jueves, 1 de marzo de 2007

Aunque la vida nos duela, nunca es demasiado tarde...

(Multidiálogo o multientrevista con Pepita Turina)















BENEDICTO GONZÁLEZ: Pepita Turina, hoy es su cumpleaños, y como regalo le traemos esta extraña mezcla entre multidiálogo y multientrevista, es un regalo para Ud., por todo lo que ha significado en nuestra literatura, aunque pocos lo sepan, pero es también un regalo a los lectores, para que conozcan a una gran escritora. Para ir entrando en materia, ¿Podría decirme dónde y cuándo nació?, Karen me ha dicho que hay mucha confusión. 

PEPITA TURINA: Nací en Punta Arenas, en el primer cuarto de este siglo. 

BENEDICTO GONZÁLEZ: Pero, Pepita, ya cambiamos de siglo, ¡ponga algo más de claridad! 


KAREN MULLER TURINA (aclarando): Su fecha de nacimiento, que ella nunca dio a conocer, usando una frase que no clarificaba nada, "nací en Punta Arenas, en el primer cuarto de este siglo". No lo consignó en ninguno de sus libros, y en las bibliografías sobre su vida los autores han dado las siguientes fechas 1902, 1903, 1909, 1912, 1913, 1915. Casi todos los expertos se han basado en las ediciones del Diccionario de Literatura Chilena, de don Efraín Szmulewicz, que da equivocadamente el año 1909, 1º edición 1977 p. 447; 2º edición p. 383 y 3º edición p. 805. En la única obra que se consigno la fecha correcta es en Olografías libro para leer y contar, escrito por Oreste Plath. Con partida en mano de nacimiento y defunción. Algunos periodistas la dan por nacida en Valdivia. Ello no es verdad, arribó de cinco años (1912) a esa ciudad por traslados de sus padres, y vivió hasta el año 1936, y por su matrimonio se trasladó a vivir a Santiago. 

PEPITA TURINA: Aunque Valdivia no es mi ciudad natal, por muchas razones la llamo "mi pueblo". Valdivia, a la que llamaron "la ciudad de madera", porque no solo sus casas, sino también sus calles eran del material de los árboles, es la ciudad donde me eduqué, donde aprendí a tocar el piano, donde publiqué mi primer cuento, escribí mi primera novela, dicté mi primera conferencia y me casé la primera vez. 

ERNESTO LIVACIC GAZZANO: ¿Implica ello que sea irrelevante su origen en Punta Arenas? 

PEPITA TURINA: Veinte años viviendo en Valdivia, donde nací literariamente, y cuarenta en Santiago, no me hacen valdiviana ni santiaguina. El lugar donde se nace es como la patria: no hay más que una sola ... Nada ni nadie puede quitamos la condición, por fortuita que sea, de pertenecer al punto geográfico de esta esfera terrestre y celeste que rueda por la magnitud del Cosmos. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: ¿Y de dónde es, entonces, Pepita, dónde buscarla para encontrar sus huellas? 

PEPITA TURINA: Cuando vi la película Alicia ya no vive aquí, en que la protagonista, por diversos motivos, cambia tres veces de domicilio, me pareció inadecuado el título. ¿Por qué? Porque yo, en mi vida santiaguina, me he cambiado veintidós veces: 8 en el primer matrimonio, 6 en la viudez, 8 en el segundo matrimonio. A mí sí que en la película de mi transcurrir me vendría el título: Pepita ya no vive aquí. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Bueno, no puedo sacarla de sus encantadores enigmas, cuénteme entonces, ¿leyó mucho en su niñez? 

PEPITA TURINA: El ambiente de mi casa era aintelectual. No había libros y mi padre opinaba que leer era una pérdida de tiempo. 

MARCO TULIO CICERON (interrumpiendo): Un hogar sin libros, es como un cuerpo sin alma. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Pero no siempre, Cicerón, La existencia de Pepita lo desmiente (a Pepita) ¿Y cómo se vinculó, entonces, con los placeres literarios? 

PEPITA TURINA: Cuando empezaron a entrar los novelones por entregas, yo, púber, y siempre prohibida para leer, busqué en horas propicias El Coche Nº 13, de Xavier de Montepin, que mis hermanas escondían debajo de la cama. Y entre mis compañeras de colegio tuve una que acostumbraba a leerse un libro cada día y que empezó a prestarme sus autores favoritos: Vargas Vila, Pitigrilli, Guido da Verona, es decir, los más eróticos novelistas del momento. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: ¿Y qué pasó cuando su padre se enteró? 

PEPITA TURINA: Mi padre no alcanzó a saber que la menor de sus hijas iba a tener el vicio de la lectura y que, además, confeccionaría libros. Creo que si hubiera vivido lo suficiente para saberlo, la sorpresa de este insólito resultado genético, lo hubiera divertido. 

LUCIO ANNEO SÉNECA: No es preciso tener muchos libros, sino tenerlos buenos

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Todos los libros son buenos, porque ni aún aquellos llamados malos o perversos, luego de leídos no dejan nada. Aún los libros impúdicos o desprovistos de moral nos enseñan a saber de bajezas y desviaciones de las que debemos cuidarnos. 

