sábado, 23 de mayo de 2009

Por los caminos del Neuquén, letras de Zapala


“¡Aquí se alzará Zapala!
¡entre el mallín y el zanjón!,
con el fruto de la pala
y el fervor del corazón.


...El sudor de los pioneros,
Sangre gringa y gaucha al fin,
Era el trino de un jilguero
En el borde del confín”.
Durante este verano tuve la ocasión de visitar parte de la provincia de Neuquén, en la pampa argentina y, por supuesto, junto con conocer su geografía, sus paisajes, sus costumbres y comprobar, una vez más, el afectuoso trato que los amigos argentinos siempre brindan a los extranjeros, especialmente a los chilenos, una de mis inquietudes más relevantes fue buscar los tesoros literarios que en esas tierras australes se esconden del grueso público y de las megaeditoriales internacionales.


Al visitar la hermosa ciudad de Zapala, que se alza desafiante al viento en medio del desierto pampino, una de las cosas que me llamaron la atención es que en la nutrida librería donde adquirí varios títulos de literatura argentina, no había uno solo de sus escritores locales. Parece que allá como acá, los creadores que no están bajo el alero de las grandes editoriales no tienen espacio en las vitrinas de los libreros, algo que urge mejorar.

Sin embargo, ante mi insistencia, especialmente con mis amables anfitriones (con cuánto cariño los recuerdo, Nora, Tino, Claudia, Mirta, Belén, Marcelo y todos), pude conocer la obra de varios autores de la zona, algunos de los cuales merecen ser destacados.

Entre ellos, Hugo Saccoccia, abogado, ilusionista, actor, dramaturgo, que publicó su obra Pioneros. También es digna de mención la extraordinaria Elena Abornoz, que luce su talento en los siguientes versos:

Por todo lo que quiero y lo que tengo
es que estoy en mi pueblo.
Una montaña rosa de soles en incendio.
Un monte verde de árboles con pichones hambrientos
que llenan los vacíos del hombre en el invierno.
No puedo dejar de lado al doctor Luis Charra con sus Recuerdos y A goteo rápido o a su colega, el doctor Eduardo Zinni, autor de la novela Un niño, un caballo, un sueño.

Una verdadera joya que encontré, fue el libro Pupilas del desierto (2003), de Lily Muñoz, que ha publicado también Cueva de la barda (1997), Catedral de Pinares (1999) y Clara de huevo (2000). En esta obra, donde recuerda a tres pioneras que pusieron todo su empeño en afincarse en aquellas solitarias tierras, van apareciendo frente a nosotros las aventuras de Carmen Funes, la Pasto Verde, de Elena Grennhill, La Inglesa, y de Anne Kille, Ana de la Colmena, cuyos recuerdos indelebles son traídos a nosotros con una prosa plena de fuerza, ternura y desgarro.

Inexcusable es no mencionar, aunque sea en forma breve, al poeta Raúl Mansilla y al narrador Guillermo Saccomano, siempre alzando la voz en pro de las letras neuqueninas.

No puedo, sin embargo, terminar este breve recorrido literario sin mencionar a un gran gestor cultural y literario de la zona: Hugo Pompeo Ferrari, autor de una veintena de libros donde la poesía, la narrativa, los relatos históricos, etc., van configurando una obra única, marcadamente telúrica y henchida de un legítimo amor por un terruño agreste, difícil y único.

La bibliografía de Hugo Ferrari se compone de títulos como Memorias del silencio, Ecos de la palabra, Cuentos que cuentas, Cuentos argentinos, Llama de vida, Cuentos, Susurros del viento, Zapala, semilla y surco (antología en dos tomos), ¡Y listo!, Vientos que cuentan, Cuando yo era chico, Vivencias, Reflexiones, Zapala hecha pieletc.

La vida de Hugo Ferrari se nutre de dos vertientes que confluyen en una única intención. Por un lado, deja fluir su verbo poderoso, amante de la tierra que lo vio nacer y desarrollarse; plasma, en libros hechos con esfuerzo, pero con orgullo, sus recuerdos, vivencias y anhelos y, por otro lado, se brinda por entero a la comunidad intentando abrir espacios culturales y gestando antologías para que otros también puedan aportar sus propias páginas al acervo cultural de la Zapala literaria.



A él pertenecen los versos que encabezan este breve artículo y con una cita de su relato El viento desgraciado cierro este recuerdo de las letras de Neuquén en general y de Zapala en particular, trayendo a colación algo de lo que mucho me hablaron y que no tuve la fortuna de conocer (¿o será que tuve la fortuna de no conocer?): el terrible viento de Zapala.
“El viento es la característica de mi pueblo, tampoco a nosotros nos gusta, pero nos acostumbramos a que venga y arrase con las últimas hojas o con los primeros brotes... No tiene fecha para llegar y golpear... aunque le gusta agosto al desgraciado”.
Lo único parecido al viento que conocí por esas pampas fue la refrescante brisa artística de un puñado de autores que hacen patria literaria en la gredosa ciudad del barro que en lengua aborigen es Chapad y que nosotros hoy llamamos Zapala.

prof. Benedicto González Vargas
Artículo publicado originalmente en Revista Letralia

2 comentarios:

  1. Lilí Muñoz, dice:
    28 mayo 2009

    Prof. Benedicto González Vargas: muy agradecida por sus apreciaciones sobre Pupilas del desierto. Mi agradecimiento asimismo a Pedablogia por la difusión del texto. Saludos. Lilí Muñoz. Ciudad de Neuquén.

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    1. prof. Benedicto González Vargas
      29 mayo 2009

      Hola, Lilí, gracias por detenerte a leer y comentar. Hace justo unn año viajé a Zapala y busqué libros de escritores de la zona, no había mucho en librerías, pero sí estaba el tuyo. Luego, de vuelta en Chile, lo leí con gran interés y placer. A ver si algún día vuelvo por esas tierras y busco tus otros libros. Un abrazo cariñoso desde Chile,
      Benedicto

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