Cada día nos percatamos más cómo la tecnología ha ido facilitando la vida de las personas y cómo hoy es posible encontrarla
prácticamente en todas las actividades humanas. Las llamadas tics, por lo
tanto, aparacen a cada instante dando pie a una fuerte
controversia relativa a su mayor o menor uso en Educación, que es el tema
central de nuestro blog. Así las cosas, luego de más de un lustro de uso
permanente de nuevas tecnologías como complemento de mis clases, me parece
necesario verbalizar algunos criterios que han presidido mi propia aproximación
a este fenómeno que, en lo personal, ha cambiado
radicalmente mi manera de ver, sentir y ejercer la profesión docente. Para
algunos, entre los cuales no me incluyo, la discusión se ha centrado en
comprobar si "existe una correlación importante entre
el uso de las tics y el mejoramiento de la calidad de la educación" (1),
ello equivale a otorgarle una importancia desmedida en relación con los planes
de estudio, el currículo, las metodologías y, por cierto, la actividad docente
reflexiva y planificada. No podemos perder de vista que las herramientas
tecnológicas sólo son eso: herramientas, y su buen uso depende de la pericia de
quien las utiliza. Pretender que ellas hagan el cambio pedagógico que
posibilite la mejora en la calidad de la educación es un despropósito
superlativo.
Las tics, como todas las herramientas, prestan servicios de mayor
o menor calidad de acuerdo al uso que les damos y en ello la responsabilidad
mayor sigue pasando por el profesionalismo de los
docentes. Indudablemente, desde el entusiasmo en que esta tribuna ha
defendido el uso de las tecnologías en el aula, no puedo menos que señalar el
enorme aporte que prestan a la educación, el despliegue de posibilidades
informativas como nunca antes tuvieron estudiantes y profesores, la posibilidad
de socializar los conocimientos y de mejorar procesos engorrosos o simplemente
imposibles sin su presencia. Pero no podemos olvidar que el mayor uso de ellas
no es directamente proporcional a un mejoramiento de la calidad de la enseñanza
que entregamos, si no tenemos una clase estructurada, planificada,
significativa y pertinente (ya vimos hace poco en este blog casos de mal uso
del power point, por ejemplo (2). Por eso soy de los que
piensan que la calidad de la educación se juega en la clase, porque es allí
donde se produce en la práctica el encuentro entre docente y profesor, entre
las estrategias didácticas y metodológicas que el primero despliega y las
capacidades, talentos e intereses del segundo. Es en la clase y en su posterior
práctica reflexiva sobre ella, donde el docente va cimentando el impacto que
puede generar en sus estudiantes y donde va, en definitiva, permitiendo que las
capacidades y habilidades que está desarrollando en sus alumnos hagan la
diferencia de calidad de la que tanto se habla.
En el vídeo Tecnología o Metodología se refleja claramente
cómo la mejor tecnología de punta no es capaz de hacer la diferencia si un
docente no la pone en práctica. En definitiva, no debemos confundirnos, la
Tecnología digital es fundamental para desarrollar las
capacidades y talentos de nuestros estudiantes del Siglo XXI, pero no alcanza
para llenar los vaciós de calidad de nuestra educación, ello sólo será posible
con el concurso de profesores que se la jueguen por ser mejores.
prof. Benedicto González Vargas
Notas:
(1) GENT, Kenneth: Revista Momento 0, junio
de 2008.
(2) Ver artículos: Power Point: ¿responsable de clases aburridas? y ¿Durmiendo con el power point?
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