jueves, 11 de septiembre de 2008

Celebrando a Chile

Mi Chile cambia en septiembre, las calles empiezan a engalanarse con el pabellón tricolor, en los pueblos, los vecinos pintan sus casas y en las escuelas los niños bailan emocionados las distintas danzas folklóricas que de tan diversas raíces se distribuyen por el territorio nacional. Desde las danzas nortinas, que compartimos con Perú y Bolivia, hasta las de fuerte raíz española en Chiloé, pasando por las de tradición huasa en la zona central, las de origen mapuche en la Araucanía, las de aires maoríes en Isla de Pascua y, últimamente, versiones chilenizadas y ya plenamente integradas a nuestro folklore como las provenientes de México, Colombia y Cuba (rancheras, cumbias y guarachas, respectivamente). A mis hijas, por ejemplo, este año les tocó nuestro baile nacional, la cueca, a Helein y Lissette y una danza chilota, a Gisselle. 

Ellas, pequeñas aún, motivadas por tanta alegría nacional dibujan en todas partes banderas chilenas y diseñan insignias que las contienen. Mi esposa y yo, esotéricos de vieja data, rescatamos y enseñamos las enseñanzas tradicionales y secretas de nuestros mapuches y la rica simbología hermética de nuestra bandera patria. La televisión muestra imágenes de nuestra tierra y costumbres, y por todos lados aparecen los olores de nuestras típicas comidas. Llega a ser torturante para el paladar que el olfato por donde vaya huela empanadas, asados, anticuchos y otras exquisiteces criollas. Por lo demás, los buenos vinos y la dulce, pero traicionera chicha, también se nos aparecen por doquier. Ya empiezan a levantarse las fondas y ramadas, los huasos visten sus atuendos para el rodeo, como mi amigo Guillermo Pérez Guarda, que durante la semana es un serio funcionario del Ministerio de Justicia y el fin de semana se convierte en huaso corralero, bien aperado, picarón y luego del rodeo, un poco entonado con las alegrías de la patria y los líquidos generosos que produce. 

Los municipios hacen lo suyo preparando imponentes espectáculos al aire libre con muestras de artesanía y oficios propios de nuestra cultura. He tenido la notable experiencia de ver y escuchar a Los Jaivas en vivo, mientras doy cuenta de empanadas y anticuchos en el Parque Padre Hurtado, que antes se llamaba Intercomunal de La Reina. Por eso septiembre es distinto en mi Patria, porque el 18 y 19, cada uno de acuerdo a nuestras posibilidades, literalmente tiramos la casa por la ventana para celebrar el único cumpleaños que une a todos los chilenos: el de Chile, ¡viva Chile, m..! 

prof. Benedicto González Vargas

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