arisco rerré
(pájaro carpintero): si uno lo lleva consigo en el cuerpo no hay bala
que lo alcance. Y en el pequeño chucao cordillerano se reconoce la
virtud de la suerte y las variaciones del tiempo según sea el canto: si
canta dulcemente a la derecha del que viaja le anuncia felicidad, si lo
hace por la izquierda, y con tono áspero, tendrá contratiempos y habrá
mal tiempo y lluvias (qué parecida esta idea a la simbología de la
corneja en la Edad Media).
El guairao ó guarivao es considerada un
ave totalmente de mal augurio, se trata de una garza nocturna que engaña
con un grito igual al del zorro y a la que se acusa de ser portadora
del alma de algún brujo maléfico.
Son pájaros mágicos también el pidén
negro, que anuncia la lluvia y hace aumentar la leche en los pechos de
las indias que amamantan, por eso es tan preciada su carne. También lo
son el nuco (búho) y la huala, una especie de pato, cuyo canto
lastimero, más bien semeja un quejido. Por eso no son pocos los apellidos mapuches que tienen un componente léxico vinculado a las aves (los apellidos que llevan la raíz manque -cóndor- o la raíz huala -pato-, por nombrar solo dos).
Sin embargo, de entre todos ellos, hay uno que es el pájaro más
temido por el mapuche. Si uno pregunta en las comunidades, no hay más
que una única respuesta, y tan arraigada está que en el campo chileno,
aunque ya no haya de recuerdo de antepasados mapuches, los campesinos
siguen temiendo al maléfico chonchón (chuncho, quilquil o tué tué),
especie de caburé fabuloso al que se considera como el rey cruel de los
seres alados, porque los convoca para elegir el mejor, destruirlo y
comerlo.
En la tradición mapuche se afirman que
se trata de un brujo o bruja que se ha separado la cabeza del cuerpo, y
ha hecho crecer desmesuradamente sus orejas como las alas para volar a
sus refugios que son las cuevas, donde participan en todo tipo
hechicerías y maleficios. La creencia popular cuenta que si este pájaro
nocturno o cabeza voladora ríe: habrá muerte cercana, y si canta: se
producirá un casamiento. Osados hay que invitan a esta ave a visitarlos a
la casa, cuenta la tradición que al otro día se presentará un
desconocido reclamando el convite. Será el brujo en persona, ya no en su
forma de pájaro, el que vendrá a cobrar lo que se la ha prometido. Pero
es tanto el temor que suscita el chonchón en el campo chileno y en los
valles mapuches, que siempre se intenta ahuyentarlo con diversas
invocaciones y rezos, una muestra del sincretismo que con el tiempo ha
venido ocurriendo entre las antiguas creencias indígenas y la religión
cristiana, es la oración llamada "Las doce palabras" que parece ser la
más efectiva para deshacerse del maligno tué tué, el malvado brujo
disfrazado de ave (1).
La omnipresente existencia de los brujos en la provincia de Chiloé y la llamada "Recta Provincia" (2), tiene su más claro origen en esta creencia.
También la mitología aborigen de la
Patagonia es muy fecunda en fantásticas criaturas zoomorfas como el
ñivirilú, que es una serpiente-zorro de los grandes ríos y lagos
cordilleranos que se enrolla en las patas de los caballos y los arrastra
a las profundidades. O la Calchona, una especie de bruja desgreñada que
aparece de noche a los viajeros, a veces como oveja de largas calchas o
mechones y otras, como una perra negra lanuda. De ella dicen que fue
una mujer que habiendo sido descubierta cuando se transformaba en bruja,
ya no pudo volver más a su estado natural, y desde entonces vagabundea
por los campos sin consuelo.
No debemos olvidar al chivato, portero
de las cuevas de los brujos, o al quiltro (perro) lanudo conductor de
almas (una analogía muy clara con el dios chacal egipcio).
Otros animales son el toro y el caballo
de la Leyenda del Domuyo (3): los lugareños señalan que la montaña se
enoja cuando algún forastero intenta escalarla, y por eso caen y ruedan
enormes piedras y se desatan tormentas para acabar con el intruso.
Afirman algunos que en realidad lo que el Domuyo no quiere es que se
conozca a la hermosa joven que peina, allá en la cima, sus cabellos
rubios con peine de oro, siempre vigilada por un toro colorado y un
potro lustroso y negro azabache. Es el toro el que despeña las grandes
rocas, el caballo, por su parte, con sus carreras y resoplidos, logra
despertar al trueno y originar el rayo castigador.
Tampoco debemos olvidar las leyendas de
Elal, mítico héroe-dios, el creador de los tehuelches, que se relaciona
con los animales y organiza la creación poniéndola al servicio del
Hombre. Allí aparecen, fantásticos animales, pero ya con sus cualidades
características, el zorro, el jaguar, el puma, la serpiente, el piche,
el lobo marino y la ballena.
Las luchas y enojos de estos seres con los hombres causan la eterna agonía de aquellos convertidos en huitrán che cura,
transformación del hombre en piedra. Es que son muchas las sugerentes
rocas con forma humana en los contrafuertes cordilleranos o en los
cerros de la Araucanía y Patagonia ante las cuales el mapuche pasa
respetuoso y, por qué no decirlo, algo asustado. Son las rocas huitrán che, donde están atrapados durante milenios sus hermanos de raza, purgando la antigua culpa.
Ejemplo de estas huitran che son
el Collón Cura (espanto de piedra, que a veces se hace invisible), las
indiecitas del volcán Epuilche, la piedra azul de Calfu Cura a la que
venera anualmente la gran familia Namuncura.
