Obra gruesa, fue en 1969 una especie de
aproximación provisoria de las obras completas de Nicanor Parra, publicada
originalmente por Editorial Universitaria se ha constituido en uno de los
mayores clásicos de nuestra poesía. Han pasado cuarenta años y, sin embargo, el
libro luce fresco, divertido y desafiante como el primer día. Cuando apareció,
Ignacio Valente, uno de los más eminentes críticos literarios chilenos, lo
saludó como "uno de los acontecimientos poéticos mis radicales y profundos
de las letras chilenas -y aun de la poesía latinoamericana toda- en los últimos años". Y no podía ser para menos. Aunque ya Nicanor Parra había
publicado Poemas y Antipoemas y Versos de Salón, entre otros títulos, la
antipoesía sacaba, con esta antología, licencia de permanente vigencia en
nuestras letras.
No fueron pocos los que intentaron por aquella época
desentrañar el misterio respecto de qué es la antipoesía, se escribieron
sesudos análisis, académicas opiniones, se hicieron tesis doctorales y los
poetas de la época opinaron desde sus trincheras. El propio Parra entraba al
juego al escribir: "¿Qué es la antipoesía? ¿Un temporal en una taza de té? ¿una
mancha de nieve en una roca? ¿Un ataúd a gas de parafino? ¿Una capilla ardiente
sin difunto? Maque con una cruz la definición, que considere correcta".
A la luz
de los años, luego de repetidas lecturas de la obra parriana, luego de
sorprenderme cada vez con una nueva connotación o con la misma, pero entendida
desde nuevas experiencias, puedo señalar con convicción que un antipoema no es
otra cosa que un poema escrito con palabras cotidianas, sin búsquedas demasiado
rebuscadas, sin boatos lingüísticos demasiado sobresalientes, sin lirismos
demasiado afectados. Es un poema como otros, aunque su lenguaje mezcla, con
acierto, palabrotas, refranes, humor, ironía, desafío. Es lo dionisiaco más que
lo apolíneo. Es la vida misma más que la belleza deseable.
Según el cura
Valente "Hay una mecánica del proceso antipoético: las formas expresivas
que llamamos clásicas, y que consagran el equilibrio, entre la experiencia y el
lenguaje, por el camino de la perfección estética tienden a alejarse de la
existencia, de la historia, del sentimiento, y a endurecerse en retóricas, su
cansancio engendra antipoetas de fortuna varia, poetas de crisis, cuyo verbo
irónico y corrosivo quisiera devolvernos el contacto con la experiencia real
del hombre en situación".
Estoy de acuerdo. Es casi lo mismo que dije antes,
pero con palabras de crítico profesional. Parra es un maestro del verso mordaz,
leo en el libro:
Se reparte jamón a domicilio
¿Puede verse la hora en una flor?
Véndese crucifijo de ocasión
Una última cosa: Todavía hay personas que creen
que Nicanor Parra no es más que un hábil bromista en verso, un tipo que
encontró una veta por donde colar su ironía y sentido del humor. Un envolvedor
de chistes en papel poético. Al leerlo, sin embargo, resulta innegable la
comicidad innata y festiva, el talento humorístico, la sonrisa ligera y
contagiosa de esta poesía. Pero es preciso señalar que detrás de ese humor hay
una entraña trágica y angustiosa, una experiencia existencial e incluso un
destello metafísico en su obra.
Vale la pena releer a Parra, vale la pena
volver a meterse en esta Obra Gruesa, término que nos remite a los maestros de
la construcción, con su lenguaje del humor y del piropo. Es un guiño al
lenguaje y a nuestras experiencias. Vale la pena volver a leer Obra Gruesa y
comprobar que, tristemente, el mundo sigue bastante parecido a como fue
cuarenta años atrás.
prof. Benedicto González Vargas
Gregorio, dice:
ResponderEliminar12 junio 2009
esta perfecto
prof.Benedicto González Vargas, dice:
Eliminar12 junio 2009
Lo perfecto, Gregorio, es la obra impresionante de Nicanor Parra. Gracias por tu comentario, Benedicto