Mi
Chile cambia en septiembre, las calles empiezan a engalanarse con el pabellón
tricolor, en los pueblos, los vecinos pintan sus casas y en las escuelas los
niños bailan emocionados las distintas danzas folklóricas que de tan diversas
raíces se distribuyen por el territorio nacional. Desde las danzas nortinas, que
compartimos con Perú y Bolivia, hasta las de fuerte raíz española en Chiloé,
pasando por las de tradición huasa en la zona central, las de origen mapuche en
la Araucanía, las de aires maoríes en Isla de Pascua y, últimamente, versiones
chilenizadas y ya plenamente integradas a nuestro folklore como las
provenientes de México, Colombia y Cuba (rancheras, cumbias y guarachas,
respectivamente). A mis hijas, por ejemplo, este año les tocó nuestro baile
nacional, la cueca, a Helein y Lissette y una danza chilota, a Gisselle.
Ellas,
pequeñas aún, motivadas por tanta alegría nacional dibujan en todas partes
banderas chilenas y diseñan insignias que las contienen. Mi esposa y yo,
esotéricos de vieja data, rescatamos y enseñamos las enseñanzas tradicionales y
secretas de nuestros mapuches y la rica simbología hermética de nuestra bandera
patria. La televisión muestra imágenes de nuestra tierra y costumbres, y por
todos lados aparecen los olores de nuestras típicas comidas. Llega a ser
torturante para el paladar que el olfato por donde vaya huela empanadas,
asados, anticuchos y otras exquisiteces criollas. Por lo demás, los buenos
vinos y la dulce, pero traicionera chicha, también se nos
aparecen por doquier.
Ya
empiezan a levantarse las fondas y ramadas, los huasos visten sus atuendos para
el rodeo, como mi amigo Guillermo Pérez Guarda, que durante la semana es un
serio funcionario del Ministerio de Justicia y el fin de semana se convierte en
huaso corralero, bien aperado, picarón y luego del rodeo, un poco entonado con
las alegrías de la patria y los líquidos generosos que produce.
Los
municipios hacen lo suyo preparando imponentes espectáculos al aire libre con
muestras de artesanía y oficios propios de nuestra cultura. He tenido la
notable experiencia de ver y escuchar a Los Jaivas en vivo, mientras doy cuenta
de empanadas y anticuchos en el Parque Padre Hurtado, que antes se llamaba
Intercomunal de La Reina. Por eso septiembre es distinto en mi Patria, porque
el 18 y 19, cada uno de acuerdo a nuestras posibilidades, literalmente tiramos
la casa por la ventana para celebrar el único cumpleaños que une a todos los
chilenos: el de Chile, ¡viva Chile, m..!
prof. Benedicto González
Vargas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimado visitante, gracias por detenerte a leer y comentar, en cuanto pueda leeré tu comentario y te responderé.