Me ha llegado de parte de algunos amigos la siguiente
declaración pública que estimo de interés difundir por tratarse de la opinión
del jefe de una institución de profundo arraigo en la sociedad chilena, como es
la Masonería, sobre un tema tan sensible en estos días:
Declaración del Gran Maestro de la Gran Logia
de Chile sobre la compleja situación de la educación chilena.
Al iniciar un nuevo año, los distintos sectores involucrados en la educación han sido partícipes de un debate sobre los objetivos del sistema educacional en nuestro país. El Proyecto de Fortalecimiento de la Educación Pública presentado hace pocas semanas por el gobierno ante el parlamento, y el desarrollo de un importante consenso en torno a una iniciativa de tipo ciudadano, así como distintas opiniones vertidas por instituciones, especialistas y analistas, dan cuenta de la alta preocupación existente sobre un aspecto clave de los derechos ciudadanos, como es la educación.
En el mundo contemporáneo existe un amplio consenso en el papel que juega la educación para el desarrollo de los países, los pueblos y las personas. La educación es un bien de interés público que se ha constituido en un elemento clave para la consolidación de los Estados, la identidad nacional, el fortalecimiento de la soberanía, el desarrollo científico-tecnológico, económico y cultural, y para la reducción de la desigualdad social. Ésta es la perspectiva que predomina en los países que sustentan su crecimiento y desarrollo en la producción del conocimiento y en su aplicación científica y tecnológica y, por lo mismo, la consideran como un elemento estratégico para sus Estados.
Nuestra situación actual es compleja. Tenemos una oferta mixta de servicios educacionales, pero que opera en condiciones de gran desigualdad, con efectos contrarios a la cohesión e inclusión social que requiere Chile para su desarrollo integral y armónico.
Existe concordancia en señalar que la educación chilena se encuentra en un estado de crisis integral, que se manifiesta en la altísima proporción de estudiantes que egresan de enseñanza básica y de enseñanza media sin los conocimientos, competencias, conocimientos y habilidades mínimas para continuar estudios superiores o para desempeñarse satisfactoriamente en la vida laboral, menos aún en la sociedad del conocimiento y la globalización que debieran asegurar nuestra inserción en el mundo de hoy.
Una parte importante de los diagnósticos enfatiza que la crisis no sólo afecta a los colegios públicos que dependen de las municipalidades, sino también, a los colegios privados subvencionados, e incluso a los privados pagados, que en su mayoría no alcanzan los estándares de calidad de sus similares en los países desarrollados. De ello dan cuenta las mediciones realizadas por distintos expertos internacionales.
Los diversos enfoques ponen énfasis en la calidad del trabajo docente y formativo que se realiza en el aula, en la relación profesor-alumno y en la falta de apoyo pedagógico y material del trabajo docente, como aspectos relevantes de la crisis educacional.
Asimismo, hay quienes han constatado que las capacidades direccionales de los establecimientos educacionales no están suficientemente preparadas para abordar una gestión competente y eficaz.
La crisis del sistema educacional está impidiendo que la educación constituya un factor de integración y movilidad social; por el contrario, induce cada vez con mayor fuerza a la perpetuación de la desigualdad asociada origen social. El carácter mixto de nuestro sistema educacional, no solo exhibe una diferencia dramática en la identidad social de los destinatarios para cada tipo de educación prestada, donde las diferencias no están por el lado de las distintas sensibilidades que identifican a los prestadores (filosóficas, religiosas o pedagógicas), sino que una distinción relacionada con la calidad educativa entregada, donde se profundiza la segregación social y la irreversibilidad del fracaso educacional de aquellos con menos recursos económicos.
De la misma forma, hay concordancia en señalar que la estructura institucional de la educación chilena en las últimas décadas carece de la necesaria vertebración de las cadenas pedagógicas, desde el Ministerio de Educación -encargado de establecer las políticas nacionales- hasta el aula del establecimiento educacional. Esta carencia ha incidido negativamente sobre la estructura de provisión de los servicios de docencia, que ha afectado gravemente la calidad de la enseñanza.
No puede negarse, sin embargo, que, las políticas y los esfuerzos desarrollados por actores públicos y privados, han logrado importantes éxitos en la cobertura y que tales logros ubican a Chile en una condición ventajosa respecto de los demás países de América Latina.
