"Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en todo trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.
Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles,
es que mi soledad viene a besarte,
para que no me olvides.
(...)
Y si una tarde en un altar lejano,
de otra mano cogida, te bendicen
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo.
¡Para que no me olvides!"
Así escribía, por la década de los cuarenta, ese magnífico y tempranamente malogrado poeta Óscar Castro Zúñiga (1910-1947). Sin embargo, sus versos imperecederos siguen recorriendo el mundo conmoviendo a los corazones enamorados.
Muchos son los motivos líricos que encontramos en la poesía de Óscar Castro y todos conforman poemas que son pequeñas obras maestras cuyo encanto nos seduce porque son una fuente inagotable de belleza y emoción. Es que el amor, como sentimiento superior en los seres humanos, nos colma y nos redime, nos da ánimo, fuerza, y esperanza y, a la vez, nos deprime y pretende llegar a aniquilarnos con algún fracaso. ¿Qué ocurre cuando perdemos el amor verdadero? ¿No tenemos acaso la secreta esperanza de volver a encontrarlo?
"Bajó la hoz de la luna
Para segar sueños viejos.
Me voy con las manos claras
de acariciar tu silencio.
(...)
Las calles que yo camine
Serán sin luces ni espejos,
tendré todas las esquinas
para mentirme tu encuentro.
(...)
Perdí la hoz de la luna,
se la llevó el día nuevo,
mi corazón se desangra
por la llama de un lucero."
¿Y qué decir de ese amor pleno, verdadero y limpio, pero que, sin embargo, no tiene nada que ofrecer, salvo amor? Al menos nada de aquello que la sociedad sanciona como necesario:
"Y me miré las manos. Estas manos
que no siegan el trigo madurado en febrero.
Y comprendí que todo era imposible,
que soy un forastero.
Ellos quieren hogar para que vivas
y tierras que aseguren tu sustento
¡Y yo planté mis huertos en la luna,
y yo sembré mis trigos en el cielo!
(...)
Yo te digo, al marcharme, que no tengo
ni la tierra que cubro con mi cuerpo.
pero esta noche me hallaré en las manos
el aroma de tierra de tus pechos."
La hermosa poesía de Óscar Castro ha sobrevivido largamente a su autor, los músicos han descubierto sus riquezas armónicas y rítmicas convirtiéndolas en canciones de éxito. ¿Quién fue la musa inspiradora del poeta? ¿A quién escribió sus versos? Tal vez a muchas...
"Todas las hembras que una noche, en un lecho
cualquiera, en cualquier parte, no importa de qué modo
abrieron sus entrañas a mi sed y a mi angustia."
Pero sólo hay una mujer entrañable, su esposa, Isolda Pradel, la compañera que quiso hasta el final de sus días:
"A nuestra boda vendrán
cometas de larga cola.
Y en los jardines dormidos
darán un baile las hojas.
(...)
Eres mi esposa y te quiero
como si fueras mi novia."
Es fácil comprender la emoción del vate, todos tenemos —o anhelamos tener— en nuestras vidas una persona especial a la que a veces le digamos, con los versos del poeta:
"Cuando tú digas luna, yo diré corazón.
Juguemos a la ronda del amor.
Cuando digas: "acógeme", lloraré de emoción.
Juguemos a la ronda del perdón."
Todo poeta fue, no lo olvidemos, alguien que "amó las estrellas" que "besó los trigos" y que es experto en amor. No se puede vivir la poesía si no hay amor. Un día determinado de febrero vemos a muchas parejas celebrando "su día", pero Óscar Castro y los poetas de siempre nos enseñan que el amor hay que celebrarlo todos los días y esto lo digo simplemente Para que no me olvides...
prof. Benedicto González Vargas
(publicado por primera vez en El Coirón Cordillerano, Puente Alto, 1993.
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