Las piedras, además, encierran
misterios tan grandes e inexplicables para el hombre, sea huinca o
mapuche, sea campesino o científico. La llamada Piedra Saltona de cajón
Chico, por ejemplo, allá en la Cordillera del Viento, que en el crudo
invierno de 1943 subió sus veinte toneladas unos cincuenta metros más
arriba de su habitual emplazamiento de siglos, literalmente subió por el
cerro y hoy se encuentra atascada por una pequeñísima piedrecita. No
son pocas estas historias sobre piedras extrañas, mágicas, de
propiedades y características incomprensibles.
Los mapuches distinguen entre piedras
diabólicas y piedras benéficas. No osan acercarse a Pillán Cura también
llamada Piedra del Diablo, ni a la Kalkufurá o piedra bruja, porque son
asiento de los malos espíritus o, entre los cristianizados, del
mismísimo Diablo; no pasan entre los bloques de la Piedra Partida porque
la hendidura es obra del demonio y pasar por ahí acarrea desgracias.
Sin embargo, acuden con fervor a pedir gracias ante la Piedra Milagrosa
de Cochico, o la Piedra Santa del Arroyo Blanco del tromen, en la región
del Pehuén.
Con esa sabiduría de siglos, que algunos
científicos tildan de superchería, las culturas de la Araucanía y
Patagonia saben que hay piedras que "caminan". No importa su tamaño o
peso, hoy pueden estar aquí y mañana a varios metros de distancia.
Aunque ni ley natural ni humana puedan explicarlo. El indio, reservado y
sabio a la vez, lo acepta sin cuestionamientos, porque ha aprendido
que para el orden sagrado no caben razones humanas. Eso sí, nunca pisará
el rastro que dejó la piedra al desplazarse porque puede secarse y
volverse polvo, como han contado los que vivieron cerca, en sus
familiares o amigos, el castigo de la huella prohibida, de la marca que
se come la vida.
Por esa razón no es posible intentar
siquiera discutir, ante un fervor tan puro y tan antiguo, la virtud de
algunas piedras mágicas. ¿Podrá el blanco tener argumentos válidos para
negar las propiedades curativas de ciertas piedras? ¿Las llancas
sagradas del cultrún no inspiran a la machi en las rogativas? ¿y las
boleadoras hechas con fragmentos de cherufe (aerolito) no tienen la
virtud hacer infalible el tiro en la caza del guanaco y el avestruz?
Ahora bien, de entre todas las piedras,
las que que vienen del cielo son las más poderosas. Tal vez porque las
descargó sobre la tierra el hacha del Pillán, el gran guerrero celeste.
Por eso es sagrado el meteorito de Kaper-Aike, y las esquirlas y
limaduras de las estrellas caídas son infalibles para la curación, el
rito o la cacería. Ya lo sabían y practicaban las culturas más viejas de
América, y por el gran cordón cordillerano llegó al sur ese
conocimiento.
Ente los tehuelches y araucanos cada
linaje ha tenido y tiene su piedra secreta de color distintivo. Con ella
la machi prepara concienzudamente a cada uno el amuleto protector.
También con piedras de uámek fabrica amuletos auspiciosos, zoomorfos,
para asegurar la preservación y fecundación de los ganados representados
en ellos.
Piedras, animales y plantas son
elementos propios del territorio, naturales, no intervenidos por el ser
humano y que de acuerdo a sus atributos mágicos y sagrados pueden ser
beneficiosos o maléficos para los humanos.
Así ha sido por muchos siglos y así
seguirá siendo, por más que los majaderos científicos envueltos en sus
batas blancas se nieguen a creer en esa Araucanía Y Patagonía mágica e
inefable.
NOTAS:
(1) Es una oración que supuestamente
sirve para debilitarlo. Eso sí, antes de recitarlas se debe dibujar al
interior del terreno o rancho una estrella de cinco o siete puntas.
Mientras se reza la oración, un cuchillo debe permanecer clavado con la
punta hacia arriba en el centro de la estrella.
- 1. "Amigo dígame una. Amigo se la diré: una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 2. Amigo dígame dos. Amigo se las diré: dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén; una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 3. Amigo dígame tres. Amigo se las diré: tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 4. Amigo dígame cuatro. Amigo se las diré: cuatro son los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 5. Amigo dígame cinco. Amigo se las diré: cinco son las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura
- 6. Amigo dígame seis. Amigo se las diré: seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 7. Amigo dígame siete. Amigo se las diré: siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 8. Amigo dígame ocho. Amigo se las diré: ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 9. Amigo dígame nueve. Amigo se las diré: nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 10. Amigo dígame diez. Amigo se las diré: diez son los diez Mandamientos; nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- 11. Amigo, dígame once. Amigo se las diré: once son las once mil vírgenes; diez son los diez Mandamientos; nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura.
- Amigo, dígame doce. Amigo se las diré: doce son los doce Apóstoles; once son las once mil vírgenes; diez son los diez Mandamientos; nueve son los nueve meses que Cristo estuvo en el vientre; ocho son los ocho Cielos; siete son los siete sacramentos; seis son las seis Candilejas; cinco las cinco llagas de Nuestro Señor; cuatro los cuatro Evangelistas; tres son las tres Marías; dos son las tablas de la ley de Moisés por donde pasó Cristo con sus doce apóstoles a Jerusalén y una no es ninguna siempre la Virgen pura, amén".
- "Amigo dígame trece. Amigo se la diré: de doce a trece es donde revienta el Malo más de mil veces..."
(2) La Recta Provincia es el gobierno secreto de la Isla de Chiloé a cargo de sus brujos.
(3) Volcán en la Patagonia argentina, cuyo nombre en mapudungún significa la que" tiembla y rezonga".
Prof. B. Andrés González Vargas
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