Desde que apareció el Informe Delors (Unesco,
1996) se ha venido insistiendo en la necesidad de que los estudiantes
puedan, entre otras cosas, a lo largo de su proceso de formación
escolar, Aprender a Aprender. Esta expresión casi mágica ha sido
repetida en innumerables ocasiones y en las facultades de pedagogía de
nuestro país, se repite como una máxima que no debe olvidarse.
¿Qué significa, en el fondo, esta aseveración?
Pienso que la educación es continua, es un proceso que dura toda la vida que ahora la educación formal se aproxima cada vez más a esto,
profesionales ya titulados deben volver a las aulas universitarias a
actualizarse, eso es bueno y necesario y debemos transmitir a nuestros
estudiantes que eso es así.
Comúnmente se escucha que lo importante es conseguir que los estudiantes
entiendan lo que están estudiando, que logren capturar el concepto,
sean capaces de analizarlo y evaluarlo desde distintos contextos. Eso no
se logra con una enseñanza academicista y repetitiva, porque ya no
basta sólo saber sobre algo, necesitamos saber pensar sobre ese algo. Es
una habilidad que debemos adquirir y que en nuestra calidad de
profesores debemos permanentemente estar desarrollando y potenciando en
nuestros estudiantes.
Si somos capaces de enseñar a pensar, estaremos enrielando el camino para que los estudiantes aprendan a aprender, para que sean capaces de investigar y manejar información en forma autónoma, metódica, objetiva. Sólo así se puede
pretender alcanzar un desarrollo intelectual que desencadene el
pensamiento abstracto tan necesario para la formación del pensamiento
crítico, la resolución de problemas, la elaboración de teorías.
Una de las exigencias que la sociedad actual nos hace a los docentes es
no perder de vista estos objetivos, y prepararnos permanentemente para
desarrollar estos talentos en nuestros niños y jóvenes.
prof. Benedicto González Vargas
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