lunes, 27 de febrero de 2017

El perdido arte de la declamación

Cuando yo era niño (nací en 1965), alcancé a ver en muchas ocasiones a personas recitando poemas en público, es lo que se llama declamar, vi actos públicos escolares y comunales, incluso en shows de televisión y los escuché en no pocos programas radiales. Mis padres, tíos y mi abuela me contaban siempre de cómo declamaban niños y adultos en las décadas del 20 al 40 cuando ellos eran niños. Hasta el día de hoy mi querida tía Georgina Vargas, que ya cuenta las 8 décadas,  declama como en los mejores años y pone en cada verso y cada palabra una intencionalidad comunicativa y artística que solo puede calificarse de arte.



En los años de la década del 70 muchas canciones populares llevaban estrofas que se recitaban y allí conocí a los hermanos Duvachelle, a Jorge Yáñez a Tito Fernández y a los hermanos Guzmán, de Quelentaro. Tiempo después llegó a Chile un recitador famoso que hacía furor entre las mujeres, se llamaba Manolo Otero, pésimo cantante, pero buen recitador romántico, competía en fama con consagrados de la época.

La última vez que vi declamar en televisión fue a principios de los 80, cuando en el desaparecido programa ¿Cuánto vale el show?, en su primera temporada, el tercer lugar final lo obtuvo una joven poeta que recitaba sus versos. En los programas de talento actuales, ni siquiera tendría oportunidad de presentarse. 

Los tiempos han cambiado y mucho. Actualmente evitamos declamar porque se ha perdido la enseñanza de la correcta forma de hacerlo, en las escuelas ya casi no se enseña y nuestros niños y jóvenes actuales lo consideran como algo de escaso valor, apenas un jueguito preescolar. Lo más probable es que los actuales escolares solo hayan visto personas recitando que no saben controlar su postura, mueven los brazos descoordinadamente como si estuvieran aleteando, no saben dónde fijar la mirada y todo ese torbellino kinésico los lleva a emitir los versos en forma veloz y mal pronunciada.

Lo primero que habría que señalar es que la clave de una buena recitación nunca pasa tanto por el movimiento corporal, como por la credibilidad en la emisión del mensaje, por el correcto uso de los códigos prosódicos: dicción, pronunciación, impostación de la voz, destreza en la entonación y adecuados usos del volumen, la pausa y el énfasis.

Para recitar de una manera correcta, como lo hace mi querida tía Gina la primera tarea es conocer bien el poema que vamos a recitar, no solo memorizarlo, sino que saber hasta qué hondura calan esos sentimientos y emociones que el poeta manifiesta en sus versos. Así como ninguna persona puede hacer un discurso público creíble si no sabe el propósito que busca con sus palabras, tampoco nadie puede declamar un poema, si no logra captar adecuadamente lo que el autor quiso decir. esto implica reflexionar sobre el contenido del texto poético, captar el mensaje, respetar el temple de ánimo que evoca la profundidad del ser que llamamos hablante lírico. Solo desde allí es posible proyectar esta verdadera re-creación poética que es declamar un poema. Recitar no es un acto mecánico y frío. Solo podemos recitar bien si conocemos verdadera y profundamente el poema.

Otro elemento fundamental en la declamación es respetar íntegramente la estructura que el autor dio a su texto. El poeta trabajó cuidadosamente estableciendo un discurso lírico con pausas, establecidas en la puntuación, que son necesarias para que luzca plenamente el texto poético. No debemos olvidar que la poseía no ha sido creada para ser leída, el poeta trabaja acentos, sonoridad, ritmos y rimas, fundamentalmente para ser oídas. 

Finalmente, hay que ensayar los gestos y ademanes para que no aparezcan recargados, exagerados o mecánicos ante el público, porque con ello se genera una reacción de rechazo en nuestra audiencia. En definitiva, si quiere aprender a recitar prepárese bien, porque a mi tía Gina, no se las voy a prestar.

Todo vuelve en el arte. Yo espero con ansias el momento en que la declamación vuelva a ponerse de moda.

prof. Benedicto González Vargas

4 comentarios:

  1. Gracias primo por recordar a mi madre en tus publicaciones ����

    Ana Maritza Troncoso Vargas

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  2. prof. BenedictoGonzález Vargas, dice: Querida prima, siempre recuerdo a tu madre, tantos años y tantas jornadas de alegría con ustedes...espero que le hayan leído el texto y que a ella le haya gustado. Gracias por tus palabras.

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  3. A mi sobrino Benedicto González Vargas (B Andres González).
    Queridísimo Andrés:
    Con mucha tardanza he leído sus comentarios referentes a la poesía. Es un tema muy bonito, y le agradezco que se refiera a mi con tanto cariño. He estado muy emocionada por lo que dice, sobretodo por cuando menciona el "aletear", ya que con el mero uso de esta palabra me ha evocado muchos recuerdos. Es una palabra especial para mí porque mi padre la usó para enseñarme a recitar mi primer poema (las tres cautivas) cuando sólo contaba con cuatro años. Mi padre me enseñó muchos poemas, entre ellos, algunos de su propia autoría.
    Te recuerdo, querido sobrino, que tu tío abuelo fue un autodidacta. El nunca fue a la escuela; sólo se valió de un profesor particular que en dos años le enseñó todo lo que pudo. Pero a pesar de esto, no había nada que mi padre no supiera hacer. El sabía de todo, en los campos de las matemáticas, de la historia y de la literatura.
    Es curioso, sobrino, como la simple mención de la palabra aletear (en el contexto apropiado) pudo traer de vuelta tantas memorias.
    Espero que antes de partir a mejor vida tenga la oportunidad de declamar un par de poemas para usted.
    Con mucho cariño, su tía Gina.

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    1. La distancia y los tiempos de trabajo,en mi caso, me han hecho difícil encontrarme con Ud., querida tía, no la veo desde aquella vez que vino a visitar a mi madre, su hermana. Sin embargo, es tan grande el caudal de recuerdos que tengo de Ud., desde aquellas siempre concurridas fiestas en Padre Hurtado, las vacaciones de mis primos en nuestra casa, su casa de calle Inglaterra,primero y La Florida, después, y tantas cosas que pude compartir con Ud., en mi niñez y juventud que, aunque no la vea, su recuerdo y el del tío Luis son algo permanente en mis evocaciones de niñez. le deseo que esté muy bien, me alegro que le haya gustado el texto, publicado acá en Chile y en una revista venezolana y reciba mi cariño sincero y mi abrazo agradecido, afectuoso y evocador.

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