Recientemente leí la novela Inferno, de dan Brown que, como todos saben, es una novela estadounidense muy en la línea de las otras que ha protagonizado el profesor de simbología Robert Langdom, a saber, Ángeles y demonios, El código da Vinci y El símbolo perdido. En esta oportunidad el académico de Harvard -que en cada novela termina siendo una especie Sherlock Holmes que sigue pistas simbólicas donde se mezclan religión y esoterismo- aparece sin saber cómo en un supuesto hospital de la ciudad de Florencia, con amnesia, una herida en la cabeza y siendo acusado del robo de la máscara mortuoria de Dante Alighieri. Como siempre, es acompañado por una hermosa mujer que lo ayuda (aunque en esta novela dicha ayuda no es muy clara) a resolver un misterio vinculado a la simbología del Infierno en La divina comedia, la monumental obra de Dante, en la que el poeta florentino visita precisamente infierno, purgatorio y paraíso.
El problema por solucionar es nada más y nada menos que una terrible plaga que puede dañar a la humanidad completa y que ha desatado un científico brillante, pero enajenado, que ha ido dejando pistas vinculadas, como ya dijimos, a la simbología del infierno de Dante.
La novela sigue la recurrida receta de Brown que, a estas alturas sigue siendo entretenida, pero se hace cada vez más predecible en varios aspectos, aunque el autor siempre se las ingenia para sorprender con giros inesperados durante la trama y el desenlace. Lo que sí es indiscutible y debe ser valorado más allá del paladar literario personal, es que detrás de cada novela de Dan Brown hay un trabajo documental muy serio, un sólido contexto artístico e histórico en el que se inserta adecuadamente una trama ficticia, por inverosímil que parezca. Los lectores podemos tener la certeza de que cada dato histórico, artístico o simbólico entregado por Brown en su obra es real y objetivo, no ha sido forzado para calzar con tal ocual explicación, ya que es la trama la que se adapta a dichos contextos. Otro elemento digno de destacar es que, aunque en sus libros abundan explicaciones sobre Arte, Historia y símbolos, éstas no resultan pesadas de leer, han sido adaptadas a un lenguaje literario divulgativo que las convierte en un indudable aporte cultural para los lectores.
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Por eso, aunque en lo personal la novela me resultó la más baja de las cuatro protagonizadas por Langdom y de las seis que conozco del autor, no puedo dejar de ver el mérito que sigue teniendo su obra, en un contexto de literatura de aventuras y entretención. El resto de la receta de Brown es más que conocido: muertes, chicas inteligentes y hermosas, ritmo ágil, tanto de lectura, como de acontecimientos que deben enfrentar los personajes, personajes equívocos que aparentan ser algo o alguien y terminan siendo una antípoda, capítulos breves y un creciente misterio por resolver.
En suma, una novela entretenida para pasar las vacaciones o ratos de ocio, donde el lector puede sentir que se le cuenta una historia interesante con sabrosos aderezos de cultura en un lenguaje popular y al alcance de todos.
prof. Benedicto González Vargas
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