miércoles, 26 de diciembre de 2018

Videojuegos: Buscando el límite entre el juego y la ludopatía

Acabamos de terminar los festejos de Navidad y mientras nos preparamos para los festejos de Año Nuevo, reflexiono respecto de la gran cantidad consolas de videojuegos se habrán regalado a nuestros niños como presente navideño. Es común ver a nuestros sobrinos, a niños de nuestros amigos, a estudiantes, incluso, jugar y entretenerse con estos juegos que ciertamente son muy entretenidos, de excelente gráfica, novedosos y en todo sentido atrapantes.



Desde estas páginas me he referido muchas veces al excelente uso pedagógico de los videojuegos y a la necesidad de incorporarlos a nuestras prácticas docentes: también me he referido a las habilidades que desarrollan en nuestros niños y adolescentes. Sin embargo, como todas las cosas, hay otra cara, una cara riesgosa que no podemos dejar de señalar: La adicción, la ludopatía que puede desencadenarse si no sabemos poner los límites donde corresponden.

Porque muchos conocemos y sabemos de niños que se aíslan de sus compañeros y amigos, que se niegan a asistir a actividades familiares que los saquen de su habitación y de sus juegos, que hacen rabietas y pataletas por las restricciones horarias que livianamente tratan de imponer los padres, que se manifiestan hoscos y agresivos ante cualquier tarea hogareña que se les quiera pedir, que bajan su rendimiento escolar y que, en general, dejan de ser esas personas ociables que eran hasta antes de caer en las redes de los videojuegos. 

Es aquí donde la labor de los padres es fundamental, pero esta labor debe ser siempre preventiva, con toda la fuerza y energía que implica una responsabilidad grande. Demasiadas veces he visto a menores de tres o cuatro años a los que sus padres les entregan una tablet o celulares "para que se entretengan" y como muy pronto estos padres se dan cuenta que con estos dispositivos "los niños no molestan", la comodidad es grande y se los permiten no solo a toda hora, sino que sin restricciones horarias de ninguna naturaleza. Escasamente, por añadidura, pondrán restricciones temáticas, porque los padres pocas veces saben o entienden los juegos en los que se divierten sus hijos. Son esos mismos padres, los que entregaban graciosamente sus celulares a los niños de cuatro años, los que apenas unos pocos años después, estarán desesperados porque el niño no quiere asistir a la escuela, porque si asiste solo estará pendiente del celular y no de la clase. Porque ya no puede dejar estos dispositivos y siente un verdadero síndrome de abstinencia cuando se le obliga a guardarlo en horario de comidas, durante una clase, o en alguna otra actividad. A menudos estos niños manifestarán un pésimo comportamiento, vulgar y agresivo, contra los adultos que quieran restringir sus juegos o siquiera les critiquen su actitud. Evidentemente, también hemos visto a esos pre-adolescentes y vemos la desazón y hasta sufrimiento de sus padres. Pero ya es tarde, la ludopatía digital ya está instalada y habrá que recurrir a especialistas. Siempre era más fácil y eficiente (incluso más barato) prevenir que curar, pero esa comodidad en os años que el niño era pequeño, se paga muy cara cuando ya crece. Ni decir que en el colegio tendrá bastantes registros en su hoja de vida relativos a su uso exagerado e inadecuado del celular en clases y a su bajísimo rendimiento escolar.

El médico Elías Arab, psiquiatra infantil y miembro de  la Sociedad de Psiquiatría  y Neurología de la Infancia y Adolescencia de Chile, ha dicho que las estadísticas muestran que entre un 20 y un 30% de los niños que usan a diario estos dispositivos, presentan conductas adictivas posteriormente.