Próximos al Bicentenario de nuestra República, es necesario dar un salto adelante e impulsar un proyecto de educación liberado de ataduras ideológicas e intereses de grupos de poder económico y político. Debemos abrir nuestros espíritus y nuestras conciencias para valorar los aciertos y reconocer los crudos diagnósticos que señalan el carácter de los fracasos. Los intereses particulares que puedan sentirse afectados con cualquier perspectiva de cambio estructural, deben tener la certeza que todos los actores que hoy imparten educación pueden tener un lugar en un proyecto que sea capaz de producir un gran salto cualitativo hacia una mejor educación.
Llamamos a poner fin a los interregnos que hoy entrampan un debate realmente profundo, que permita generar un gran acuerdo social y político para construir un Proyecto Bicentenario de Educación, que haga posible un sistema de educación consensuado, donde el Estado asegure la asignación de los recursos que sean necesarios para poner en marcha el plan más ambicioso de educación realizado en nuestra historia patria.
El país necesita con urgencia un espacio de encuentro formativo para todos los chilenos, independientemente de su origen social, económico, político, étnico o cultural.
Así también, necesita con urgencia espacios formativos que eduquen a los jóvenes de Chile conforme a los valores sustentados en la tolerancia, la democracia y la integración social.
Creemos que es ineludible fortalecer una educación pública de calidad, laica, plural, inclusiva, gratuita, que dé acceso e igualdad de oportunidades a todos los niños y jóvenes. En ello vemos la fórmula técnica y valórica para avanzar hacia un sistema socialmente integrado, abierto a todas las ideas y culturas, con caminos reales de movilidad social, de democratización y de rescate de los mejores talentos.
El gran desafío es desarrollar un proyecto de educación que asegure la calidad, eficiencia y eficacia, en el cual todos los establecimientos educacionales accedan en igualdad de condiciones a los recursos requeridos para el cumplimiento de su misión, con direcciones debidamente preparadas para abordar la gestión educacional, y con profesores formados y remunerados adecuadamente para tales efectos. Sin duda, ello implica un enorme esfuerzo económico, en el que el Estado debe jugar un rol determinante, respecto del cual los distintos actores sociales, políticos y económicos deben asumir que ello redundará en mayores niveles de competitividad sistémica más alta, más productividad de los agentes económicos y mejores oportunidades de calidad de vida para todos los chilenos.
Juan José Oyarzún Oyarzún
Gran Maestro de la Gran Logia de Chile
Al iniciar un nuevo año, los distintos sectores involucrados en la educación han sido partícipes de un debate sobre los objetivos del sistema educacional en nuestro país. El Proyecto de Fortalecimiento de la Educación Pública presentado hace pocas semanas por el gobierno ante el parlamento, y el desarrollo de un importante consenso en torno a una iniciativa de tipo ciudadano, así como distintas opiniones vertidas por instituciones, especialistas y analistas, dan cuenta de la alta preocupación existente sobre un aspecto clave de los derechos ciudadanos, como es la educación.
En el mundo contemporáneo existe un amplio consenso en el papel que juega la educación para el desarrollo de los países, los pueblos y las personas. La educación es un bien de interés público que se ha constituido en un elemento clave para la consolidación de los Estados, la identidad nacional, el fortalecimiento de la soberanía, el desarrollo científico-tecnológico, económico y cultural, y para la reducción de la desigualdad social. Ésta es la perspectiva que predomina en los países que sustentan su crecimiento y desarrollo en la producción del conocimiento y en su aplicación científica y tecnológica y, por lo mismo, la consideran como un elemento estratégico para sus Estados.
Nuestra situación actual es compleja. Tenemos una oferta mixta de servicios educacionales, pero que opera en condiciones de gran desigualdad, con efectos contrarios a la cohesión e inclusión social que requiere Chile para su desarrollo integral y armónico.
Existe concordancia en señalar que la educación chilena se encuentra en un estado de crisis integral, que se manifiesta en la altísima proporción de estudiantes que egresan de enseñanza básica y de enseñanza media sin los conocimientos, competencias, conocimientos y habilidades mínimas para continuar estudios superiores o para desempeñarse satisfactoriamente en la vida laboral, menos aún en la sociedad del conocimiento y la globalización que debieran asegurar nuestra inserción en el mundo de hoy.
