Profesor Mario Valenzuela, en una clase al aire libre en la histórica Plaza de Rancagua (Chile, VI Región) |
Ya ha llegado la primavera a nuestro país y va mejorando el
clima, no hace frío ni llueve y la temperatura agradable invita a recorrer espacios públicos exteriores. Por estos días muchos estudiantes me han comentado que les gusta realizar clases al
aire libre o, mejor aún, salir a actividades fuera del colegio para conocer distintos lugares; algo que,
en el colegio donde trabajo, al menos tratamos de hacer un par de veces al año,
por curso. Dichos comentarios me hacen recordar algunos estudios hechos en
Reino Unido, España, Estados Unidos y Australia relativos al positivo impacto
que tiene estudiar al aire libre.
En efecto, académicos de la Universidad de Playmouth (Reino Unido) y de la Universidad de Western
Sidney (Australia), además de dos sendos seguimientos hechos a unidades educativas de Barcelona
(España) a 2500 niños de 36 escuelas, y 905 escuelas primarias de Estados
Unidos, han demostrado los resultados positivos de las actividades académicas efectuadas fuera del aula. Los beneficios no solo se obtienen desde un punto de
vista académico, sino que también en otros importantes aspectos del desarrollo
de los estudiantes, como habilidades sociales, sentido de pertenencia a la
institución en la que estudian, mejora en la autoconfianza y en el clima
académico.
“Sue Waite, coautora
del estudio británico, al comentar los resultados, señaló: “Vivimos en una
época dominada por horarios de trabajo, actividades en casa, tareas escolares y
un clima social cada vez más temeroso, donde los niños están perdiendo la
libertad de jugar, explorar e interactuar con su entorno. Se les niegan
oportunidades importantes que podrían mejorar su futuro”.
No conozco estudios similares en Chile, pero cualquier
docente que haya tenido la experiencia de sacar a sus estudiantes fuera del
aula, puede corroborar estos resultados, como el profesor Mario Valenzuela M., de
la asignatura de Historia y Geografía en el Colegio Terra Nova, de La Reina,
quien manifiesta:
“Desde mi asignatura es
evidente que se potencian los aprendizajes cuando se está fuera del aula, por
ejemplo, para mis estudiantes no es lo mismo que yo les muestre una foto o un
vídeo de la locomotora Rogers que usó Ferrocarriles del Estado y que se las
muestre directamente en el Museo Ferroviario de Quinta Normal, explicándoles, al
lado de sus ruedas, sobre su potencia, mecanismos y los recorridos que hacía.
Otro ejemplo, un objeto como el piano tocado por O’Higgins, que está en el
Museo de Colchagua, permite que los estudiantes vean a este personaje histórico
en su dimensión humana y no solo lo imaginen con una espada en la mano y
montado a caballo, es el momento en que se puede hablar de su cultura musical,
de su manejo de varios idiomas, de sus intereses personales…En lo
disciplinario, nunca he tenido problemas con los estudiantes, que disfrutan
estas salidas a terreno y su comportamiento es muy bueno, con un
buen clima de clases, entusiasmo y avidez por aprender”.
Finalmente, el
profesor Valenzuela hace una precisión no menor: “En todo caso, no se debe olvidar que es el profesor quien debe cuidar
en todo momento que los aprendizajes ocurran. Si los llevo a un museo y los
dejo solos, sin ninguna guía, es probable que muy poco les quede. Si el
profesor los guía, les explica, responde sus preguntas, todas las positivas
consecuencias ya señaladas, ocurrirán”.
En definitiva, todos sabemos que los factores que inciden el
aprendizaje son muchos, pero este recurso pedagógico es de muy fácil acceso y
solo hace falta voluntad, una adecuada elección del sitio al que se llevará a
los estudiantes y, sobre todo, planificación y ejercicio de la docencia.
prof. Benedicto Gonzàlez Vargas
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