PEPITA TURINA (asintiendo a Séneca): En mi vida he comprado un libro. Hay una razón: no me interesa tener libros, sino leerlos. Lo que encuentro de interés en ellos lo copio y lo guardo. No es el libro integral el que me interesa tener. He leído libros prestados y regalados, nada más. También soy lectora de Bibliotecas. 

JUAN ANTONIO MASSONE: A propósito de su experiencia más directa. ¿Cómo fueron sus años de infancia y juventud? ¿Los del colegio, por ejemplo? 

PEPITA TURINA: Los años de mi infancia y de mi juventud provinciana los he oído evocar como una dicha inigualable. Los monótonos días provincianos, dándose vuelta y vuelta de un lado a otro de la plaza, son para algunas de mis amigas evocación de dicha, de tiempos mejores. El recuerdo no hiere igual como en el momento de vivirlo. Los primeros años de colegio los seguí en las monjas, descontenta porque me exigían muchos rezos y confesiones. Todo era pecado, hasta usar el vestido corto. Y era gusto de los familiares y moda que las niñitas los llevaran así. También me castigaron porque no usaba refajo. Una vez, para una fiesta del colegio, llevé un lindo vestido amarillo de Tenerife, y como era tan corto, las monjas me lo tironearon tanto que se rompió. Otra vez, cuando debí recitar una poesía, en la puerta me exigieron un vestido hasta media pierna y media negras. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Mi compañeros en el colegio de monjas donde estudié, decían: "Confesar a monjas, espulgar perros y predicar a niños es tiempo perdido".

JUAN ANTONIO MASSONE (obviando el mal chiste): Hablemos de sus libros, por ejemplo, cómo nacieron, por qué nacieron, qué dirección pretendían. 

PEPITA TURINA: Entre todo lo que soy -o podría haber sido-, lo más esencial es que soy escritora, sensitivamente, emocionalmente, cerebralmente. Llegué a ser escritora porque el ansia de expresar formaba parte de mi índole. Escribir es una necesidad desesperada. Sólo que al principio no tenía el léxico suficiente, ni amaba las palabras como las amo hoy, con el enriquecimiento del lenguaje y del pensamiento. Puedo decir que todo lo que publiqué antes de Multidiálogos, fueron páginas en agraz: antes de sabor a tiempo. No soy filóloga, pero me pongo, eso sí, del lado de los filólogos, perfección filológica no es lo que busco, sino intenciones reflexivas, riqueza de expresión emocional y sensible. Tengo una fuerza imaginante que siempre va hacia el fondo. 

JUAN ANTONIO MASSONE: Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con sus puntos de vista, pero nadie podría negarle el sobresaliente rasgo de severa lucidez con que responde. 

LUCAS BONACIC DORIC: Así es Pepita, que comenta, piensa, razona y escribe filosofando, y a través de estas glosas resalta su viva, inquieta y efusiva personalidad intelectual, filosófica y literaria. 

JUAN ANTONIO MASSONE: Creo que todo libro debe representar un criterio hacia lo humano. En este caso, los libros de Pepita Turina me han persuadido de un vivir el dolor hasta las más ocultas reservas, porque la vida le duele, porque dolientes no son sus alardes de no alcanzar nunca la plenitud, porque el hombre requiere de más hondos soportes, de una razón de amor que le sostenga en el padecimiento incluso. Prefiero los libros que dicen resueltamente aspectos de lo más permanente del hombre. Advierto en los de Pepita Turina el deseo de conocer la esquivez de la apariencia. Su aporte muestra el valor no de lo actual, sino de lo vigente. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: ¿Y qué hay de sus otros hijos, Pepita, los que no son libros, los mellizos?

PEPITA TURINA: He tratado de ser la menos estorbante de las madres. Y ellos son los menos estorbantes de los hijos. He cultivado el alejamiento que deja hacer hasta lo que no quiero que se haga. Mis hijos no son Yo. El beso a los hijos es puro, no tiene un después, no es una preparación para nada ni tampoco exitación: es amor. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Aunque ha tenido la dicha de un matrimonio estable con Oreste y vivió la maternidad con amor y dedicación, se advierte en Ud. el dolor y la tristeza, esa terrible enfermedad que debió afrontar, ¿qué significó para Ud.? 

PEPITA TURINA: Cuando empecé a caminar, no pasaba si había un hilo en el suelo. Eso lo oí contar muchas veces como una gracia de niña. Yo lo encuentro aterrador. Ahora, paso sobre grandes obstáculos, pero grandes o pequeños, tiemblo igual. La descarga de adrenalina en mi organismo ha sido -y es- permanente. No sé cómo no me han mordido todos los perros. El miedo y la inseguridad han superado en mí todas las emociones. Y por eso no pude, ni puedo ser alegre. Todas las variaciones psíquicas son en mí posibles, menos la alegría. Como sé que no puedo tenerla, jamás la busco. La risa ha sido para mí algo completamente externo. Nunca mi alma se ha dado cuenta que he reído. La felicidad, la alegría vienen y se posan en un resquicio de nosotros. Carezco de ese resquicio. El entretejido de mi alma y de mi cuerpo es de tan tupida composición, que cada suceder viene hacia mí en un choque estremecedor. Nada puede invadirme sin golpear. Hace años tuve una operación al cerebro -me extirparon un tumor auditivo- y como resultado post operatorio, quedé con una parálisis periférica al lado derecho del rostro. Como al reír, desde entonces, sólo podía hacerlo con la boca torciéndose hacia un solo lado, en un gesto horrible, dejé de reír para siempre. Nunca un defecto físico pudo favorecer mejor un estado de ánimo. Al acostumbrarme a no reír jamás, realicé externamente mi verdad más íntima.