En una publicación del Dr. Arab en la Revista Médica de Clínica Las Condes de enero de 2015, el especialista señala (a propósito de internet, redes sociales y videojuegos):

"En relación a los aspectos negativos del uso de redes sociales en particular y de objetos tecnológicos en general, sabemos que la exposición a violencia en los medios de comunicación, internet, videojuegos y redes sociales, aumenta las interacciones agresivas en niños y adolescentes en encuadres sociales inestructurados. Se produce, además, un alto grado de exposición deseada y no deseada a pornografía en usuarios de internet y existe una mayor exposición en individuos vulnerables (con tendencia a la delincuencia, con depresión y/o que han sido victimizados). Se genera una baja capacidad de lectura facial y de habilidades sociales directas. Los videojuegos tienen la capacidad de inducir a corto plazo comportamientos violentos, neutrales y/o prosociales en los niños, independiente de variables temperamentales (especialmente en menores de siete años). La evidencia es menos consistente cuando se considera a los adolescentes. El pronóstico a largo plazo para todas las edades es incierto". 

Tan grande es esta verdadera pandemia que existe gran preocupación a nivel mundial sobre este tema, recientemente, en junio de 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS), dependiente de Naciones Unidas, incluyó la adicción a los videojuegos en la lista de trastornos mentales y advierte que este riesgo no es solo para niños y adolescentes, sino para cualquier persona de cualquier edad. 

Sin lugar a dudas esto es un llamado de atención para todos nosotros, mayor aún si somos padres, pero no quedamos exentos de nuestra responsabilidad si somos educadores o simples espectadores de estas conductas. Tenemos la obligación moral de decir a esos padres que consienten y abalan esta falta de reglas de sus hijos ante las consolas que el riesgo de llevarlos a una ludopatía que causará todo tipo de dificultades en el futuro, es alto.

¿Y cómo saber si nuestros hijos están cayendo en este trastorno? Algunas claves son las siguientes:

El joven parece estar absorto al jugar, sin atender cuando le llaman.
-              Siente demasiada tensión e incluso aprieta las mandíbulas cuando está jugando.
-              No aparta la vista de la televisión o pantalla.
-              Empieza a perder interés por otras actividades que antes practicaba.
-              Trastornos del sueño.
-              Mayor distanciamiento de la familia y amigos.
-              Problemas con los estudios.

Pero no nos confundamos, los viedeojuegos per se, no son dañinos. Como casi toda la tecnología son neutros, su calificación depende del uso y, por cierto, bien utilizados pueden ser una fuente de recreación y aprendizaje muy potente. Pero como en todos los excesos hay riesgos. Y por ello se deben poner límites. Supervisión es la palabra clave. ¿Y supervisar qué? Supervisar horarios, temas, cumplimiento de otros deberes previos y de mayor importancia en la escala de responsabilidades del niño y adolescente. Esa supervisión es parte del verdadero amor paternal. Lo otro, permítanme la dureza, es solo ser pusilánime y evitar la propia responsabilidad paternal.

Hay que darse para tiempo para nuestros hijos. hay que jugar con ellos, hay que enseñarles -con el ejemplo- habilidades sociales, hay que establecerles límites, hay que supervisarlos siempre, porque son nuestra principal responsabilidad y ninguno de nosotros quiere que por nuestra negligencia o flojera (directamente), ellos se vuelva individuos incapaces de desarrollarse cabalmente, de cumplir sus responsabilidades o aislarse -con una baja autoestima- en videojuegos que los atrapan al punto de generarles una adicción de la que solo podrán salir con ayuda profesional y siempre tras un proceso doloroso (síndrome de abstinencia incluido) para toda la familia.

prof. Benedicto González Vargas

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2 comentarios:

  1. Buenas tardes Andrés:
    Hola, investigando sobre autoformación, encontre tu blog
    muy interesante el texto, y deja buenos aportes para pensarse la educación
    desde otros enfoques. Por si algún día quiere pasar a leerme:
    https://laeducacioncotidiana.blogspot.com/

    Le deseo buenas tardes, un saludo desde Colombia.
    Andrés Felipe Pérez Velasco

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  2. Mi apreciado tocayo, gracias por detenerte a leer y comentar, por supuesto que visitaré tu blog, donde de seguro encontraré mucho contenido para aprender y comentar. Gracias!

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Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.