Hace poco tuve la grata oportunidad de conversar de Emprendimiento y sus vínculos con la educación, con el señor director del Colegio Santiago Emprendedores don Daniel Lescot Jerez
y con el jefe técnico de dicho establecimiento, don Juan Venegas. En la
ocasión, aparte de interiorizarme del interesante proyecto educativo
institucional de ese nóvel establecimiento, pudimos intercambiar
opiniones respecto de cómo una verdadera educación para el
emprendimiento es un elemento fundamental para la formación de nuestros
estudiantes.
Por otra parte, la innovación, la mirada creativa, el desarrollo del
talento potencial de los estudiantes adquiere preponderancia en medio de
la competitividad del mundo globalizado, tecnologizado e hipervinculado
en el que vivimos y que cada vez más está sustentado en economías
basadas en la gestión del conocimiento.
El alto valor agregado que a la educación formal puede otorgarle una
mirada emprendedora pasa, necesariamente, por no olvidar nunca el
carácter formativo de la educación y, consecuente con ello, la profesión
de valores que sustenten una praxis donde la ética opere como uno de
los pilares de la generación y gestión de información y conocimientos.
Siempre he señalado en estas páginas la necesidad de un uso crítico y un
uso ético de las tecnologías informáticas, unidas al uso práctico que
es el más común y recurrente. Después de la conversación en comento,
declaro e impulso que esos usos son también requisito sine qua non
en cualquier proyecto educativo que pretenda generar condiciones para
una educación emprendedora.
Olvidar los valores y la mirada crítica es convertir el verdadero
emprendimiento en una cáscara más o menos apetitosa, pero que oculta un
fruto amargo y peligroso y en vez de formar emprendedores, estemos
formando seres competitivos, ambiciosos, amorales, que confundan el
éxito con el exitismo y que empeñen su alma y su vida en pasar por
encima de cuantos los antecedan en su loca carrera por el triunfo.
Digo esto porque pareciera que hablar de emprendimiento es sólo hablar
de negocios y de éxito económico. Hablar de emprendimiento en educación,
muchos creen, es enseñar a nuestros niños y jóvenes a formar empresas.
No estoy de acuerdo con ello y no estoy tampoco disponible para apoyar
esa tesis.
Creo más bien que hablar de una verdadera Educación para el
Emprendimiento es transferir una mirada en que los problemas sean vistos
como oportunidades y en que podamos transmitir a nuestros estudiantes
que allí donde muchos ven un problema y muchos más levantan las quejas
para que otros resuelvan el conflicto, el emprendedor verá la
oportunidad de ofrecer una solución que se haga cargo de todo el
componente social y humano asociado a dicho problema.
Me parece que formar este tipo de ciudadanos es urgente e ineludible y
sólo así será posible aspirar como país de manera sensata al desarrollo y
el bienestar futuro de la sociedad.
Creo que hablar de una educación de calidad pasa forzosamente por hablar
también de emprendimiento, pero un emprendimiento vinculado a la ética,
a la mirada crítica, al entorno y al impacto social, a pensar y ofrecer
soluciones creativas, innovadoras, significativas y factibles. Un
emprendimiento a escala humana que no ande buscando adversarios para
derrotar, sino colaboradores para triunfar.
Por cierto que nuestros docentes deben apropiarse de esa mirada y deben
implementarla con estusiasmo, creatividad y libertad en las aulas.
Personas como Daniel Lescot y proyectos como el Santiago Emprendedores,
al igual que el del Colegio Alexander Fleming,
que conozco muy de adentro, me hacen pensar que en medio de la
confusión actual y las recetas más o menos propagandísticas que uno lee y
escucha en el medio, es posible hablar de una educación de calidad que
es, al mismo tiempo, aporte, ejemplo y esperanza.
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