Si leemos la Declaración Mundial de Educación para Todos
(Tailandia, 1990) y leemos con atención las propuestas presidenciales
desde 1989 a la fecha, siempre se habla de garantizar una educación de calidad para todos. No obstante, al menos en Chile,
los porfiados resultados insisten en mostrar una brecha entre sectores
ricos y pobres que, lejos de cerrarse, tiende a abrirse de manera
escandalosa.
Fue en 1962 cuando John Carroll expuso un modelo didáctico en que se reconocía las diferencias en los ritmos de aprendizajes. Howard Gardner, por su parte, en 1983 fue mucho más lejos con su teoría de las inteligencias múltiples.
Pero más allá de la diferencia de inteligencias o ritmos
para estudiar, hay una diferencia impresionante en la calidad de lo que
llamamos educación informal (1) entre jóvenes de niveles
socioeconómicos altos y bajos.
En efecto, se afirma que un niño que pertenece al grupo socieconómico
más deprimido en nuestra sociedad, cuando se encuentra en primero
básico, conoce y usa unas 500 palabras. A la misma edad, un niño de los
sectores más acomodados usa y conoce unas 4000 palabras. La diferencia
es abismante y ya que el vocabulario marca los límites del conocimiento,
es indudable que esta diferencia odiosa debe ser eliminada con
prontitud. Por eso concuerdo que educar a niños de sectores sociales de
menores recursos es mucho más caro que educar a niños con mejor calidad
de vida y por eso la subvención escolar debe ser diferenciada, no castigando a
quienes más tienen y saben, quitándole recursos, sino que duplicando o
triplicando a quienes lo requieren más.
Pero eso tampoco servirá nada si no se realizan con esos recursos (hoy
inexistentes) programas de intervención directa, con tutorías especiales
en extensión horaria (como en el caso de Japón), con mejores textos de
estudio (los actuales abundan en errores), con modelos de enseñanza que
rompan con las metodologías tradicionales que lo único que hacen es
ensanchar la brecha antes descrita de manera permanente por el resto de
la educación escolar.
Lo primero, por lo tanto, es reconocer que esas diferencias existen y
luego, idear métodos concretos para derrotar esa diferencia de entrada que tanto daño causa a la calidad de la educación que reciben nuestros niños.
prof. Benedicto González Vargas
Nota:
(1) Se llama educación informal a todo aquel aprendiazaje que los niños obtienen fuera de la escuela. Tiene que ver con los hábitos culturales de la familia con el acceso adecuado a medios de información y conocimiento. A la calidad de las
experiencias formativas en el seno de la familia y su entorno próximo,
incluso a la calidad de la distracción y juegos.
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