Todos sabemos (porque lo hemos estudiado o investigado, por experiencia propia o por simple intuición) cómo afecta el estado de ánimo en las relaciones interpersonales laborales y en el desempeño del trabajo mismo. También sabemos que hoy, como nunca antes en la historia, es fundamental trabajar en equipo y para hacerlo adecuadamente debemos tener autoconciencia del estado de funcionamiento de dicho equipo y, por cierto, los niveles emotividad personales pueden generar estados de ánimo compartidos que es necesario conocer, evaluar y manejar. Vale decir, los miembros de un equipo de trabajo autoconciente saben que se encuentran directamente relacionados con las corrientes emocionales subyacentes de cada uno de los miembros del equipo de trabajo y ello se reflejará en su labor profesional.
En educación, repercutirá en el trato entre ellos, con sus alumnos, con los padres y apoderados o con el resto del personal institucional. Las emociones negativas como el enojo, la ansiedad, la sensación de inutilidad, la incomodidad, entre otras, desvían nuestra atención y dificultan el trabajo. Además, como también ya sabemos, los estados de ánimo generan una suerte de polaridad contagiosa que, tratándose de emociones negativas es muy peligrosa para el buen funcionamiento organizacional. Diversos estudios señalan que uno de los grupos profesionales más afectados por el estrés laboral en Chile somos los docentes. Los niveles de tensión, incomodidad, inseguridad y frustración son insólitamente altos en nuestro sector profesional. Cabría preguntarse por qué.
En una ocasión consulté de manera informal a varios colegas en un seminario respecto de cuál de las siguientes situaciones les generaba más estrés:
a) Tener una conversación "seria" con un estudiante para resolver algún problema de comportamiento.
b) Tener una entrevista con un padre o apoderado considerado "difícil".
c) Ser llamado por una autoridad del Colegio (director, jefe técnico) para representarle algún error o dificultad en la labor educativa o administrativa.
No sé por qué no me sorprendió enterarme que, por lejos, las entrevistas con los jefes son las que provocan mayores niveles de enfado, frustración, decepción e, incluso, resentimiento.
En un artículo anterior, publicado en este blog hace más de un año y que titulé: Cómo los jefes técnicos pueden liderar los cambios en los colegios, me referí a la forma en que debían estos directivos aproximarse a los docentes para resolver los conflictos. Me parece que, en gran medida, lo señalado en aquella ocasión sigue muy vigente. Muchos de los problemas que aquejan al profesorado en Chile y que van en paralelo con los problemas financieros y la falta de perfeccionamiento permanente, corren por este carril de los estados de ánimo y de las tensas relaciones con los directivos docentes. La clave, por cierto, no está en dejar hacer o no representarle a los profesores cuando el trabajo, o parte de él no está bien hecho. Por el contrario, el deber del líder institucional, el Director, los jefes técnicos, los coordinadores de área, es precísamente forzar el cambio en la disposición laboral, pero sin incomodar innecesariamente a nadie. No nos olvidemos que, más allá de un nivel aceptable y necesario, la ansiedad termina menoscabando el uso de las facultades intelectuales y con ello impactando negativamente en la labor profesional.
David Goleman, por su parte, nos enseñó, además, que no sólo dañan porque disminuyen el ejercicio profesional a plena capacidad, sino que también afecta a la inteligencia emocional de las personas. Vale decir, profesores angustiados o estresados, tendrán más dificultades para reconocer e interpretar las emociones de los demás, reduciéndose, de tal modo, su empatía y obstaculizando el despliegue de las habilidades sociales necesarias para llevar a cabo una labor educativa positivamente impactante.
Por el contrario, cuando las personas sienten un grado importante de satisfacción en su desempeño profesional, cuando la calidad de la vida laboral es percibida como alta, esos trabajadores, docentes en nuestro caso, serán multiplicadores positivos del estado de ánimo o clima organizacional al interior de sus unidades educativas. Lo señalado anteriormente implica que, en gran medida y forzosamente, los estados de ánimo al interior de nuestras escuelas dependen directamente del estado de ánimo y de la forma de gestión de las relaciones interpersonales de los directivos docentes, quienes ejercen el liderazgo institucional en los niveles académicos y ádministrativos más altos de la institución. Un detalle no menor, que no debe olvidarse nunca.
prof. Benedicto González Vargas Artículos
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