Hace algunos días se dieron a conocer los resultados de la Prueba Simce aplicada a los cuartos básicos y segundos medios en 2010.
Uno de los aspectos más importantes de los resultados de esta prueba es el
significativo aumento obtenido en 4º Básico en el puntaje de Lectura,
que experimentó un alza de 9 puntos, lo que es muy significativo y digno
de destacar. En las otras pruebas del nivel, en tanto, (Matemáticas y
Comprensión del Medio Natural y Social) los resultados se mantuvieron estables.
El desglose por niveles en Lectura arroja que el 45% de los
estudiantes alcanza el Nivel Avanzado, 28% el Nivel Intermedio y 27% el
Nivel Inicial. En comparación con la evaluación anterior, se observa un
aumento significativo del porcentaje de estudiantes que alcanza el Nivel
Avanzado y una disminución del porcentaje de estudiantes que se ubica
en el Nivel Inicial. Lo que es perfectamente coherente con el
mejoramiento general del puntaje, evidenciando que esto no se debe al
azar sino que a intervenciones metodológicas y pedagógicas que dieron
resultados.
En la Educación media, por su parte, un 28% de los estudiantes
logra los aprendizajes descritos en el Nivel Avanzado, 36% se ubica en
el Nivel Intermedio y 36% de los estudiantes en el Nivel Inicial. Sin
embargo, el promedio de lectura en este nivel se mantuvo estable, siendo Matemáticas la asignatura que experimenta un interesante repunte.
Hay razones, por lo tanto, para estar conformes con los resultados,
pareciera que después de mucho tiempo de estancamiento en ellos se
estuviera revertiendo la tendencia.
¿Qué podría haber impulsado estos avances? Difícil saberlo, porque
no hay estudios aún sobre este aspecto, pero a fuerza de buscar un
cambio en las políticas educativas entre 2009 y 2010, donde nada cambió
en las metodologías, en los programas de estudios, en los enfoques
curriculares, etc., sólo aparece en el horizonte como posible causa de
este positivo efecto una de las medidas más criticadas el año recién
pasado: la entrega clara y precisa de información a los apoderados.
En efecto, todos recordamos la polémica de los semáforos y la
indignación que causaron en las unidades educativas, pero detrás de ese
malestar, ¿no habrán tomado medidas los establecimientos educacionales
que aparecieron en rojo o amarillo
en los mapas de semáforos? ¿No se habrá generado mayor ocupación en
revertir los malos resultados y aplicar medidas posibles y necesarias
que antes no se habían implementado por falta de un incentivo eficiente?
¿No habrán hecho presión, de algún modo, los padres y apoderados de
aquellos establecimientos que quedaron mal evaluados en 2009 y que
ahora, gracias a la información detallada que recibieron, comparándolos
incluso con las escuelas vecinas?
Obviamente estas ideas son discutibles, pero es el único cambio
significativo de política educacional que aprecio entre 2009 y 2010 para
explicar este avance. ¿Quién puede negar que en plena Sociedad de la
Información mantener informados a los padres y apoderados es no sólo una
necesidad, sino que un deber ético y de transparencia?
Los puntajes alcanzados, no obstante, no dan para celebrar, pero si para estar tranquilos en el sentido de que se está avanzando adecuadamente por el camino correcto.
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