Una parte importante de los diagnósticos enfatiza que la crisis no sólo afecta a los colegios públicos que dependen de las municipalidades, sino también, a los colegios privados subvencionados, e incluso a los privados pagados, que en su mayoría no alcanzan los estándares de calidad de sus similares en los países desarrollados. De ello dan cuenta las mediciones realizadas por distintos expertos internacionales.
Los diversos enfoques ponen énfasis en la calidad del trabajo docente y formativo que se realiza en el aula, en la relación profesor-alumno y en la falta de apoyo pedagógico y material del trabajo docente, como aspectos relevantes de la crisis educacional.
Asimismo, hay quienes han constatado que las capacidades direccionales de los establecimientos educacionales no están suficientemente preparadas para abordar una gestión competente y eficaz.
La crisis del sistema educacional está impidiendo que la educación constituya un factor de integración y movilidad social; por el contrario, induce cada vez con mayor fuerza a la perpetuación de la desigualdad asociada origen social. El carácter mixto de nuestro sistema educacional, no solo exhibe una diferencia dramática en la identidad social de los destinatarios para cada tipo de educación prestada, donde las diferencias no están por el lado de las distintas sensibilidades que identifican a los prestadores (filosóficas, religiosas o pedagógicas), sino que una distinción relacionada con la calidad educativa entregada, donde se profundiza la segregación social y la irreversibilidad del fracaso educacional de aquellos con menos recursos económicos.
De la misma forma, hay concordancia en señalar que la estructura institucional de la educación chilena en las últimas décadas carece de la necesaria vertebración de las cadenas pedagógicas, desde el Ministerio de Educación -encargado de establecer las políticas nacionales- hasta el aula del establecimiento educacional. Esta carencia ha incidido negativamente sobre la estructura de provisión de los servicios de docencia, que ha afectado gravemente la calidad de la enseñanza.
No puede negarse, sin embargo, que, las políticas y los esfuerzos desarrollados por actores públicos y privados, han logrado importantes éxitos en la cobertura y que tales logros ubican a Chile en una condición ventajosa respecto de los demás países de América Latina.
Próximos al Bicentenario de nuestra República, es necesario dar un salto adelante e impulsar un proyecto de educación liberado de ataduras ideológicas e intereses de grupos de poder económico y político. Debemos abrir nuestros espíritus y nuestras conciencias para valorar los aciertos y reconocer los crudos diagnósticos que señalan el carácter de los fracasos. Los intereses particulares que puedan sentirse afectados con cualquier perspectiva de cambio estructural, deben tener la certeza que todos los actores que hoy imparten educación pueden tener un lugar en un proyecto que sea capaz de producir un gran salto cualitativo hacia una mejor educación.
Llamamos a poner fin a los interregnos que hoy entrampan un debate realmente profundo, que permita generar un gran acuerdo social y político para construir un Proyecto Bicentenario de Educación, que haga posible un sistema de educación consensuado, donde el Estado asegure la asignación de los recursos que sean necesarios para poner en marcha el plan más ambicioso de educación realizado en nuestra historia patria.
El país necesita con urgencia un espacio de encuentro formativo para todos los chilenos, independientemente de su origen social, económico, político, étnico o cultural.
Así también, necesita con urgencia espacios formativos que eduquen a los jóvenes de Chile conforme a los valores sustentados en la tolerancia, la democracia y la integración social.
Creemos que es ineludible fortalecer una educación pública de calidad, laica, plural, inclusiva, gratuita, que dé acceso e igualdad de oportunidades a todos los niños y jóvenes. En ello vemos la fórmula técnica y valórica para avanzar hacia un sistema socialmente integrado, abierto a todas las ideas y culturas, con caminos reales de movilidad social, de democratización y de rescate de los mejores talentos.
El gran desafío es desarrollar un proyecto de educación que asegure la calidad, eficiencia y eficacia, en el cual todos los establecimientos educacionales accedan en igualdad de condiciones a los recursos requeridos para el cumplimiento de su misión, con direcciones debidamente preparadas para abordar la gestión educacional, y con profesores formados y remunerados adecuadamente para tales efectos. Sin duda, ello implica un enorme esfuerzo económico, en el que el Estado debe jugar un rol determinante, respecto del cual los distintos actores sociales, políticos y económicos deben asumir que ello redundará en mayores niveles de competitividad sistémica más alta, más productividad de los agentes económicos y mejores oportunidades de calidad de vida para todos los chilenos.
Juan José Oyarzún Oyarzún
Gran Maestro de la Gran Logia de Chile
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