Han
terminado ya las huelgas de profesores y las comprensibles reivindicaciones
salariales han llegado felizmente a buen puerto. Quedará para el análisis el
manejo que los actores del conflicto tuvieron de la situación. El Colegio de
Profesores, en todo caso, puede celebrar un éxito rotundo. Me hubiera gustado,
eso sí, que en la discusión hubiesen aparecido temas de gran importancia
también, como por ejemplo la calidad de las actuales generaciones de docentes y
de las que se están formando en las instituciones universitarias. Tema no menor
de cara a los desafíos de desarrollo de nuestro país.
A principios de este año
el Ministerio de Educación de Chile entregó
los resultados de la prueba Inicia, un programa que busca medir los
conocimientos sobre ciencias pedagógicas y contenidos específicos de cada
especialidad a través de un instrumento de evaluación que se aplica a los
docentes recién egresados de las carreras de educación. Los objetivos,
fundamentos teóricos y otra información relevante sobre este programa pueden encontrarse en la página web
correspondiente.
Cabe destacar la alta participación de las facultades y
egresados en la rendición de este instrumento pues, por el momento, no hay
obligación de hacerlo, es voluntaria. Debemos, por lo tanto, apreciar en lo que
vale la alta participación conseguida en la primera aplicación. Sin embargo,
otra cosa son los resultados, nada de destacables en mi opinión, especialmente
en lo referido al dominio y manejo de los conocimientos específicos de las
asignaturas que deben enseñar estos docentes recién egresados. El preocupante
resultado mostró que sólo un 47% de las respuestas en este sentido fueron
correctas. El informe difundido por el Ministerio sugiere que los resultados de
estos egresados están fuertemente relacionados con el puntaje que obtuvieron en
la prueba de admisión a la universidad. De ser así, habrá que buscar mecanismos
que incentiven a los jóvenes de más altos puntajes a ingresar a esta profesión.
Esta estrategia es la que han seguido, bastante antes que nosotros, países como
Finlandia, Corea del Sur, Singapur e Inglaterra, cuyos resultados en pruebas
internacionales son muy superiores a los nuestros. Tarea aparte es cómo
conseguir que los mejores estudiantes se inscriban en Pedagogía.
En mi opinión
no basta solo con creer que mejorando las condiciones salariales de los
docentes se logre este objetivo. Habrá que ser más proactivo, porque las razones
por las cuales las carreras pedagógicas no son la preferidas de los estudiantes
más dotados tienen que ver también con componentes tan subjetivos como la
valoración social de la carrera, la percepción respecto de las condiciones
formales de desempeño (infraestructura, equipamiento), la valoración relativa a
los espacios de innovación, creatividad y emprendimiento relacionados a ella y,
por cierto, determinadas apreciaciones respecto de la gestión administrativa en
el área, todos puntos bastante deficitarios en general.
Me parece
incuestionable que los alumnos de mejores rendimientos escolares y puntajes en
las pruebas de admisión universitaria, al momento de elegir una carrera y, por
ende, visualizar sus opciones de desarrollo personal en ella, tengan a la vista
estos argumentos y no solo el salario posible, debido a que en los últimos años
ha habido incrementos en él y hay carreras con mayor demanda que ofrecen
menores perspectivas salariales iniciales, pero mejores apreciaciones sociales
sobre los otros aspectos.
Por otra parte, como ya ha sido señalado por varios
especialistas, para que esas mejoras sean efectivas tienen que estar
relacionadas con el aprendizaje de los estudiantes. Ello supone eliminar o, al
menos modificar sustancialmente, el Estatuto Docente, verdadero lastre que ha
impedido crear ambientes más profesionales, innovadores y exigentes en las
instituciones escolares. Un estatuto que premia la mediocridad y no reconoce la
calidad, es un incentivo perverso a la hora de buscar formas de mejorar la
educación pública.
Otro aspecto no menor, son los problemas curriculares de la
educación formal, los planes y programas de estudio parecen seguir con una
visión academicista en un mundo eminentemente práctico, donde la información
está al alcance de la mano, pero donde se requieren mayores cuotas de
habilidades y competencias en el manejo de ella. En ese tema estamos
francamente mal.
Otro aspecto de notable anquilosamiento es la gestión
administrativa y el liderazgo académico de los directores. Los niveles de
eficiencia en los equipos directivos escolares, en relación con las necesidades
actuales, son bajísimos y no hay aún ninguna institución universitaria que se
haga cargo en serio de este tema. ¿Dónde está la gran escuela de liderazgo
directivo que alguna importante universidad del país esté impulsando? Quien lo
haga, marcará liderazgo y seguramente tendrá éxito.
Finalmente, la formación
inicial docente es deficitaria y nuestras escuelas de educación deben
reconocerlo. Suelo preguntarle a mis practicantes cosas sencillas sobre los
contenidos de la asignatura o bien, sobre manejo de herramientas informáticas y
es sorprendente la pobreza de conocimientos con que vienen respaldados.
El
programa Inicia es un intento serio y valioso por mejorar estas situaciones,
pero los dineros y los esfuerzos que se pongan en él deben focalizarse hacia la
consecución de estos objetivos mayores que, lamentablemente, no suelen ser
parte de las "reivindicaciones del Magisterio" o no al menos de las
inquietudes de un Colegio de Profesores que funciona más como sindicato que
como colegio profesional.
prof. Benedicto González
Vargas
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