Había una vez un bebé con su mamá.
El bebé hacía lo posible por tocar el sol, estaba muy ansioso de
tocarlo, pero no podría alcanzarlo jamás. Se le ocurrió, entonces, que
podía subirse a una escalera, pero tampoco lo tocó. En eso estaba cuando
la mamá se dio cuenta de lo que su hijo quería y se asustó mucho porque
creía que era muy alto y peligroso pues el niño podía quemarse. El bebé
empezó a saltar, pero tampoco logró tocar el sol y el sol estaba muy
contento porque el pequeño no podía llegar hasta él, pues no quería que
nadie lo tocara.
Entonces vino una nube a ver al sol y le trajo su almuerzo que eran tallarines. La mamá, en la Tierra, un poco más tranquila, cantaba con un pajarito.
Al ver todo eso, al bebé se le ocurrió una gran idea: subirse por un tallarín que estaba colgando del cielo
de los que el sol estaba comiendo. Se afirmó muy bien del tallarín y
fue absorbido y entró por la boca del sol hasta su estómago que estaba
muy oscuro. Allí adentro encendió un fósforo y el sol empezó a quemarse
por dentro y salía humo de su nariz.
La mamá estaba tranquila porque había un muñeco que se parecía a su
hijo y no se dio cuenta de lo que pasó y seguía cantando con el
pajarito.
El sol empezó a toser y mientras tosía y hablaba con la nube botó al
pequeño bebé de su guatita y cayó al suelo y se pegó muy re fuerte y lo
tuvieron que llevar en ambulancia al doctor.
Cuando se mejoró la mamá le dio permiso para tocar el sol desde una
nave espacial, pero tenía que acompañarlo su papá y su hermano mayor. El
sol se molestó mucho cuando escuchó a la mamá que decía eso y se
desmayó de rabia, dejando a la Tierra toda nublada (cuando el sol se
desmaya, la Tierra se nubla).
Al poco tiempo, el papá, el hermano y el niño fueron a pedir prestada
una nave espacial para cumplir el deseo del pequeño. Se pusieron los
cinturones que los afirmaban y el papá apretó los botones para partir.
Cuando arrancó la nave salieron en busca del sol.
El hermano miraba por una pantalla
el universo, la pantalla parecía una cajita y estaba a cargo de ella.
Cuando había algún peligro, la cajita decía: “pasa algo, pasa algo...”
El viaje fue tranquilo y no pasó nada grave.
El niño miraba por la ventana ansioso de ver aparecer al sol.
Hasta que en un momento el hermano mayor le dijo:
—Ven a ponerte el casco para que puedas respirar al salir a tocar el sol.
—Sí, gracias qué rico —dijo el niño—
Salió entonces volando y sin que el sol lo viera, lo tocó. Al darse
cuenta el sol de que lo habían tocado se enfureció mucho, pero no pudo
hacer nada.
El niño volvió a su casa y cuando vio a sus amigos les contó que pudo cumplir su sueño de tocar el sol.
Cada vez que el sol se acuerda de eso le da mucha rabia y se desmaya y
por eso en la Tierra llueve, está nublado y salen relámpagos, es la
rabia del sol. Pero en la casa también recordaban la aventura del niño y
para no olvidarla le regalaron un juguete parecido al sol.
El niño lo ponía encima de la lámpara y cuando quería volver a tocar el sol se ponía guantes y tocaba su juguete.
Así termina esta historia de “tocando el sol”.
Nota:
(1) La autora, Helein González Reinhardt, nació el 25 de noviembre de
1997 y escribió esta historia en 2004, cuando aún tenía seis años. Ahora,
ella sigue escribiendo y publica sus historias y poemas en Hefuescribe y sus notables dibujos en Puros monos
José Ramón, dice:
ResponderEliminar11 abril 2011
El cuento me pareció bueno..... Pero me distrajo mucho y me quitaba el deseo de seguir leyendo, las faltas ortográficas me quitaban el apetito.... Ojalá antes de publicar algo, se use el corrector ortográfico que tiene Word...
prof. Benedicto González Vargas, dice:
Eliminar12 abril 2011
Hola, José Ramón, gracias por el comentario. No me percaté que la versión usada (la del blog de la autora), tiene errores ortográficos. La niña, que hoy tiene 13 años, escribió esta historia cuando tenía 8 y tiene una edición publicada que data de 2005. Ya corregí los detalles, gracias por el aviso.
Anónimo, dice:
ResponderEliminar13 abril 2011
Es una historia linda a pesar de los errores y de lo "raro" de la estructura... Claro, ahora entiendo que lo escribió una pequeña. Me da gusto que todavía existan niños que les gusta la literatura y, sobre todo, que les gusta escibir.
prof. Benedicto González Vargas, dice:
Eliminar13 abril 2011
Helein ha escrito otros cuentos muy interesantes, pero que no desea hacer públicos, yo espero que no pierda este talento, lamentablemente, las escuelas hacen muy poco para fomentarlo. No sé si ella leerá estos comentarios, ojalá que sí, pero espero poder hacérselos llegar alguna vez. Saludos afectuosos, Benedicto Andrés