viernes, 3 de febrero de 2017

Teatro para la Fundación de Chile: Xuárez



En la última edición de la extraordinaria Revista Ñ, publicada por el Diario Clarín, aparece una interesante entrevista a Manuela Infante,  directora de la obra Xuárez, del dramaturgo Luis Barrales y que es una particular mirada a la fundación de Chile a partir de la figura femenina de doña Inés de Suárez, primera mujer española llegada a Chile y compañera sentimental del conquistador don Pedro de Valdivia.

Dejo esta interesante entrevista, firmada por la periodista Ivanna Soto, para que podamos leerla, compartirla y comentarla:



“La memoria es la casa de los augurios”, dice una de las actrices en Xuárez, la arriesgada obra de Luis Barrales dirigida por Manuela Infante, referente de su generación y conocida por su particular forma de narrar historias. Desde esa premisa, la obra revisa la fundación de Chile en clave femenina a través de la figura de Inés de Suárez. El otro interno –la mujer– y el otro externo –el indio–, encontrados en esa otredad construyen una nueva mitología como aliados. El pasado renace como palimpsesto para reordenarse y reestructurar así el presente.

–No es la primera vez que trabajás con personajes históricos, ¿cuál es tu interés en retratar esas vidas?

–Tiene que ver con una fantasía tipo Volver al futuro: si uno va al pasado y lo transforma, modifica el futuro. Siempre ha sido importante para mí reescribir la historia porque de alguna manera tengo la sensación de que al reinventar la historia, reinvento el presente. Y también me interesa la idea de que la Historia es una construcción en el lenguaje, en el lenguaje colectivo, en el discurso; no necesariamente algo estable sino que puede y debe ser toqueteado. Es una estatua vacía para ser rellenada por cada generación, con sentidos nuevos que van a significar algo distinto cada vez. Siempre he pensado que eso es algo de lo cual el teatro se puede hacer bien cargo.

–Y efectivamente lo hace en Chile.

–Sí, lo hace. Pero yo pienso en el teatro como un ensayo, como género literario. Por eso, varias obras mías tienen estructuras que organizan argumentos, como uno pondría párrafos contrarios en un ensayo. Para mí el teatro es más eso que necesariamente contar historias. Me interesa la arquitectura compleja, desordenar los tiempos y construir maquinitas dramáticas “cabezonas”, decimos nosotros; es decir, pesadas.

–La estructura es en espejo. ¿Tiene que ver con esta circularidad del paso del tiempo, como una forma de salir de la égida de la lectura europea?

–Claro, la estructura en espejo está influenciada por el estudio de las culturas precolombinas. Es la noción del tiempo de ellos lo que hace que esta obra termine siendo caleidoscópica, circular. Y es, sí, el resultado de querer contarlo de forma no europea, en línea evolutiva. Incluso va también en contra de la idea de que la obra tiene un centro temático; esta obra tiene múltiples centros. Y ese es el contraste que hicimos con la visualidad: completamente de ballet europeo. Pero ahí está la maquinaria de luz para decir: esto es un trance en clave pictórica, pero sigue siendo un trance. Si tuvieras que explicar de qué se trata la obra, es una obra sobre Inés de Suárez que se toma una cosa y entiende todo lo que está haciendo y por qué tiene que hacer lo que tiene que hacer.

–En muchas obras está la dictadura como tema primordial pero vos te vas más atrás: hacia el mito de fundación. ¿Qué tan presente está la Historia del país en el teatro?

-El teatro chileno está rotundamente abocado a discurrir sobre los episodios de la Historia; y hay mil obras permanentemente sobre la dictadura. Yo creo que gran parte del teatro siente que su función es entender, resolver, lidiar con la Historia, con los hechos.

–Tus últimas obras, de todos modos, van por otro lado: hacia un teatro no antropocéntrico...

–Sí, tratan sobre el mundo no antropocéntrico; es una cuestión más filosófica que histórica. He estado estudiando la corriente llamada Realismo especulativo, que trata de contrarrestar la idea moderna del ser humano en el centro de todo. Incluso en el postestructuralismo esa idea se acrecienta con la tesis de que quizás todo es una construcción del discurso del humano. Puede que haya otras fuerzas y entidades con la misma importancia en los relatos. Entonces ahí surge la pregunta: ¿cómo se hace un teatro que no esté centrado en los seres humanos?

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