JUAN ANTONIO MASSONE: En algunos predomina el bajamar; en otros, la tempestad con salidas de mar. Y en usted el mar del tiempo se hizo espeso, grave, gemebundo. Hasta que desbordó su impaciencia y capacidad de sufrir. En verdad, era mucho lo que le dolía la vida. Esta vida. 

ORESTE PLATH: ¿Hasta dónde se puede soportar la angustia, una enfermedad, que aniquila?. En ella fue cada vez más pavorosa y lancinante, la que la llevó a pensar en la muerte, pensamiento que elaboró lentamente, hasta realizarla sin fallas. 

DRA. ADRIANA SCHNAKE: Cuando una persona se queja de un órgano, de una parte de su cuerpo, ya está dividida entre él y el órgano del que se queja. Y esta cosa de la que se queja, que le molesta, es algo de lo que quiere deshacerse. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: ¿Y qué es para Ud. la muerte, Pepita? ¿Es un tema que siempre nos asusta? 

PEPITA TURINA: La muerte tiene la importancia de la vida. Sólo muere lo que vive. La vida quiere la vida y no aguarda la muerte: la guarda. La vida trae consigo el gen letal. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Perdone la pregunta, pero, ¿Ud. quería morir, Pepita? 

PEPITA TURINA: Nadie quiere morir. Tampoco los que se suicidan. La muerte es catástrofe, tragedia. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Pero, ¿entonces? 

PEPITA TURINA: La muerte es indolora, porque es muerte, la enfermedad y la vida duelen. A ellas debemos temer. 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: ¿Qué es ahora de Pepita Turina? 

PEPITA TURINA: Ya todo es demasiado tarde. He sido olvidada. Soy Nadie 

BENEDICTO GONZÁLEZ VARGAS: Ahí se equivoca, Pepita, en el centenario de su nacimiento, hay una página web dedicada a su vida y obra. La I. Municipalidad de Providencia, la Sociedad de Escritores de Chile, la Asociación Chilena de Literatura Infantil, y otras instituciones, la recuerdan con emoción y agradecimiento.

Pero, bueno, llega ya la hora de despedirnos de Ud., Pepita. Sabemos que sufrió mucho porque su espíritu es de una estirpe superior al común de la gente. A nosotros nos quedan sus libros y a quienes tuvieron la dicha de conocerla personalmente, sus recuerdos de seguro inolvidables. Su hija Karen y Juan Antonio, su buen amigo, van a cerrar este diálogo. Yo agradezco a todos los que participaron en él, interviniendo o desde la lectura. Karen, tus palabras: 

KAREN MULLER TURINA: Fuiste maravillosa en tu noble papel de madre. Cuanta bondad, cuanta paciencia, cuanta sabiduría en la delicada formación y conducción de almas prístinas cual patenas, de seres con todos los sentidos enfocados y dispuestos a ingresar al caudal del conocimiento, hacia la que tu modelabas con amor y ternura mi personalidad. No supe lo que fueron los castigos. Me enseñaste juegos simples que no tuvieran un alto costo. Siento inmensa ternura y agradecimiento por ti, querida mamá. En gran medida por tu entrega generosa, por tu infinita paciencia para modelar, cual delicada escultora mi personalidad, interesándome desde pequeña en ser espectadora de expresiones de alta jerarquía y de relevantes valores culturales. 

JUAN ANTONIO MASSONE: En esta tarde Pepita Turina nos reúne para que cada uno, desde el ángulo personal del afecto y pensamiento, dialogue con ella. Es éste el mejor multidiálogo que podemos ofrecerle, porque está escrito en silencio de ecos y memorias. Pepita Turina ya habrá descansado del peso oprimente de sus dolores. En ese otro vivir a que se nos llama, no son precisas argumentaciones ni forcejeos anímicos, por el contrario, se nos ha dicho que es encuentro pleno en los brazos de Dios. En vista de esa promesa quiero recordar aquí las palabras de San Pablo: "Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado la ley. Pero, gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Pepita Turina, ya nos veremos en plenitud. 

Pepita Turina nació el 1 de marzo de 1907 en Punta Arenas y se fue por decisión propia el 1 de marzo de 1986. Todos los textos incorporados en este esbozo de multidiálogo fueron rigurosamente extraídos de los autores mencionados, salvo, claro está los míos, que fueron creados para este multidiálogo en calidad de moderador.

prof. Benedicto González Vargas Atinachile

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