Para ellos y para los habitantes de los pequeños poblados, las faenas de la tierra, algunos trabajos artesanales y los pequeños asuntos locales, constituyen los afanes de la vida diaria.
Ellos saben cuál es su lugar en el mundo; lo sabían sus padres antes de que ellos nacieran y conocen cuál es la conducta que de ellos se espera. Viven en un mundo ordenado. El señor feudal vigila el cumplimiento de sus obligaciones y está pronto a proteger a la gente de su feudo.
Cuando el grupo de hombres deja la azada y mira a lo lejos, ve la fortaleza, imagen concreta del poder señorial. Cerca, se alza otra torre; es la iglesia, refugio y camino hacia la salvación, preocupación constante de sus vidas sencillas y subordinadas.
Cada día, cuando obscurece, el grupo de hombre regresa al poblado. La existencia es apacible en él. ¿Qué podría sobresaltarla? Allí las mujeres laboran en las actividades de la casa, el cuidado de los niños, la comida, el lavado. Nada es fácil, pero de tanto repetirlo es ya costumbre. Imposible imaginar otra forma de vida.
Los bienes artesanales y los alimentos necesarios son producidos en cada familia e intercambiados por otros en el mercado local. En este lugar es donde se encuentra a los actores y cantantes ambulantes, lo juglares, que viajan de villa en villa, de mercado en mercado, de castillo en castillo, narrando hechos y cantando poemas que todos conocen y solicitan. Allí se cantan las historias memorables de los grandes héroes del pasado, como el poema de Mío Cid, por ejemplo.
La existencia sigue siendo apacible. ¿Qué podría sobresaltarla? En realidad hay algo tan recurrente como las costumbres diarias de sus vidas. El señor feudal llama a los hombres para la guerra. Debe lavar una ofensa infringida a su honor y todos sus vasallos están obligados a acompañarlo.
El señor feudal llama a hombres para la guerra. Con la aprobación del rey y la bendición del obispo, se lanza contra los moros (que han conquistado gran parte de España, convirtiéndose en los principales enemigos de la nación y de la religión). Si triunfa, el señor feudal aumentará su honor en esta vida terrenal y mejorará sus posibilidades de salvación para la otra vida, la celestial.
El señor feudal llama a hombres para la guerra, junto a algunos sacerdotes y otros señores se ha convertido en cruzado y marchará a Tierra Santa a reconquistar el país donde vivió y murió Cristo, a liberar los santos lugares de su nacimiento, ministerio, crucifixión y sepulcro, que están en manos de los moros.
El castillo, la iglesia, las armas, la cruz, son los símbolos que las gentes de esta época encuentran por todas partes en esta vieja España. España en la cual el señor feudal y sus hombres marchan frecuentemente a la guerra.
Los monjes de claustro y los religiosos ermitaños se retiran a orar y a reproducir manualmente las grandes obras literarias y culturales de la Antigüedad y de la época. Viejos escritos en nuevos libros que conservarán para nosotros esos bienes culturales.
Cada texto de la literatura medieval que leemos, da cuenta de algunos de estos aspectos.
prof. Benedicto González Vargas
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