viernes, 1 de mayo de 2015

Formar la autodisciplina, fundamental para los jóvenes

Cada cierto tiempo, una vez iniciado el año escolar –y mientras aún disfrutan de algo de tiempo– recibimos en el colegio la visita de ex estudiantes que generalmente, comentan que el ritmo de estudio, las cantidades de trabajos, lecturas, evaluaciones y otras obligaciones los mantienen agobiados y cansados y que lo único que pueden hacer para salir adelante es concentrarse y trabajar al máximo. No son pocos los que agregan comentarios similares a uno que me dijo un exalumno el otro día: “la verdad es que nunca creíamos a los profesores que nos decían cómo eran las cosas, pensábamos que exageraban porque les convenía asustarnos”.


Sin embargo la realidad es así, la exigencia académica y el ritmo de trabajo de las instituciones de educación superior dista mucho de la que tenemos en las escuelas. Solo un par de ejemplos: En todos los colegios las reglas permiten solo hasta un máximo de dos pruebas (controles, examinaciones) por día. En la educación superior puede haber más. Por otra parte, las lecturas en los colegios son reducidas en cantidad y amplias en tiempo para realizarlas. En la educación superior, muchos ya se han dado cuenta que deben leer paralelamente para varias asignaturas a la vez y con plazos bastante más reducidos.

Y es aquí donde nos sorprenden, muchas veces, los resultados de los estudiantes. Hay algunos que habían evidenciado menos talentos (por así decirlo) en la escuela y tienen un sorprendente buen resultado en la educación terciaria. Por el contrario, estudiantes aventajados que muchas veces solo necesitaban poner atención a la clase o leer una vez sus apuntes o libro de texto y que alcanzaban las mayores calificaciones, se debaten luego en resultados inciertos y aprobando apenas las cátedras. ¿Por qué ocurre esto?

Si le creemos al psicólogo Julio González Pineda, académico de la Universidad de Oviedo y autor de un reciente estudio sobre el tema, “a partir de la adolescencia la disciplina es determinante en el éxito de un alumno” y agrega: “Sin esfuerzo no podrán conseguir nada, por mucha inteligencia que tengan”. Eso es exactamente lo que ocurre, muchas veces los alumnos más talentosos de la escuela, debido a que el nivel de exigencia tiene a igualarse con el nivel académico de los estudiantes y ellos tienen menor exigencia de la que merecen, van trabajando con menos esfuerzo ya que igualmente consiguen altos resultados, pero se va incubando en ellos una nefasta costumbre que les pasara la cuenta en la educación superior, al menos hasta que entiendan que aquel nivel de esfuerzo –mínimo para ellos- que era suficiente en el colegio para lograr un muy buen rendimiento, ya no les alcanza, y por ello deben esforzarse más. Por el contrario, a quienes les costaba el colegio, con algunas asignaturas, incluso, que no eran de su agrado (o que no les encontraban sentido práctico) pero que se esforzaban muchísimo para lograr a veces resultados solo mediocres, cuando llegan a la educación superior y están cursando una carrera de su agrado, el “entrenamiento” de esfuerzo que ya han tenido, les ha desarrollado un hábito crucial para el éxito: la disciplina de estudio.

Otro factor o menor es la nula o bajísima intromisión de los padres en los estudios de sus hijos, lo que me parece un error, pareciera que muchos piensan que junto con cumplir los 18 años o ingresar a una institución de educación superior ya no requieren de la supervisión paterna (puedo entenderlo, aunque no justificarlo en casos en que los padres no alcanzaron ese nivel de estudios y se sienten por lo tantos inhibidos para supervisar). Creo firmemente que, mientras estén bajo la dependencia de los padres, los jóvenes, sin límite de edad, deben contar con la sana supervisión paterna, los padres deben esforzarse por generar un clima de disciplina que permita a los jóvenes ordenarse y organizarse con los tiempos de estudio y la diversión, para que vayan adquiriendo y desarrollando hábitos de esfuerzo académico que ayuden a los estudiantes a establecer escalas de prioridades y responsabilidad que los lleven al éxito y no al fracaso académico. Como digo a algunos de mis alumnos o a los padres que me lo preguntan: No se trata de equilibrar entre estudios y carrete, se trata de darle tiempo a ambos, pero con prioridad y mayor tiempo para los estudios.
La autoestima, por cierto, también juega un papel importante, pero ella responde a un círculo virtuoso o vicioso, según sea el caso: esfuerzo + resultados positivos = autoestima alta o bien. Menor esfuerzo + Resultados negativos o mediocres = autoestima baja.

Para poder desarrollar esos esfuerzos necesarios es fundamental la autodisciplina, ese impulso vital que hace que las personas desarrollen aquellas actividades que deben hacer en el momento oportuno, con absoluta prescindencia del estado emocional. O dicho de otro modo: “hacer lo que corresponde hacer, aunque no quiera hacerlo”. Según muchos autores, la autodisciplina se va fortaleciendo de manera similar a cómo se hace con los músculos. Se debe fortalecerla sin recargarla y, a medida que se van alcanzando las metas factibles trazadas, se va incrementando el esfuerzo y la meta planificada.


1. Fortalecerla y convertirla en un hábito no solo servirá para mejorar nuestros resultados académicos, sino cualquier cosa que queramos en nuestra vida y

2. En la medida en que nos esforzamos en hacer mejor las cosas, con el paso del tiempo y la ejercitación permanente, nos va resultando más fácil lo que antes era más difícil.
Es importante señalar dos cosas más respecto de la autodisciplina:

Es importante tener en cuenta que desde la educación superior (y luego en el trabajo, en la economía personal, etc.), que solo el esfuerzo personal vale para el éxito. Ya no habrá profesores que hagan repasos para la prueba. Ya no habrá apoderados justificando lo que no pudimos hacer. Ya no habrá compañeros de grupo que no “hicieron su parte”. Esas situaciones ya caducaron, tuvieron su fecha de vencimiento y ya no podremos contar con ellas en nuestro beneficio.

Me interesa siempre que mis estudiantes aprendan esto. Me parece que casi nunca consigo transmitirlo con nitidez, ya que algunos de mis estudiantes adolescentes de Enseñanza Media, más de los que yo quisiera, siguen comportándose como si la responsabilidad habitara en la ciudad vecina y solo consigo de ellos, tras abandonar la educación media e ingresar a la educación superior, expresiones del tipo: “puchas, profe, tenía razón, ojalá le hubiera hecho caso antes”, lo que no alcanza, ni de lejos, para sentirse satisfecho como docente, al menos no en lo que a este aspecto de la Orientación se refiere.

prof. Benedicto González Vargas



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