Jonathan, amigo de la infancia, está de vuelta en su querido Santiago, luego de 43 años en Puerto Montt, donde enviudó, decidió volver a la capital para estar cerca de sus nietos.
Nos encontramos en un café al aire libre en Pedro de Valdivia casi esquina de Irarrázaval, a la entrada del edificio Caracol. Años ha nos reuníamos en el Condi a tomar cortado y a disfrutar de los ricos pasteles, pero hoy, ay, lo echaron abajo y en su lugar hay una inmensa excavación.
Está contento aquí. Feliz de poder ver a sus nietos, pero preocupado a la vez por ellos.
-Como todos los nietos son inteligentes, brillantes, el niño tiene once años y ella quince. Los quiero mucho, pero sabes, me salieron veganos.
-¡Veganos!
-Sí, ya sabes, esa ideología que pide a sus prosélitos abtenerse del uso de productos de origen animal en los alimentos. Es terrible, esos niños no comen nada, oye. Los llevé a gustar unos completos macanudos y me dijeron que no. Entonces, pollo con papas fritas, no. Fuimos a comer pizzas y pidieron una vegana, ¡menos mal que había! Les gustan los tacos con porotos negros, tomates, palta...
-Vegetarianos totales.
_No, peor. Los vegetarianos comen huevos, queso, pero no los veganos. Fíjate que mi hijo le compró a mi nieto unos zapatos buenísimos, pero tuvo que cambiarlos porque eran de cuero animal. ¿Cómo lo hallas?
Me hago cargo del problema, pero así es este mundo: personas que no comen nada animal y otras que comen como animales...
(publicada en El Mercurio, 5 de mayo 2021).
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